Cada una de ellas reflejan mi historia, mi viaje y el conjunto resume mi vida como entrenador. Porque esta profesión te impone un contexto en el que decidís en soledad, y cuando estás en un club, fundamentalmente aquellos de mucha convocatoria en los que me tocó estar, uno debe manejar un lenguaje cuidadoso, además porque soy de aquellos a los que les gusta hablar poco, entonces por ahí sintetizo mi pensamiento con una frase. Actualmente se habla mucho y se hace poco, también en el fútbol, y creo que el proceso es inverso. Por eso sé que soy un tipo difícil de entrevistar.
¿Cuánto incidió la fortaleza mental que forjaste en el fútbol para superar los problemas de salud?
En el fútbol la fortaleza mental es determinante. Y uno construye un método para afrontar constantemente imprevistos como técnico y conductor de grupo. Aparece un problema, vamos, no nos preocupamos, nos ocupamos y buscamos resolverlo. Y mirá que uno pasó por momentos de mucha tensión dentro de la cancha, tanto para salir de situaciones complejas como para conseguir cosas importantes. Entonces cuando me dijeron hay un tumor les pedí a los médicos: "Me cuentan cómo es el problema". Recabé la mayor información profesional posible de los grandes médicos que me trataron y después mantuve charlas con personas que habían pasado por esto. Y aunque parezca un poco loco, lo que más quise saber era cómo era el día después al tratamiento y a la cirugía. En esa búsqueda tuve la suerte de que Serrat vino a Rosario y muy gentilmente accedió a conversar. Porque el médico te lo puede decir de una manera, pero el que lo vivió tiene en su narración un valor agregado atravesado por lo que sintió. Todo esto tiene que ver con mi forma de vivir, porque cuando más información tengo más tranquilo me siento.
¿Lo planteás como si se hubiese tratado de un rival?
Tal vez, pero lo que yo quería era saber los pro y los contra que tenía todo esto, partiendo de una consigna por la que todos me decían: "De esto no te morís", pero era consciente de que para que eso fuera así me tenía que ocupar. Y en ese ocuparme del problema me ayudó muchísimo trabajar. Para mí trabajar fue terapéutico.
¿Qué fue lo que más utilizaste de lo que te dijo Serrat?
Todo. Sí hay algo que me sirvió muchísimo. Porque él desde su espontaneidad me dijo que al problema lo contara cuando sintiera hacerlo, cuando yo considerara que era el momento justo, que iba a fluir cuando concluyera una etapa. Y así fue. Conseguimos el campeonato con Millonarios y en esa conferencia rodeado de mi familia nació decirlo. Y mi familia y amigos más cercanos fueron claves, porque me rodearon y a la enfermedad la hicieron propia, como también al trabajo para resolverlo.
russo2.PNG
Virginia Benedetto / La Capital
Lo contás con demasiada simpleza.
Es simple. Asumir la enfermedad, confiar en los médicos, hacerles caso, ocuparse, conocer de qué se trata y no hacerse tantas preguntas por qué yo o por qué a mí. Te tocó como a millones. Dale, andá para adelante y a prepararse para dar pelea.
¿Y después la bacteria?
Un bonus. Y bueno, es algo que me tocó, Dios sabrá el porqué. Como te decía, yo no reniego ni me demoro en preguntas sin respuesta. Sin dudas que fue difícil entender que tras salir de una enfermedad tuve que estar dos meses padeciendo a esta bacteria.
¿Ahí sí la pasaste mal?
Y sí, me enojé mucho. Me puse malo. Hubo un momento que no contestaba el teléfono, después lo apagué, elegí quedarme solo unos días, en esa soledad mi cabeza dio una pelea sin cuartel porque los pensamientos eran ambiguos, contradictorios. Es que no podía entender cómo carajo superás un cáncer y perdés con una bacteria. Porque ojo que la bacteria te lleva. Con la sangre te toma un órgano y te gana. Hasta que una mañana dije basta, arranqué de nuevo y me dije: "Miguel, no te puede matar una bacteria, dejate de joder".
¿Cómo se maneja el miedo en estas circunstancias?
Miedo tenemos todos. Es un síntoma de cordura. Como en cualquier circunstancia se trata de que uno maneje al miedo y no el miedo a uno. Para eso es clave tu entorno, el positivismo de tu alrededor, que es el mismo que actúa incluso como un escudo de aquellos que sin quererlo a veces son militantes del pesimismo. Insisto con esto porque es muy importante, que tu gente sea positiva ayuda un montón. Porque sin dudas que cuando te acostás alguna vez la cabeza da vueltas en hipótesis no deseadas, pero cuando te levantás y te encontrás con que mi señora Mónica, mi hija Nati, mi hijo Nacho se tomaron un avión para estar en Bogotá para rodearme, esas hipótesis cambian y se llenan de buenos augurios. Y te sentís sentimentalmente protegido, como querido. En esto no puedo dejar de reconocer a la gente de Millonarios, porque cumplieron un rol tan importante como increíble para mí.
russo3.PNG
Virginia Benedetto / La Capital
¿La fe es un jugador importante para estos partidos de la vida?
Soy creyente y por ende me aferro a la fe. El padre Ignacio también fue importante en ese aspecto porque conversamos y me pareció bárbaro, porque desde su postura potencia y sostiene la fe que uno tiene.
Hablaste del miedo y la fe. ¿Pensaste en la muerte?
Sí, por supuesto. Y pensé cuando dije que a mí una bacteria no me iba a matar. No era la muerte que quería. Y esto sí lo pensé mucho, porque consideraba que no era merecedor de morir por una bacteria. Plantearlo como un rival me ayudó muchísimo. Porque si sobrevivimos a tanto lío y a tanto quilombo para después morir por una bacteria no era justo.
Sé que te sorprendiste por el apoyo masivo del público cuando se conoció que estabas enfermo. ¿Por qué?
En esto quiero ser muy claro y fundamentalmente agradecido. Porque el cariño de la gente de Central, Lanús, Estudiantes, Boca, Vélez, Millonarios, la U de Chile y de todos los clubes en los que estuve me dio una inmensa fuerza con sus buenos deseos. Pero debo decir que lo de la gente de Central fue algo extraordinario, diferente, con cientos de situaciones halagadoras porque mi hijo vive aquí, porque yo elegí vivir en Rosario y porque cuando ando por la calle no paran de demostrarme su afecto, su estímulo y por sobre todas las cosas hacerme sentir parte de una ciudad, de una forma de sentir sin límite ni condicionamientos. Y mientras lo cuento me emociono porque me han dado su pertenencia por el sólo hecho de venir a trabajar y tratar de dar lo mejor de mí. Son fenómenos espontáneos de enorme significación. Más en un club tan grande donde no hay termino medio, te quieren o no te quieren, y a mí me representa esa idiosincrasia. Estaré eternamente agradecido al hincha de Central.
¿Tenés en claro que, más allá de los gustos futbolísticos, la gente de Central también te valora porque siempre viniste cuando te necesitaron?
Es mi forma. Fui a Estudiantes también en un momento difícil y en situaciones adversas. Igual con Vélez cuando agarré por un amigo y para muchos no debí haberlo hecho. Porque después no te va bien y el costo es tuyo y debés asimilarlo. Pero cómo no iba a venir a Central en sus momentos más difíciles, es ahí cuando tenés que venir. Muchos amigos de Buenos Aires me dijeron que estaba loco cuando vine para tratar de evitar el descenso de Central después de haber ganado la Libertadores con Boca. Locos estaban ellos porque no conocían lo que representa dirigir en este club. Y después volver para lograr el ascenso. Ahí debés estar, en la mala, en la buena están todos. Y para entender debés sentir como sienten los hinchas. Hoy Central es una parte importante de mi vida.
russo4.PNG
Virginia Benedetto / La Capital
¿Qué te generó ver banderas en diferentes hinchadas con tu nombre y deseándote lo mejor?
Pudor. Me parece que es demasiado. No te olvides que llevo más de 40 años con el fútbol, una vida, en la que hago lo que me gusta. Y cuando tenés reconocimiento, no futbolístico sino humano, es halagador. Y esto lo hablo con mi familia, porque ese es el mejor capital que uno deja, el del respeto a un trabajo y a una manera de conducirse por la vida. Por eso cuando suceden este tipo de situaciones complejas por una enfermedad o una bacteria, hay cosas que uno lleva adentro que salen a la luz y que antes tal vez no mostramos, por ese mecanismo de defensa que tenemos por temor a que nos lastimen. Durante todo este tiempo sobreviví a muchos cambios del fútbol y mi virtud tal vez fue saber acomodarme a los nuevos contextos.
¿Cómo sigue la vida?
Con los cuidados recomendados, con los estudios programados para los próximos meses y hasta el viernes cumpliendo con trámites y compromisos personales porque si Dios quiere el sábado regreso a Bogotá para dirigir a Millonarios, mi equipo y mi presente.
¿Por qué no va al Gigante?
El encuentro con Ovación transcurrió en el bar El Cairo, donde los clientes se fueron acercando a la mesa con sus celulares para registrar una selfie. Un joven le dijo que debía ir al Gigante, a lo que Russo respondió: "Me encantaría acompañarlo a mi hijo Nacho cuando va, pero mientras esté en actividad no iré, porque soy respetuoso del entrenador que está y no quiero molestar".