La noche de 5 de julio del año pasado Roberto Horacio Hererra, un cantante de folklore de 50 años estaba junto a su pareja, Celina Aidé Herrera, que entonces tenía 59 años, en la vivienda de la mujer en Urdinarraín al 8400, en el barrio Fisherton Norte. A la hora señalada el vecindario se sobresaltó por los gritos de la mujer: “Hinqué a mi novio, no sé si está muerto, que venga una ambulancia”, gritó. Un pareja de vecinos le prestó un celular para que llamara al 911. Cuando terminó la llamada les dijo: “Merezco ir presa por lo que hice, soy una mala persona”.
Cuando la policía arribó al lugar, en el comedor de la vivienda yacía el cuerpo del folklorista con un puntazo en el tórax y otro en el ojo izquierdo. Si bien la pareja no convivía, los vecinos aseveraron que el hombre se afincaba en la casa todos los fines de semana. Desde esa noche Herrera está detenida en la unidad penitenciaria número 5, la cárcel de mujeres, en 27 de Febrero al 7800. Esta semana el fiscal Alejandro Ferlazzo en audiencia preliminar, el paso previo al juicio oral o a la apertura de un proceso abreviado, solicitó para la mujer una pena de prisión perpetua como autora del delito de homicidio calificado por mediar una relación de pareja con la víctima. La defensa planteó que la semana próxima la mujer será examinada sobre una patología mental.
Roberto Ascurra era un folklorista de penas. A sus 50 años se había hecho un nombre en la escena de las guitarreadas en clubes de Rosario y el Cordón Industrial. Uno de sus medios de vida era organizar peñas en distintos clubes. “Soy aprendiz de cantor y escribo canciones que hablan de la vida misma. Tengo seis amores”, posteó en su perfil de Facebook haciendo foco en sus hijos. Vivía en los monoblocks de barrio Rucci y en el réquiem en redes sociales, al conocerse su asesinato, quienes lo escucharon algunas vez lo despidieron describiéndolo como “una voz increíble”. Al momento de su asesinato Ascurra tenía como medio de vida el canto en las peñas. Eran los tiempos de “Roberto Ascurra y los rosagueños”.
El hombre mantenía una relación de diez meses con Celina Herrera, quien trabajaba en casas de familia y lo acompañó hasta el último minuto de su vida y a la que conoció en medio de las rotaciones por el circuito de peñas. Sobre ella hay dos fotos de perfil. En el barrio Fisherton Norte la describieron como “una vecina tranquila, que saludaba y hablaba con todos, no mucho, lo suficiente”. Una vecina dijo sobre ella: “Vino a vivir acá con su primer marido y tuvieron un hijo, de eso hará unos 15 años. Tenía tres hijos más, pero creo que no con ese muchacho. Es una mujer tranquila. Este hombre era su pareja, pero no vivían juntos. El venía los fines de semana”.
Pero los hijos de Ascurra expusieron un lado B de Celina. La describieron como “una mujer de malas actitudes, muy manipuladora, que controlaba mucho” al folklorista. Y agregaron: “Era muy mala, una cínica”. Una de las hijas de Ascurra contó: “Mi papá me dijo que ella le había hecho brujería y que si él andaba con otra mujer lo iba a matar”. Y plantearon en los días posteriores al crimen que temían que el asesinato no fuera investigado ya que Herrera tiene dos sobrinos que trabajan en la policía rosarina.
Una pareja normal
Ante los ojos del vecindario la pareja no demostraba situaciones de violencia, dijeron sus vecinos. “Nunca los escuchamos gritar, tampoco bebían de más. Eran una pareja como cualquiera. Dicen que el domingo habían ido a una peña en la zona sur y vinieron alrededor de las 8 de la mañana en un taxi. Creo que la peña fue en una casa a la que los invitaron. Eran de ir a peñas los fines de semana y nunca se los escuchaba pelear ni gritos de ningún tipo. Por ahí lo que pasó son cosas muy privadas de la pareja”, explicó un vecino que vive a metros de la casa de Celina.
“A Celina a veces los hijos le gritaban o se armaban peleas familiares los domingos y a ella nunca se la escuchaba levantar la voz. En el barrio cuentan que la pelea en realidad pudo ser un forcejeo que siguió a una discusión, pero no se sabe”, aportó otra vecina.
La teoría del caso giró sobre que a los pocos minutos de arribar la pareja de una peña, se produjo una discusión y Ascurra terminó asesinado. En el patio de la casa y sobre una mesa, quedaron vasos a medio llenar con vino y cerveza. De la escena del crimen, Celina Herrera marchó presa entre lágrimas. El arma utilizada en el crimen no pudo ser hallada hasta minutos antes de la audiencia imputativa, que se llevó a cabo dos días después del crimen. Entonces Herrera fue formalmente acusada como autora del delito de homicidio calificado por mediar una relación de pareja con la víctima. La jueza de primera instancia Melania Carrara la dejó bajo prisión preventiva por el plazo de ley.
La defensa de la mujer pidió en la audiencia preliminar la incorporación de una serie de exámenes realizados sobre Herrera por golpes recibidos de parte de su pareja, realizados en el Centro de Salud Ceferino Namuncurá (José Ingenieros al 8500) y por médicos del Hospital de Emergencias. El juez Gonzalo López Quintana, en tanto, rechazó un pedido de la defensa de morigeración de prisión ya sea la libertad de la mujer o la prisión domiciliaria por lo cual seguirá tras las rejas hasta que su situación procesal se defina en un juicio oral o abreviado.