Un nuevo ciclo para curar viejas heridas
La larga espera llegó a su fin. Es tiempo de archivar el pasado, aunque se verá si no se deja ver por alguna rendija. Todo dependerá de lo que pase esta noche en Mendoza, la ciudad que cobijó con cariño la llegada de la selección y en especial a Messi, que regresa sin haberse ido, la primera victoria de Edgardo Bauza que sin embargo indefectiblemente será a puesta a prueba en el crisol de los resultados. Esos que arrimaron a la albiceleste tanto a la gloria, que por no alcanzarla tantas veces dejó una inconfundible sensación de fracaso. Injusta, por cierto. Será Uruguay el rival, el líder de la eliminatoria. Mejor que así de exigente sea la prueba. Argentina al fin está a tiro, no habría motivos para pensar que no pueda superarla, excepto por el tremendo cuadro de caos que exhibe el fútbol argentino desde hace tiempo, y que el Patón y los suyos, como emergentes de la normalización que se busca, intentarán desde esta noche disimularlo en la cancha.
1 de septiembre 2016 · 00:00hs
La larga espera llegó a su fin. Es tiempo de archivar el pasado, aunque se verá si no se deja ver por alguna rendija. Todo dependerá de lo que pase esta noche en Mendoza, la ciudad que cobijó con cariño la llegada de la selección y en especial a Messi, que regresa sin haberse ido, la primera victoria de Edgardo Bauza que sin embargo indefectiblemente será a puesta a prueba en el crisol de los resultados. Esos que arrimaron a la albiceleste tanto a la gloria, que por no alcanzarla tantas veces dejó una inconfundible sensación de fracaso. Injusta, por cierto. Será Uruguay el rival, el líder de la eliminatoria. Mejor que así de exigente sea la prueba. Argentina al fin está a tiro, no habría motivos para pensar que no pueda superarla, excepto por el tremendo cuadro de caos que exhibe el fútbol argentino desde hace tiempo, y que el Patón y los suyos, como emergentes de la normalización que se busca, intentarán desde esta noche disimularlo en la cancha.
En la última cita de eliminatoria en Córdoba se había visto un Messi feliz como nunca. Siempre sonriente y optimista. Cuánto cambió desde aquel 26 de junio en que anunció el no va más. Su cambio de semblante se vio en el cambio de look con su pelo rubio, pero es como que para saber qué pasa en su interior desde que decidió decirle "sí" a Bauza, habrá que esperar que todo decante, que la pelota ruede, que sienta que calzar la 10 de la selección lo sigue haciendo feliz. Por eso es tan importante el partido de esta noche que reanuda el camino a Rusia. No porque el resultado sea determinante para ese fin, sino porque el nuevo ciclo arranca envuelto en demasiados interrogantes. Que no tienen que ver con la capacidad del Patón ni su entusiasmo por asumir el desafío de su vida, sino precisamente por saber si la herida de la última Copa América cicatrizó, está en vías de eso o sigue abierta. Y no solo en Messi, aunque está claro que en él está encarnizada.
Tiene que ver entonces mucho con lo anímico y menos con lo futbolístico, aunque Bauza ya le puso su toque, con escasísimo tiempo de prueba, y serán temas de análisis las inclusiones de Zabaleta y Pratto, las exclusiones de Mercado y Banega, de los mejores en la Copa, y el sistema táctico. Argentina tiene un examen emocional por sortear ante un rival de quilates y de él depende que las huellas del pasado reciente empiecen a perderse en el camino. Todo es expectativa entonces. Messi, Bauza, el fútbol rosarino ¿por qué no? El argentino ni hablar. Está en juego, de entrada, el desafío de barajar y dar de nuevo, y si la capacidad de seguir soñando al fin puede realimentarse.