Hace poco más de un año el barrio La Cerámica, en la zona norte de Rosario, se vio envuelto en una trama violenta que paralizó sus calles durante varios días. En el vecindario, por el boca en boca y por redes sociales, se viralizó un supuesto toque de queda impuesto por una banda narco ante el presunto robo de un paquete de cocaína. Todo quedó en rumores y la única certeza hasta hoy es el resultado fatal de un conflicto todavía sin esclarecimiento: el asesinato de tres adolescentes y un adulto con pocas horas de diferencia y a escasas cuadras de distancia. "Mi hijo nunca fue soldado de nadie", dice hoy la mamá de un chico de 13 años acribillado en aquellos días olvidados pero todavía en la memoria de las familias que esperan por justicia.
Desde mayo de 2023 Nadia Obregón, de 33 años, espera alguna novedad sobre la causa que investiga el asesinato de su hijo Máximo Luján, que tenía 13 años al momento de ser acribillado junto a una amiga de 15 años. Entiende que se trata de un proceso complicado, que puede presentar obstáculos y extenderse por mucho tiempo más. Pero también necesita alguna explicación para confiar que un día sabrá quiénes y por qué mataron a su hijo. "Algo tiene que haber, no puedo entender que cambien de fiscal tres veces y no vea un avance, me gustaría que investiguen a fondo", dijo a La Capital en su casa del barrio La Cerámica.
"Fue un segundo, se encontró con la amiga y ahí los balearon", dice Nadia. El 13 de mayo de 2023 cayó sábado, los dos se levantaron cerca del mediodía en la casa familiar de Calfucurá al 1400. Máximo salió a comprar un alfajor y cuando volvió se preparó un mate cocido que tomó mientras su madre limpiaba. Durante la tarde salió y volvió varias veces.
Al atardecer, ante la pregunta de su madre, Máximo pidió cenar arroz amarillo. Se prepararon para ir juntos a hacer las compras a una despensa y antes de salir se sacaron una selfie. Cuando volvían se encontraron con Maite Gálvez, con quien caminaron hasta el pasillo de ingreso a la casa donde los chicos se quedaron conversando. Un rato después Nadia salió a buscar a su hijo y al asomarse a la vereda una vecina que pasó a las corridas le dijo que se apurara, que habían lastimado a Máximo. Nadia corrió unas tres cuadras con su bebé en brazos hasta que al llegar a la esquina de Medrano y Coliqueo se encontró con su hijo tirado en la calle. Minutos después él chico y su amiga murieron.
Una saga
Máximo y Maite fueron asesinados a balazos desde un auto. Una mecánica idéntica a la de los otros dos homicidios que habían ocurrido pocos días atrás y con apenas unas cuadras de diferencia. En esta ocasión los vecinos del barrio volvieron a hablar un auto blanco desde el cual habían disparado los sicarios.
El primer asesinato de esa saga tuvo como víctima a Jeremías Natanael López, de 15 años, apodado Benjamín por sus allegados. Estaba en la vereda de Siripo al 1400, a metros de la casa de su hermano, cuando dispararon contra él y un grupo de chicos que estaba a su lado. "Él estaba con el celular y no la vio venir. Los que estaban con él se avivaron y se escondieron. Podrían haber matado a más chicos", comentaron sus familiares a La Capital el día siguiente.
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Dos días después, cerca de la medianoche del jueves, fue asesinado Luis Alberto Gómez, de 36 años. Lo atacaron a tiros desde un auto cuando tomaba una cerveza con amigos sentados en un banco en Unión al 2800, a 200 metros de donde había sido baleado Jeremías. "Se equivocaron", confió a La Capital el día siguiente un familiar de la víctima. Con la misma modalidad, al anochecer del sábado fueron asesinados Máximo y Maite.
Luego del doble crimen terminó de consolidarse un rumor que había empezado a correr aquella semana: el robo a una casa como telón de fondo de un conflicto que nadie terminaba de entender. “Primero decían que habían robado una garrafa, después un ventilador y después le fueron sumando cosas hasta que se dijo que se habían llevado droga que es de una banda que está queriendo meterse en el barrio", contó un vecino en ese momento.
Los días siguientes comenzaron a viralizarse por redes sociales mensajes que advertían una matanza contra cualquiera que estuviera en la calle llegada la noche, acaso como había ocurrido ya con las cuatro víctimas. De esa forma se instaló entre los vecinos la idea de un “toque de queda desde las 22”. Las calles quedaban vacías mucho antes e incluso el temor se extendió al resto del día. La escuela primaria 1315 Itatí de Corrientes, a la que iban Maite y Máximo, tuvo un nivel de inasistencia inédito durante dos días.
“Soldado de nadie”
A esta altura a Nadia no le que mucho más que esperar. La investigación, en un principio, estuvo a cargo de la fiscal Carla Cerliani. Por nuevas designaciones en el Ministerio Público de la Acusación pasó a manos de Valeria Haurigot y finalmente la tomó el fiscal Alejandro Ferlazzo. Por el momento no hubo detenidos ni imputados.
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Foto: Celina Mutti Lovera
La Fiscalía tomó este caso en contacto con otras investigaciones sobre los demás crímenes ocurridos en La Cerámica y teniendo en cuenta también el contexto de narcomenudeo que podría tener una relación muy estrecha con esos hechos violentos. El 18 de diciembre de 2023, cuando la causa todavía la tenía Haurigot, hubo allanamientos en el barrio. Uno fue en una vivienda en la cual funciona un merendero y que está ubicada a metros de donde fueron asesinados Máximo y Maite. Secuestraron drogas y celulares. En este tiempo no hubo avances que vinculen a las víctimas a un conflicto determinado.
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Sí se indagó en la posibilidad de una bronca por la competencia entre vendedores de drogas al menudeo que responden a personas privadas de la libertad. En ese contexto apareció el nombre de un preso de Piñero apodado Culón, muy conocido en las calles de La Cerámica, y su cruce con otro dealer que llevó a una balacera contra un punto de venta de Granadero Baigorria. En ese hecho apareció una nota: “Todos los que no laburen para Culón del Norte le vamos a mandar plomo. Esto es aviso”.
Ajena a ese mundo, Nadia mantiene la esperanza de un avance en la causa que investiga el asesinato de su hijo. Reconoció su angustia al ver que parte de la investigación se centró en sospechas contra él cuando una asistente de la Fiscalía le dijo que “se dicen muchas cosas sobre Máximo, como que era soldado”. “Le dije que mire el ropero de mi hijo, si veía ropa de soldado, que se compran zapatillas y ropa de marcas conocidas. Mi hijo todo lo que tenía era gracias a mí. Mi hijo nunca fue soldado de nadie”, confió la mujer.