Tres hombres oriundos de la provincia de Tucumán fueron acusados por el fiscal César Pierantoni como coautores del delito de cohecho activo y el juez de garantías Mariano Aliau dictó para el trío prisión preventiva efectiva hasta el próximo 5 de abril. Luis V, de 69 años; Hugo Alfredo C., de 54, y Hugo Maximiliano C.. de 37, fueron aprehendidos el miércoles pasado a la hora de la siesta en inmediaciones de un hotel ubicado a metros de la Terminal de Ómnibus Mariano Moreno y al revisarle el auto que tenían estacionado en las inmediaciones les encontraron un inhibidor de señal a control remoto. Ante esta circunstancia, según lo denunciado por los uniformados que intervinieron en la detención, los tucumanos les ofrecieron dinero a los efectivos para recuperar la libertad.
La historia de la caída en desgracia en Rosario de los tres tucumanos tiene un comienzo que, de ser real, es digno de libro de crónicas de dudosa procedencia. Según información oficial un vecino de barrio Agote caminaba por Santa Fe al 3500 cuando escuchó como tres hombres de jactaban en una conversación entre ellos haber cometido un delito. Más específicamente un robo. El residente visualizó una patrulla policial que realizaba rondines de seguridad por la zona y les indicó a los suboficiales que había visto a tres sospechosos que hablaban de cometer un robo o de haberlo realizado.
Dos uniformados de la brigada de Policía Motorizada fueron sobre el trío quienes al notar la presencia policial aceleraron sus pasos hasta que fueron alcanzados por los efectivos cuando estaban prontos a ingresar a un hotel de las inmediaciones de Santa Fe y el pasaje Quintanilla.
Poco minutos habían pasado de las 15.15 del miércoles pasado cuando los motorizados realizaron la identificación de los tres quienes dijeron ser residentes de San Miguel de Tucumán. Acto seguido los uniformados requisaron su vehículo -un Chevrolet Ónix blanco- ubicado en la puerta de un estacionamiento.
Al revisar el auto los suboficiales hallaron un inhibidor a control remoto, dispositivo generalmente utilizado para poder bloquear el cierre centralizado a distancia y así abrir fácilmente autos para robarlos o llevarse al menos pertenencias del interior, y una nota en una hoja de papel en la que exigían dinero tanto en pesos como en dólares.
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Los aprendidos llevaban un inhibidor de frecuencia y una nota amenazante para conseguir dinero. Intentaron coimear a los policías.
Hugo C., quien portaba una cédula de identificación de vehículo a nombre de una mujer y manifestó que el vehículo era de él, solicitó hablar con el superior de los motorizados. Siempre la versión oficial habló con el jefe de tercio y comenzó a ofrecerle dinero en efectivo, ofertando diversas sumas de dinero lo que empeoró el cuadro.
Informalmente explicaron que llegaron a Rosario para realizar hechos de descuido o modalidad “cuento del tío”. También dijeron tener antecedentes en la provincia de Tucumán. Posteriormente, los tres fueron trasladados a la comisaría 7ª. por razones de jurisdicción y puestos a disposición de la Justicia junto con los elementos secuestrados.
No está fuera de contexto que a Rosario, u otras grandes ciudades, lleguen personas ligadas al delito para cometer hechos ilícitos en poco tiempo para luego continuar su derrotero. En la jerga se le llama “trabajar de contra”, delincuentes que “trabajan” en otra provincia para cometer ilícitos sin ningún tipo de contacto. En noviembre pasado, aunque en otro rubro delictivo, Sergio Miguel Villarreal, un tucumano de 25 años, fue la víctima fatal de una frustrada salidera bancaria la tarde del jueves 3 de noviembre alrededor de las 15 en las inmediaciones de Tucumán y Belgrano.
Según la investigación Villarreal y un cómplice que huyó en moto, a contramano por Tucumán, intentaron robar un bolso con 8 millones de pesos a dos empleados de la empresa Frider Refrigeraciones que esperaban en el semáforo en una Renault Oroch. Alejandro B., policía rosarino retirado de 58 años que trabaja como custodio y circulaba en el interior de la Oroch, efectuó un disparo con una pistola calibre 380 que impactó en el pecho de Villarreal y lo mató. El custodio fue excarcelado ya que la fiscal Georgina Pairola consideró que actuó en legítima defensa.