Tres balazos en un contexto de robo acabaron con la vida de un joven en el barrio de Arroyito. Joaquín Fernando Pérez, arquitecto de 34 años y padre de una nena de 2, fue asesinado por personas que lo abordaron en la puerta de una cochera para robarle el auto. Los vecinos, que lo conocían de toda la vida, convocaron a una marcha para exigir justicia. Un crimen, por sus características particulares, que generó un impacto social distinto al de la mayoría de asesinatos que ocurren en la ciudad.
Como cada noche, pasadas las 22.50 del martes, Joaquín Fernando Pérez llegó a una cochera de pasaje Muñiz al 1200, en Arroyito, para guardar su auto. Estaba en eso cuando fue abordado por asaltantes que, con el fin de robarle el vehículo, le dispararon tres balazos. Con dos heridas en el pecho y otra en la pierna, todas de gravedad, el hombre alcanzó a correr unos 200 metros hasta la puerta de su casa, ubicada en Juan B. Justo al 1700. Allí se encontró con su esposa, su hija y los vecinos que salieron de sus casas al escuchar el ruido de los disparos. Poco se pudo hacer: la ambulancia tardó en llegar y varios minutos después Joaquín murió en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca).
"Yo creo que hay conmoción porque está muerto. Pero nadie hizo nada para salvarlo, se quedaron esperando que llegara la ambulancia, que tardó un montón como siempre", contó a La Capital Gabriela, suegra de la víctima. "Estuvo 15 minutos desangrándose con mi hija y la bebé al lado suyo. Nadie hizo nada", agregó la mujer. Los vecinos de la zona, en cambio, dijeron que en la espera de la ambulancia hubo gente que intento reanimarlo.
Tal como detalló Gabriela, la víctima llegó como pudo a su casa y allí se desvaneció sobre la vereda. Las huellas de sus manos ensangrentadas quedaron plasmadas en la puerta de la vivienda, una marca dramática de este hecho brutal que conmocionó a la ciudad. Faltaban minutos para las 23 del martes cuando, según la versión preliminar del Ministerio Público de la Acusación (MPA), Joaquín fue abordado por un número todavía desconocido de personas en el momento en que ingresaba su Renault Clío en una cochera de Muñiz al 1200. La víctima vivía a pocos metros de allí, sobre Juan B. Justo al 1700, y hacía ese camino todos los días. Pero este martes tres balazos en un contexto de robo le pusieron freno a su vida.
Con dos heridas en el pecho y una en la zona inguinal, todas de extrema gravedad, el muchacho alcanzó a llegar a la puerta de su casa. Después de una espera de varios minutos una ambulancia lo trasladó al Heca, donde pasó directamente a quirófano y falleció cerca de las 00.30. Mientras tanto el vehículo robado fue hallado horas después en la zona de Olivé y Flynn, a casi diez cuadras de donde había ocurrido el asalto. En su interior había una pistola calibre 40 que quedó secuestrada para verificar si fue la utilizada en el crimen. El caso lo investiga el fiscal de Homicidios Adrián Spelta.
Un hombre querido
Una vida construida en base a su familia y su trabajo. Así describieron vecinos y familiares a Joaquín Pérez. "Nunca vi un papá tan enamorado de su hija", resumió Gabriela, su suegra. Joaquín se había casado en 2018 con su compañera Indiana, con quien estaba de novio desde que iban a la secundaria. Él trabajaba como arquitecto y ella, de 29 años, está terminando sus estudios. Vivían juntos y con la niña de 2 años en la casa de Juan B. Justo al 1700 que este miércoles amaneció con su puerta marcada con dos manos ensangrentadas.
Gabriela contó que el muchacho había tenido una vida difícil y que aún así había logrado sobreponerse a las adversidades. "El papá murió en un accidente y la mamá en un brote de hantavirus, también había perdido a su hermanita. Solo le quedaba un hermano, su mujer y su hija", dijo la mujer. "Yo lo tomé como si fuera mi hijo, era muy chico. Fue muy estudioso y salió adelante solito", agregó. Joaquín también tenía su grupo amigos, con quienes todos los sábados jugaba al fútbol.
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Los vecinos de calle Juan B. Justo al 1700 se sumaron a la indignación y dolor de la familia de la víctima. "Era un chico estudioso, trabajador, buena gente. Lo digo porque después empiezan a preguntar si andaba en algo raro", contó una mujer de la cuadra. A ella, agregó, le avisó su hijo, que vive en España, quien se había enterado del hecho por la radio y la llamó para preguntarle qué había pasado. "Me llamó a la mañana preguntándome qué pasó, porque el chico de acá al lado también se llama Joaquín, pero él se fue a Italia, el mío está en España, el del edificio de acá también se fue a España. Que se vayan todos, esto no da para más, ya tiene las entrañas podridas este país", dijo la mujer sumida en el disgusto.
Los comerciantes de la zona también recordaron a la víctima. "Lo vimos crecer, era un chico excelente, venía a comprar muy seguido", dijo la señora que atiende el kiosco de Juan B. Justo y Muñiz. Este miércoles por la mañana la mujer trabajaba mientras miraba la transmisión en vivo del noticiero televisivo. "Me hace muy mal lo que estoy viendo", dijo entre lágrimas. En la calle, mientras tanto, la conmoción vecinal creció hasta el punto de que comenzó a tomar forma una movilización callejera para reclamar justicia por Joaquín.
Conmoción social
"Es un día muy triste. El de Joaquín no es un asesinato más. Un buen chico, un resiliente que había perdido a sus viejos y seguía estudiando, trabajando, siendo padre… No naturalicemos estas cosas. Si vinieron fuerzas, por favor, que empiecen a cuidarnos mejor". Así se expresó el intendente Pablo Javkin a través de su cuenta de Twitter. Acaso la expresión pública que más graficó que este hecho impactó mucho más, y de manera distinta, que tantos otros que ocurren en la ciudad, que lleva 184 homicidios en lo que va del año.
Algunas características del crimen, tan brutales, asemejan a este hecho puntual a tantos otros: los tres disparos arteros, la víctima desangrándose delante de su hija y su pareja, la ambulancia tardando largos minutos en llegar, la impotencia y el temor de los vecinos. Puntos en común entre tantos casos que nutren el historial violento de la ciudad.
Pero hay características singulares, que solo pocos casos en lo que va del año repitieron, que hacen que el impacto generado sea mayor y ponga a funcionarios como el intendente a reparar en la historia personal de Joaquín Pérez. Son, justamente, el contexto del hecho y las características de la víctima: una ocasión de robo en la que es asesinado un joven de clase media, profesional, padre de familia y querido por sus vecinos.
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El efecto fue inmediato. El hecho se convirtió en la noticia del día y las coberturas de los noticieros televisivos mostraron la leyenda "Justicia por Joaquín" a lo largo de toda la transmisión. Con el paso de las horas la agrupación Vecinales Rosarinas Unidas por la Seguridad consolidó la convocatoria: una movilización el jueves a las 19.30 en la esquina de Alberdi y Juan B. Justo para pedir justicia por Joaquín.
En este movimiento apareció otra característica particular que distingue al hecho de la mayoría de los ocurridos en la ciudad: la conmoción social y acuerdo colectivo inmediato para salir a las calles a reclamar. Algo parecido a lo que años anteriores pasó con las movilizaciones aunadas en el lema "Rosario Sangra". Siempre a partir de hechos con características similares a la del asesinato de Joaquín Pérez, al menos en lo que respecta a la víctima. En paralelo a los reclamos de la sociedad civil apareció el cimbronazo político, esta vez a semanas de las elecciones y con el intendente pidiendo a las fuerzas federales que "empiecen a cuidarnos mejor".
Lo cierto es que movilizaciones para exigir justicia por víctimas de las distintas formas de la violencia hay casi cada semana. Sin ir más lejos para este viernes hay una marcha prevista para pedir avances en la causa que investiga la muerte de Gonzalo Molina, un joven de 20 años asesinado el 6 de febrero cuando estaba en un cumpleaños y quedó en medio de una balacera en la zona de Garibaldi al 3700. Su madre lleva adelante cada mes la tarea de movilizarse al Centro de Justicia Penal, aunque siempre sola, apenas con la compañía de sus seres queridos.
Lo que queda de fondo más allá de los distintos hechos que impactan social y políticamente con mayor o menor efecto, dependiendo de las características de cada hecho y sus víctimas, es una problemática arraigada: el uso y abuso de armas de fuego, la violencia como medio, el asesinato como consecuencia. Y luego el efecto, familias y allegados despedazados por la pérdida repentina de un ser querido.