Una nueva serie de extorsiones telefónicas que le imputaron a un preso de la cárcel de Coronda incluye modalidades que van más allá de la clásica exigencia de dinero a comerciantes en nombre de la mafia. Entre los ocho casos que le atribuyó este miércoles el fiscal Federico Rébola a un interno del pabellón 15 figura un apriete al dueño de una clínica médica por negarse a firmar un certificado de embarazo. O la exigencia de “indemnización” al gerente de una empresa por chatear con una supuesta adolescente de quien el extorsionador simuló ser el padre.
Esos casos expuso el fiscal en una nueva imputación a Brian Ezequiel F. En marzo del año pasado el joven ya había sido acusado junto a cinco personas por el fiscal Pablo Socca por extorsiones a cambio de "protección", ejecutadas en enero en nombre de “la mafia” y que se cobraban con transferencias por CBU para brindar facilidades de pago a las víctimas. Un mes después de esos hechos comenzó la siguiente serie extorsiva que le asignaron ahora a F.
Tiene 28 años, entró a prisión acusado de robo calificado y el año pasado fue implicado en las extorsiones junto a Miguel Angel R., un preso al que le dicen “Popper” también detenido en Coronda como miembro de la banda de Alejandro “Chucky Monedita” Núñez. Este último, un preso de alto perfil condenado por homicidio y sindicado como jefe de una banda a la que le asignan dos crímenes de la saga de asesinatos a trabajadores de marzo pasado.
Variedad
Las ocho extorsiones fallidas tuvieron un abanico de víctimas entre las que se cuentan un entrenador de fútbol infantil, comerciantes, un médico, dueños de negocios familiares y el gerente de una empresa. Las pericias telefónicas arrojaron que los llamados y mensajes partían de un mismo número que impactaba en antenas cercanas a la cárcel. Se cree que a un mismo aparato el imputado ingresaba distintas tarjetas SIM. En ocasiones decía llamarse Ezequiel Robledo.
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Este miércoles el juez Nicolás Foppiani le dictó la prisión preventiva por ocho intentos de extorsión telefónica. El primero sorprendió a un director de fútbol infantil cuando estaba trabajando en el club Itatí, de bulevar Seguí al 3300, la tarde del 15 de febrero del año pasado. “Sé quién sos vos”, le dijo un desconocido que a continuación recitó su dirección, el nombre de su padre y sus hermanos y otros datos personales para exigirle 300 mil pesos que debía pagar ese mismo día a las 21.15.
“Le dije que estaba confundido, que yo no manejo dinero y no lo tenía”, denunció el entrenador en esos días. La respuesta fue que si no pagaba le iban a tirotear la casa e iban a ir por su familia. A las 20.50 le advirtieron que faltaba poco para la hora pactada y le enviaron una foto de su auto estacionado frente al club. Pese a bloquear número, no cesó de recibir mensajes amenazantes, al punto que llegó a romper el chip de su celular y tirarlo a la basura, Como resultado de las amenazas, que según la investigación partieron de la prisión de Coronda, tuvo que renunciar al cargo.
Cuatro meses después, el 5 de junio, volvió a tener noticias cuando arrojaron una nota bajo su puerta que decía: “Pagá. Así como te hice dejar el club y no pagaste, ahora quiero la casa”. A las 21.25 de ese día dos desconocidos llegaron a su casa en una moto negra. Uno de ellos extrajo un arma, apuntó hacia el domicilio e intentó disparar, pero no lo logró por una falla del arma.
La clínica
El siguiente intento extorsivo tuvo como víctima al director de un centro médico privado de la zona oeste de Rosario. La tarde del 28 de junio se presentó una mujer joven acompañada por un muchacho en una moto de cilindrada baja a pedir una consulta con un obstetra, pero se fue antes de que la atendieran. El mismo día entró un mensaje al teléfono de la clínica que decía, textualmente, "asi k no kieren aser em papel ala tarde le voy agarra a tiros". El fiscal planteó en la audiencia que la búsqueda de certificados tendría como objetivo evitar controles carcelarios para ingresar celulares o elementos no permitidos.
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A la mañana siguiente se presentó la misma mujer y pidió un certificado de embarazo para su cuñada, sin dar el nombre. El médico le dijo que no podía emitirlo si no se presentaba la persona interesada. “La voy a buscar en la moto y la traigo”, prometió la chica, pero no regresó. Lo que hubo fue un nuevo mensaje de WhatsApp diciendo “te hiciste el pelotudo, no quisiste hacer el certificado, vas a recibir nuestra visita. La mafia”. La pericia telefónica remitió al mismo teléfono del caso anterior, con impacto en una antena de Coronda.
En una intervención telefónica a ese celular se detectó este diálogo entre un interno y una mujer:
—Yo ahora estoy esperando que me condenen por esto. Si yo ya estaba esperando la salida. Ya me iba. Estaba con otras causas.
—Ah. ¿Vos estás con arresto domiciliario?
—Qué voy a estar con arresto. Ojalá.
—¿Estás preso?
—No, estoy en un hotel, boluda.
—Nah… yo me muero. ¿Y dónde estás vos?
—En el 15 estoy. De Coronda.
En esa conversación de julio del año pasado el preso dio el nombre de su hermano, también detenido, dijo su edad y precisó el día de su cumpleaños. Contó además que ocho meses antes lo habían trasladado desde el pabellón 2. Así se identificó al usuario de la línea como Brian Ezequiel F. quien además, según la pesquisa, se comunicaba con detenidas en la seccional 27ª de Arroyo Seco y ofició de puente para que un compañero de encierro hablara con una chica a la que llaman “Rubia” o “La Sicaria”.
En las escuchas se registró un llamado de Brian a una central de emergencias médicas para obtener el teléfono de un médico del que se hizo pasar por familiar, aunque el operador se negó a dar esa información. “Le estoy tirando la amenaza pero no me dio el número. Zafó”, le comentaría luego Brian a “Sicaria”, a quien le dictó sus números de teléfono para que anotara “el legal” y “el trucho”.
Plata o plomo
Un mes antes se habían producido amenazas a un hombre que se dedica al traslado de personas en una Trafic. Desde cuatro teléfonos distintos comenzó a recibir mensajes por WhatsApp exigiéndole dinero bajo amenazas de matar a sus familiares. En una ocasión, después de una extraña visita de tres personas que bajaron de una camioneta preguntando por él en su barrio, recibió una foto del frente de su casa con este mensaje: “Ayer zafaste pedazo de otario. Vos ahora me debés”.
Entre el 18 y 19 de julio, en tanto, un comerciante de barrio Belgrano recibió mensajes similares. Le exigían 500 mil pesos desde un número implicado en extorsiones anteriores. Con fotos del frente de su casa y de armas de fuego, datos de su familia y amenazas, pedían: “Plata o plomo. Elegí vos. Por tu bien y el de los tuyos, que la mafia para los tiros no tenemos problemas”.
El 8 de agosto la exigencia fue de 400 mil pesos para un hombre al que le tiraron un tiro al frente de su casa y le enviaron fotos del frente con videos de armas desde un número que, como en los otros casos, impactaba en antenas de Coronda. “O ponés la plata o te vuelo el gorro. Más vueltas, más caro te va a salir”, fue una de las advertencias.
Para el gerente de una empresa el apriete tuvo un ribete rebuscado. El extorsionador simuló ser el padre de una chica con quien la víctima había mantenido conversaciones por Facebook. Fingiendo alarma, exigió un resarcimiento económico y hasta dejó amenazas en la firma: “Hay un pedófilo que le enviaba fotos obscenas a mi hija que es menor de edad. Quiero hablar con los gerentes porque si no voy a llenar la oficina de tiros”.
Desde el mismo número, el mediodía del 7 de septiembre fue contactado en nombre de “la mafia” un hombre que había ofrecido a la venta unas máquinas en una página de Facebook. Le dijeron que si no ponía plata le iban a balear el negocio. Por último, el 13 de noviembre el dueño de una empresa familiar recibió llamados de un hombre que le exigía 2 millones de pesos porque le habían vendido a su padre “un motor que no andaba”.
“Amigo, dejen de dar vueltas porque los tengo ubicados a todos”, decían los mensajes, entre fotos de su casa, amenazas incendiarias y el video de un hombre arrodillado al que golpeaban en la cabeza con un arma que el extorsionador eliminaba tras obtener el tilde azul.