Plomo y humo, la consigna utilizada para describir el presente de parte de la ciudad de Rosario, esta vez se volvió innegable en Superí al 1900, barrio La Cerámica de la zona norte. El martes por la noche un hombre de 54 años que vivía en esa cuadra fue asesinado a balazos en el ingreso de su casa. Al día siguiente, entre un humareda insoportable que había alcanzado a la barriada como a gran parte de la ciudad, algunos vecinos indicaron que la víctima era una persona conocida de muchos años mientras que otros lo vincularon a la venta de drogas.
Julio Gregorio Álvarez tenía dos hijos adultos, había enviudado tiempo atrás. De su esposa le había quedado un auto con el que trabajaba como remisero, aunque después de que se le rompiera y no pudiera arreglarlo lo tenía estacionado abandonado en la puerta de su casa de Superí 1900. Este miércoles se podía ver al vehículo cubierto de tierra y a metros de un portón blanco en el que habían quedado marcados varios de los balazos que el martes por la noche acabaron con la vida de Alvarez.
La mañana siguiente el clima vecinal alrededor del lugar del crimen fue extraño. Había personas, en su mayoría mujeres mayores, barriendo las veredas de sus casas o haciendo mandados. También otros vecinos más jóvenes que miraban la presencia de trabajadores de prensa de distintos medios y mostraban desinterés en conversar sobre lo ocurrido la noche anterior. En ese contexto hubo señalamientos a "vecinas chismosas que se meten en la vida de los demás" y distintas versiones de lo que pudo haber pasado.
Lo concreto, por lo difundido hasta el momento por fuentes policiales, es que Alvarez fue asesinado a balazos cerca de las 23.30 del martes. Según testimonios brindados por llamados al 911, fueron cuatro hombres los que llegaron a bordo de un auto blanco a la vivienda de Superí al 1900. Una vez en el lugar golpearon la puerta y cuando tuvieron a la víctima de frente le dispararon al menos 8 veces con un arma calibre 9 milímetros.
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El portón de la casa de Julio Gregorio Álvarez quedó marcado por los disparos.
Instantes después el hijo de Alvarez, quien según contó a la policía dormía y se despertó por el ruido de los disparos, se encontró con su padre malherido en el patio de ingreso a la casa. Al rato, cuando un móvil del Sies llegó al lugar, los médicos constataron que el hombre ya había fallecido. El caso será investigado en un principio por la fiscal Marisol Fabbro.
Algunos vecinos dijeron a este diario que los homicidas abrieron la puerta de la casa de la víctima a las patadas, mientras que otros indicaron que fue la víctima quien les abrió cuando llamaron a la puerta. Esa discrepancia entre versiones no fue la única, ya que alrededor de los posibles motivos del crimen hubo distintos relatos de las personas que viven en esa cuadra.
"Era una persona muy buena, tenía un remís que no había podido arreglar. Él estaba enfermo de diabetes y eso lo tenía complicado. Se lo veía como una persona correcta, no sé que pudo haber pasado", dijo una señora a La Capital. "Pero en esta cuadra y en todo el barrio hay muchas personas que viven de la droga", agregó la vecina.
A unos metros de distancia, frente a la casa de la víctima, una mujer fue tajante al momento de llamarse al silencio: "Yo no tengo nada que ver, no hablo de la gente que de la puerta de su casa para adentro puede hacer lo que quiera". Así marcó distancia con el resto del vecindario que tal vez estaba dispuesto a conversar: "Acá está lleno de chismosas que se meten en la vida de los demás".
En ese clima, de por sí tenso, los vecinos coincidieron en algo: más allá de los rumores de distintos puntos de venta de drogas en esa misma cuadra, el asesinato de Álvarez fue un hecho extremo. "Algo así acá no pasó nunca, es la primera vez que matan a alguien, pero el barrio sí está complicado y se escuchan tiros todas las noches", contó una vecina.
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"Uno nunca sabe la verdad, vos ves a la gente vecina, la saludás por costumbre durante años y después te enterás que lo mataron, sin saber qué pasó o en qué andaba", comentó un vecino que trabajaba en la puerta de su casa. "Todo el barrio quedó conmocionado. No por los tiros, porque se escuchan a toda hora, pero sí porque era un hombre conocido en el barrio", agregó.
Una persona, más arriesgada al momento de contar qué contexto pudo desencadenar el asesinato, aseguró que se trató de "un tema de drogas. Este tipo no trabajaba, pero no porque no podía arreglar el auto, no trabajaba porque no le gustaba. Entonces se sostuvo vendiendo falopa. No sabés la gente que entraba ahí, todo alrededor en la cuadra hay gente que vende", contó una mujer que paseaba sus mascotas. "Lo habrán matado porque se quedó con un vuelto", arriesgó.