Una chica de 22 años fue asesinada la noche del martes en un pasillo del asentamiento Los Pumitas, en el barrio Empalme Graneros. La balearon en la puerta de la casa en la que se había instalado hacía poco tiempo, donde según vecinos funciona un punto de venta de drogas. El trasfondo del homicidio parece estar vinculado al narcomenudeo, trama en la que aparecen al menos dos transeros que manejan la venta en el barrio. Hace diez días en la misma zona detuvieron a una mujer a la que le secuestraron 17 kilos de marihuana y un cuarto de kilo de cocaína, que según fuentes de la investigación es la madre de la víctima.
La calle Virginio Ottone nace en Juan José Paso al 5500 y en dirección al norte llega hasta la altura 1300, en ese punto corta con la cancha del club Los Pumas. Entonces hacia la derecha se abre un pasillo angosto con piso de tierra que alterna con un barro permanente que se forma cuando brota agua servida de las redes cloacales precarias. Así se llega hacia los ranchos que forman el asentamiento de ese sector del barrio Empalme Graneros conocido como "Los Pumitas". Uno de los pasillos que nace de ese pequeño laberinto conduce a una casa cuya puerta de chapa tiene marca de balazos y en su fachada de material un mural de San La Muerte. En ese lugar el martes a la noche fue asesinada Brisa Maitén Brest, de 22 años, luego de recibir balazos en el abdomen.
Que Brisa Brest vendía drogas en esa misma casa es un rumor que corrió como una certeza en los pasillos de Los Pumitas. Los vecinos contaron a La Capital que se había instalado hacía poco tiempo en esa vivienda. "Desde que mataron al chiquito de 13 años empezaron a vender ahí, a partir de ahí cambiaron continuamente de gente", contó una mujer que vive en la zona. Hacía referencia a Juan David Godoy, asesinado de un balazo en la cabeza en ese mismo pasillo en junio de 2019. Son varios los crímenes que permanecen en la memoria colectiva de esta barriada, donde el trasfondo de la mayoría de esos casos conduce a disputas por el narcomenudeo.
La primer versión sobre el asesinato de Brisa Brest fue la que su pareja le comentó a los investigadores: que habían ido a un kiosco y cuando ella estaba afuera del local fue sorprendida por los disparos que partieron desde personas que pasaron en una moto. Sin embargo a las pocas horas los encargados de la pesquisa tomaron con pinzas ese relato, es que no hay ningún kiosco puntualmente en donde ocurrió el crimen. El pasillo termina en la casa de la víctima, donde quedaron estampados los agujeros de los balazos.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
La mataron pasadas las 20.30 del martes. La chica fue herida en la zona del abdomen y su pareja la llevó de urgencia al Hospital Alberdi, donde ingresó con un paro cardiorrespiratorio y murió a pesar de las maniobras de reanimación que los médicos sostuvieron durante unos minutos. En la escena del hecho, que es investigado por el fiscal de Homicidios Gastón Ávila, la policía recogió cuatro vainas servidas calibre 9 milímetros y ningún testimonio más que el de la pareja de la víctima.
Competencia o represalia
El suboficial Cruz de la comisaría 20ª, ubicada a pocas cuadras del lugar, fue a la escena del crimen y luego notificó que los vecinos no aportaron datos. La mañana siguiente, entre los testimonios que brindaron a La Capital, los habitantes de Los Pumitas insistieron en la desconfianza a la policía. Sobre todo en esa misma comisaría: todavía permanece el recuerdo de los funcionarios de esa seccional que en julio de 2020 fueron condenados por la Justicia Federal por colaborar con Sixto "Chaqueño" Pérez, un transero de otros tiempos.
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En la seguridad del anonimato los vecinos cuentan cómo funciona el entramado del narcomenudeo en esa zona de Los Pumitas. "La chica esta no era de acá, a esta gente la traen de cualquier lado y la ponen a vender. Ya los conocen todos en el barrio. El punto de ese pasillo es de la misma gente de los puntos de allá atrás", contó un hombre. Se refería a los puntos de venta de drogas que hay alrededor de un potrero ubicado al lado del club Los Pumas. Cada boca de pasillo, aseguran, conduce a distintos búnkeres o puntos de acopio para gente que vende a pie y a la vista de todos.
En ese marco, del comentario vecinal aparecen dos apodos. Por un lado "El Salteño" y por otro lado "La Gringa". No hay precisiones si se trata de un mismo grupo o de transeros enfrentados, pero ambos surgieron en las distintas versiones sobre lo que pasó este martes con Brisa Brest.
El 15 de julio, en esos mismos pasillos que nacen al final de calle Ottone, fue detenida Analía Verónica B, de 47 años, a quien le secuestraron 17 kilos de marihuana, 260 gramos de cocaína, un chaleco antibalas, dos balanzas de precisión y una pistola 9 milímetros. Una información con la que cuenta el fiscal Ávila es que esta mujer es la madre de Brisa Brest.
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Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Ese día un llamado a la policía avisó que la mujer estaba armada vendiendo drogas en la vía pública, y que además trabajaba para una transera conocida como "La Gringa". En esos rumores apareció también la mención a los familiares de El Salteño. Se trata de Cristian V., preso e imputado por el triple crimen de febrero de 2020 en el que fueron asesinados Cristopher Albornoz, su pareja Florencia Corbalán y la hija de 1 año de ambos en Génova al 5600. Albornoz era hijo de Miguel Ángel "Caracú" Albornoz, vecino de Empalme Graneros condenado en junio pasado a 6 años de prisión domiciliaria por tráfico de drogas.
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Con ese telón de fondo hay al menos dos posibilidades en torno al crimen de Brisa Brest. En Los Pumitas hubo quienes supusieron que se trató de una represalia por el cargamento de droga perdido tras el operativo en el que fue detenida su madre. Otros advirtieron de una posible disputa entre distintos transeros, motivada por la intención de un grupo de sobreponerse a otro tras el debilitamiento que implicó la caída de una de las partes.
"Más barato que llenar la olla"
"Se hacen los vivos con todos. Aprietan a la gente, les ofrecen plata y si no aceptan los sacan a los tiros", contó un muchacho del barrio. La consecuencia del narcomenudeo, además de la violencia armada, es el deterioro en la salud de los consumidores. "Venden esa mierda toda cortada y los pibes caen cada vez más en esa tentación. Aparte ahora la fuman y eso los hace pelota", describió.
Ese panorama se extiende varios metros alrededor del asentamiento. "Están por todo el barrio, últimamente están tomando todos los pasillos, se fueron desparramando y ahora se sienten más. Si abrís la boca te cagan a tiros", contó una mujer en voz muy baja. "Siempre están arreglando con la policía, entonces se van moviendo. Los allanan en un lado y se van a vender a otro", agregó.
Al ver pasar a lo lejos a una chica joven con su criatura en brazos, esta mujer puso su caso como ejemplo: "Ella no consumía, pero no le alcanzaba con la asignación (por la Asignación Universal por Hijo) y no conseguía trabajo. Entonces no le quedó otra que ponerse a vender". "Así se meten también en el vicio, entonces entran en un círculo porque venden y con lo que le pagan compran para consumir", indicó. Además aportó un punto de vista que describe el grado de complejidad a nivel social: "Entrar en el consumo le sale más barato que comer. Con 500 pesos compran la droga, una bolsa sale más barato que llenar la olla".