Diecisiete personas fueron asesinadas en un rango de 9 años en un rectángulo comprendido por Uriburu, Anchorena, bulevar Oroño y las vías del ferrocarril Mitre escoltadas a un lado por calle Flammarión y al otro por Margis. Tres de esos asesinatos se produjeron en los últimos quince días y en la misma esquina: Flammarión y Lamadrid. Un trozo de tierra marcada en rojo contenida por un asentamiento precario y el barrio Tiro Suizo en el que los vecinos viven atornillados por el miedo, rehenes de una puja por el control de las calles entre bandos que buscan controlar el narcomenudeo. Gente que se niega a hablar de un “rebrote” de la violencia por una sencilla razón: para ellos la violencia nunca cesó. Muta, está en disputa, cambia de manos, pero no cesa. Según cuentan, los últimos cuatro asesinatos que se produjeron en menos de dos meses están enmarcados por la disputa entre dos puntos de venta de drogas ubicados a escasos 150 metros el uno del otro. Uno por Savio al 1800 y el otro en un pasillo de Flammarión y Lamadrid: un dato que todos en el barrio manejan al dedillo. Son puntos por los que pueden pasar disparando y matando a cualquiera.
Los vecinos del asentamiento Flammarión y de sus barrios satélites (Las Delicias, Tiro Suizo y el complejo Fuerte Apache) ya no saben qué hacer para que alguien los escuche y les acerquen medidas de seguridad. Una de las últimas medidas que tomaron fue el viernes a la tarde, cuando cortaron bulevar Oroño a la altura de Lamadrid para hacer visible el reclamo. La vecindad sabe que hay que “aprovechar” el momento para reclamar. Aunque ese momento pueda estar ligado al asesinato de un vecino, en su buena mayoría, pibes muy jóvenes. “No queremos tener que salir a reclamar justicia por un asesinato. Queremos que nos den seguridad para que podamos vivir con nuestras familias”, pidió una vecina en el marco de la protesta.
La zona sabe lo que es vivir en medio de un campo de batalla. Hasta fines de 2015 la plaza era un territorio en disputa que estaba bajo el control José Eduardo “Cepillo” Fernández, un albañil al que sindicaban como vendedor de drogas a pequeña escala y con viejos códigos. Su gente, parte de su propia familia, eran conocidos como “Los cepillos”. Ellos resistían los ataques de “Los nietos de Doris”, “La banda del monoblock” y “Los Gorditos” liderados por el condenado Brandon Bay.
Las crónicas policiales contaron distintos choques armados entre esos grupos, hasta que el 4 de diciembre de 2015 Cepillo Fernández fue asesinado a manos de Los Gorditos. Ese crimen, impune porque la acusación en juicio oral no pudo sostenerse por falta de testigos, motivó la caída de la banda de la víctima. Y entonces la gente de Brandon Bay se quedó con ese territorio que consolidaron a balazos. Con el correr de los años Los Gorditos se consolidaron como una potencia en expansión que buscó nuevos territorios en el barrio Norte de San Lorenzo.
A fines de junio, Bay fue uno de los presos considerados de “alto perfil” que el Servicio Penitenciario sacó de la cárcel de Piñero para llevarlo a una cárcel federal tras la fuga de ocho reclusos.
>>Leer más: La zona de Flammarion y Lamadrid fue escenario de al menos 17 homicidios en 9 años
“Aprietan a los pibes para que vendan droga para ellos. Y si les decís que no te la juran y donde te ven, te matan”, explicó una vecina el día después del crimen de Pablo Ezequiel Núñez, de 20 años, ejecutado en Gutiérrez y Flammarión la noche del 22 de septiembre de 2018. La mujer agregó: “Los vecinos estamos aterrorizados. Nadie quiere que sus hijos estén en la calle porque estos pibes son sicarios. Pasan y te tiran. El Polaquito y Brandon dan las órdenes desde la cárcel para que caguen a balazos a alguien”.
Luego del crimen de Núñez sus amigos recibieron un mensaje a sus celulares: “Van a velar finados todos los días, prepárense porque esto recién empieza”. ¿Los Gorditos siguen ejerciendo poder en el asentamiento Flammarión? ¿Ese territorio está bajo el dominio de una franquicia de Los Monos? ¿Ambas facciones son las que están luchando por quedarse con el control del lugar?
Campo de batalla
De acuerdo a lo que se pudo saber, los epicentros de violencia están ubicado en escasos 150 metros. Uno sería una franquicia de la banda de Los Monos y está manejado por tres mujeres de la misma familia. Está ubicado en inmediaciones de Savio al 1800, a pocos metros del club Amanecer, reconocido también como Argemper. El otro punto, identificado tan sólo como el “de la contra”, está ubicado por Flammarión, a metros de Lamadrid.
“En este barrio hay de todo. Pero por sobre todo mucha gente que sale a laburar. Que trabaja por el mango haciendo lo que se pueda en el marco de lo legal. Al haber mucho monoblock y Fonavi hay muchos vecinos que trabajan en fuerzas de seguridad: policía de provincia, federal, prefectura y gendarmes. Lo que no entiendo es cómo puede ser que esas personas que padecen la inseguridad como vecinos no vean como personal de seguridad los puntos de venta de droga que están bien a la vista. Porque los lugares donde se vende drogas están súper a la vista. El de las chicas (por la franquicia de Los Monos) es una casa construida en un terreno fiscal. Donde hace años había una canchita, algunos vecinos levantaron cocheras. Bueno, las chicas se hicieron una casa”, explicó uno de los pocos residentes de la barriada que aceptaron dialogar con este diario.
>> Leer más: Doble crimen: esperaban turno en la peluquería de la cuadra cuando los asesinaron a tiros
“El municipio se tiene que poner los pantalones largos. Tienen que intervenir. Desalojar los terrenos fiscales, las casas usurpadas. Hay que abrir cuatro calles. Ya mataron tres pibes en la misma esquina en 15 días. ¿Quieren más muertes?”, reflexionó en caliente un vecino. Sólo en la esquina de Lamadrid y Flammarión se produjeron los últimos dos fines de semanas tres asesinatos.
La noche del 31 de julio pasado Eduardo Espíndola, de 26 años, y Rodrigo Velázquez, de 18, estaban parados frente a una peluquería sobre Flammarión esperando su turno para cortarse el pelo. A pocos metros del local, en cercanías a un pasillo, está ubicado uno de los puntos de venta. Espíndola trabajaba como peón en un lavadero de autos y Velázquez era pintor. Un auto pasó poco después de las 20 de un sábado y desde allí un tiratiros los acribilló. “Siempre pasa lo mismo: si una banda vende más o si en un búnker se vende más que en otro, entonces se tirotean. Si hubieran matado a un narco o a alguien importante ya vienen los milícos y te rompen el rancho a patadas. Ahora esto va a quedar así. Si sos pobre nadie sabe quién te mata”, explicó un residente a asLaCapitalxs el día después del doble crimen.
>>Leer más: Un joven asesinado en Tiro Suizo estaba sospechado de balear a un abogado
“En tres de los asesinatos (en los últimos dos meses) se escucharon ráfagas de «metra». En el último (el de Pablo “Finito” Sosa) se escucharon entre 10 y 12 balazos. ¿Qué pasaba si un vecino andaba por ese lugar en ese momento? Lo mataban también, que no te quepa duda”, relató otro residente. Finito Sosa era un tiratiros de la banda del Daniel “Dany” Godoy, y era buscado por el intento de asesinato del penalista Ariel González Zeballos el pasado 13 de marzo en el playón de una estación de servicios de Baigorria y Boedo. En junio pasado se enfrentó a balazos con una brigada de Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) en el barrio Nuestra Señora de la Paz, de Granadero Baigorria, cuando intentaban apresarlo y logró fugar en moto. El domingo 8 de agosto Finito fue sorprendido en inmediaciones de Lamadrid y Flammarión y ejecutado. Le dispararon una decena de veces. Una de las líneas de investigación en manos de la fiscal Marisol Fabbro es que Finito estaba iaguantador en una casilla del asentamiento Flammarión. Lo mataron con saña.
“Es terrible lo que voy a decir. No queremos que todos se queden con la idea de que mataron a un pesado y se pierda de vista que los vecinos no podemos vivir por la pelea entre los que venden droga. Lo que te digo suena muy feo, pero nuestra realidad marca que ya no podemos vivir más así. No podemos”, reflexionó una vecina.