Los vecinos de Luzarriaga al 2400, barrio Nuevo Alberdi, notaron en el último tiempo el deterioro físico de Carla Cabaña por el consumo problemático de sustancias. Así también supieron que se había involucrado en la venta de drogas, sobre todo por el vínculo con su ex pareja y padre de dos de sus cuatro hijos, que está preso. La mujer de 33 años fue asesinada el 16 de septiembre con un balazo en la cabeza al igual que su amiga Magalí Paiz, de 19, quien también formaba parte de ese entramado de narcomenudeo. El incremento de femicidios en contextos de criminalidad organizada va de la mano con el aumento de mujeres asesinadas en general: en lo que va de 2022 son 49 los casos registrados en el departamento Rosario, más que en todo 2020 y 2021 juntos.
El día previo al doble crimen, Carla y Magalí estaban en la casa de la mayor, en Luzarriaga al 2400, una vivienda de dos ambientes que ni siquiera tenía cerradura. A Carla la habían ido a visitar sus hijos, que tienen entre 2 y 12 años y viven con otros adultos en el barrio Ludueña. Con ellas estaba Joel, el novio de Magalí, quien formaba parte del mismo grupo que vendía drogas en el barrio.
Todo ese contexto fue revelado horas después del hecho por los vecinos, quienes también dijeron que Carla atravesaba muchos problemas de consumo de drogas. Algo que los investigadores advirtieron cuando encontraron en la escena del crimen varias pipas que se usan para fumar cocaína cortada. En ese marco se ubicó desde un principio al doble femicidio, que se concretó cuando un hombre llegó a la casa y mató a Carla y a Magalí con un tiro en la cabeza a cada una y delante del novio de la más chica.
El fiscal Patricio Saldutti quedó a cargo de la investigación del caso, que a las pocas horas arrojó una hipótesis con sospechoso incluido. Se advirtió que el autor podía ser "Jorgito", un hombre con parentesco con la ex pareja de Carla y ligado al clan Romero, una banda con peso en el narcomenudeo de ese sector del norte rosarino. A su vez el ex de Carla, preso en Coronda, está sospechado de haber puesto a la mujer a vender para él droga que le bajaba Julio "Peruano" Rodríguez Granthon.
La hipótesis es que Carla había acumulado una deuda económica —aunque no esté claro si fue por no rendir las ganancias o por consumir la droga que era para la venta— y por ese motivo su ex pareja pudo haberla mandado a matar. "Jorgito", identificado como Jorge Pérez, de 34 años, fue detenido el martes y el viernes le imputaron dos homicidios calificados por mediar violencia de género, portación ilegítima de arma de guerra, y el robo del celular de una de las víctimas. La jueza Verónica Lamas González confirmó la prisión preventiva por el plazo de ley.
Luego del crimen el fiscal Saldutti habló del doble femicidio de "dos mujeres desamparadas en un contexto de vulnerabilidad". En conversación con La Capital explicó por qué: "La violencia de género más común es en contexto familiar o doméstico, cuando son pareja y tienen denuncias previas de violencia. Pero también se puede encuadrar la violencia de género cuando la mujer pierde personalidad y pasa a ser un objeto, se objetiviza el cuerpo de la mujer o la persona en sí misma".
"Por ejemplo en un contexto de criminalidad organizada, donde la mujer es moneda de cambio, donde la ponen a vender o trasladar droga, la utilizan para saciar los deseos sexuales de los hombres que ocupan lugares de poder en la organización", agregó. Esa situación es el que se advierte en este caso, donde el trasfondo está vinculado al comercio de drogas y el lugar que Carla ocupaba en ese entramado. Ella y Magalí, al igual que el novio de ésta, habían generado una deuda que el femicida saldó matando a las chicas y dejando con vida al varón. "El criterio de selección de víctimas pone de relieve y determina la existencia de violencia de género en contexto de criminalidad organizada", explicó Saldutti.
Cifras
En lo que va de 2022, según los registros de La Capital, hubo 218 homicidios en el departamento Rosario. De ese total, 49 crímenes tuvieron como víctimas a mujeres. Según el avance de las investigaciones o comentarios de los vecinos, de esos 49 hechos en al menos 16 las víctimas fueron los blancos directos de los ataques en contexto de venta de drogas. Se encontraban en puntos de venta o en sus casas. En otro doble femicidio las víctimas fueron secuestradas y arrojadas en un descampado.
En 26 casos se trató de hechos vinculados a conflictos entre bandas. Pero en este segmento las características son más variadas: víctimas por error en ataques que eran para otras personas, nenas asesinadas junto a su madre y a su padre en balaceras dirigidas a toda una familia sin distinguir blancos, familiares de miembros de bandas delictivas que eran el objetivo del ataque, vecinas que murieron al quedar en medio de tiroteos ejecutados para marcar zonas de bandas rivales o meter miedo en un barrio.
>>Leer más: En lo que va de 2022 mataron en Rosario a más mujeres que en todo el año pasado
El resto de los hechos, con 7 víctimas, tienen distintas variantes. Tres de ellos son investigados como femicidios por existir una relación previa con los sospechosos de haber cometido los crímenes. En otros tres fueron asesinadas en episodios de robo. Y en el restante murió una mujer al quedar en medio de disparos que eran para un hombre por un conflicto barrial.
Cada caso tiene su complejidad y amerita un análisis profundo que se lleva adelante en sus investigaciones particulares. Sin embargo en la mayoría hay rasgos que se repiten. Algunas aparecieron recientemente con más frecuencia y hablan de cómo se profundizó la exposición de las mujeres a la violencia en contexto de criminalidad organizada. Además de lo cualitativo, los números son la certeza de que la situación se agravó: en lo que va de 2022 fueron asesinadas más mujeres que en todo 2020 y 2021, años en los que hubo 45 hechos en total. Otros datos no escapan a las generalidades de la violencia urbana: al menos 27 víctimas tenían menos de 30 años y 44 fueron asesinadas a balazos en barrios periféricos.
Enfoque
Luciana Vallarella, de la Fiscalía de Violencia de Género, indica que dada esta circunstancia es necesario adoptar nuevas maneras de investigar los casos de mujeres asesinadas en contexto de criminalidad organizada. "Hemos propuesto empezar a trabajar estas muertes con una perspectiva de género para contar con información certera y definir si realmente se da la situación de femicidio o si son muertes que no pueden ser consideradas de esta manera. No toda muerte de una mujer implica femicidio, pero una de las tipologías del femicidio es la que se da en contexto de criminalidad organizada", explicó.
>>Leer más: Los hechos de mujeres asesinadas en contexto narco van en aumento
La fiscal advirtió que en el último tiempo, apenas desde el año pasado, se han notado cambios en los crímenes con víctimas mujeres en estos contextos. "La cuestión está en la forma, en que son asesinadas con mayor saña, con una violencia muy expresiva, con el despojo del cuerpo de la mujer como un desecho. Muchas veces la mujer es tomada como objeto de venganza, se da una objetivización de la mujer en detrimento de un varón de otra organización", sostuvo.
Un caso que puede servir como ejemplo es un doble homicidio ocurrido en diciembre de 2021, cuando Nerina Yanet Guzmán, de 24 años, y su pareja Luis Ricardo Sequeira, de 34, fueron asesinados a balazos y sus cuerpos hallados en un descampado de la zona noroeste. Si, como se dice, los cadáveres hablan, en este caso una diferencia lo dice todo: ella tenía 33 balazos, él 2.
Vallarella remarcó que también hubo un aumento en los niveles de violencia en los casos que tienen que ver con relaciones de pareja: "Empezamos a ver casos de balaceras o extorsiones realizadas por ex parejas o parejas actuales con las mujeres como víctimas, formas de violencia distintas a las que se veían antes".
>>Leer más: "Comprar droga sale más barato que llenar la olla", la trama social detrás del crimen de una chica en un búnker
Por otro lado, el aumento en la cantidad de mujeres asesinadas en contextos de criminalidad organizada habla también de un incremento de su participación en estos entramados. Se abren distintas posibilidades para explicar este fenómeno. "Puede deberse a que algunos de los miembros de las bandas fueron encarcelados y toman la posta mujeres que son familiares. También tiene que ver con la situación económica apremiante que hace que las mujeres que están en condición de extrema vulnerabilidad económica se vuelquen a este tipo de actividades que en otro momento no se veían forzadas a hacerlo", analizó.
Están aquellas mujeres, sobre todo chicas jóvenes, que venden en puntos de venta de drogas en condiciones precarias, similares a la servidumbre, más expuestas a la violencia y en muchos casos junto a los hijos a su cuidado. Pero también quienes ocupan algún rango de autoridad en las bandas que integran. Sobre este último segmento Vallarella analizó: "Siempre tienen por encima a otros varones, por lo que si tienen un poder de decisión, es relativo. No se ven mujeres que dirijan una organización, algunas sí pero son espacios heredados o excepciones que se pueden analizar particularmente".
También indicó que es cierto que "últimamente tienen una presencia más activa y más violenta que en años anteriores". "Pero no tiene que ver con un mayor protagonismo, o que estén empoderadas. Estas organizaciones son fuertemente patriarcales y jerarquizadas, no hay lugar para eso".