Una mujer que había sido condenada el año pasado por el homicidio de un jubilado en su vivienda de Parque Casas, que murió en ocasión de un robo, recibió la confirmación de esa sentencia. La Cámara Penal de Rosario no aceptó los argumentos de la defensa, que había solicitado que se le atenuara la pena dado que sus problemas mentales la hacían merecer de ese beneficio. El tribunal superior avaló, por consiguiente, la pena de diez años de prisión que se le había impuesto en un juicio oral.
El 3 de abril de 2009 Gabriel Retamar fue asesinado en su casa de Casiano Casas 1647 a la cual habían ingresado cinco personas para robarle. Los intrusos lo maniataron y le colocaron una toalla en la boca, lo que le provocó la muerte por asfixia.
Uno de quienes participaron fue Edgardo Emilio Oviedo, que ya fue condenado a 14 años de prisión como coautor de homicidio en ocasión de robo. A su vez, Ayelén R., quien al momento del suceso tenía 16 años, también fue acusada como coautora de robo seguido de muerte por una jueza de Menores, que al final la absolvió al entender que una sanción penal era innecesaria. El otro hombre que intervino en el hecho está prófugo.
Quedaban dos personas a ser juzgadas por este delito, lo que se concretó en junio del año pasado, cuando Josefina Villalba y Sergio Guzmán llegaron a un proceso oral. Guzmán fue sentenciado a tres años de cárcel como partícipe primario, pero como llevaba tres años y dos meses detenidos se le dio la sanción por terminada.
El más prolongado debate del juicio se centró en Josefina, que fue quien ahora finalmente recibió la condena final a diez años. El juez de sentencia Gustavo Salvador le había impuesto esa pena hace once meses. Este magistrado resolvió que la sanción fuera cumplida bajo arresto domiciliario. La pena fue resuelta a pesar del leve retraso mental que sufre la imputada, quien al momento del hecho "comprendía la criminalidad de sus actos y podía dirigir sus acciones", según Salvador.
Perfil de vida. Villalba es analfabeta y además del retraso mental que padece sufre un cuadro de hemiparesia (parálisis parcial que afecta un brazo y una pierna del mismo lado del cuerpo) a raíz de una meningitis que sufrió a los 9 años. En su alegato, el abogado Adrián Ruiz, defensor de la mujer, pidió su absolución por su condición de inimputable. Pero el juez consideró que su patología mental no le impidió comprender su conducta delictiva y consideró el informe de los peritos que la examinaron. "Puede valorar las conductas valiosas y disvaliosas y distinguir entre el bien y el mal", dijeron los profesionales.
Listado de atenuantes. Pronunciada la condena, la defensa insistió en la apelación con el argumento de que la discapacidad mental y la situación socioeducativa de Josefina le impedía concebir un acto criminal como el que sufrió el jubilado, pese a ser capaz de discernir entre acciones buenas y malas. Y que no podía representarse que la acción de la que tomó parte desembocaría en la muerte del dueño de casa. Por ello pidió que se le rebajara la sanción a un tercio y calificara la acción como robo seguido de muerte "por culpa inconsciente".
Imputable. El fiscal de Cámaras replicó que el retraso mental de Villalba existe pero eso no la convierte en inimputable. Admitió que la mujer no pudo organizar el hecho que terminó en homicidio pero no consideró discutible dos planos de la acción de la mujer: que ella habilitó la entrada al resto del grupo, dado que era la que conocía al dueño de casa, y que observó el accionar del grupo sin impedir el fatal resultado.
El camarista Adolfo Prunotto Laborde convalidó el planteo acusatorio y por tanto la condena. También aceptó el criterio de que por el particular estado de la mujer la pena se cumpla en su ámbito domiciliario. Los jueces Ernesto Atilio Pangia y Alfredo Ivaldi coincidieron con su colega.
Un vaso de agua, una puerta abierta, un final trágico
Un pasaje esencial del fallo es el que se detuvo en valorar el especial rol que tuvo Josefina por ser quien conocía al jubilado que le abrió la puerta de su casa, precipitando lo que ocurrió después y dejando ingresar al grupo de ladrones. Una de las coimputadas, Ayelen R., explicó que Josefina le pidió que la acompañara hasta la casa de un amigo de ella, por Casiano Casas entre Miller y Esquivel. Al llegar le golpeó la puerta y le pidió que la dejara pasar al baño, para luego pedirle un vaso de agua. Así empezó el acto que terminó en el crimen de Gabriel Retamar.
Otro testimonio ponderado durante el juicio fue el Jorge V., un vecino del jubilado que mantenía una relacion fluida con él y conocía a las personas que frecuentaban su casa. Una de ellas era Josefina Villalba. “Ella tomaba mates con él y le pedía permiso para ir al baño”, declaró en el juicio. El testigo aseguró que el día del hecho una de las personas que escaparon del domicilio era “La negra” (Villalba). Según dijo, la mujer se marchó llevándose una agujereadora de color naranja que pertenecía al anciano. “Retamar la cuidaba mucho porque era costosa y la usaba para hacer arreglos en la casa. Yo también la utilicé para realizar algunos trabajos”, explicó el testigo.