El lunes se cumplirán 40 años desde que un piloto argentino inscribiera por última vez su nombre en lo más alto del podio de la Fórmula Uno. Por supuesto, fue Carlos Alberto Reutemann, que en estos días corre una de las carreras más importantes de su vida y que aquel 17 de mayo de 1981 obtenía la última de sus 12 victorias en la máxima categoría, la que lo dejaba cómodo líder del campeonato, pero seguramente fue la más amarga también. Es que dos días antes, durante la primera tanda de la prueba de clasificación que le daría la pole position, un mecánico del equipo Osella se enganchó con el Williams del Lole en la estrecha e hiperconcurrida calle de boxes de Zolder y perdería la vida tres días después. Por eso no hubo festejo, además porque la fecha en el circuito belga fue acaso el ícono de una de las historias más absurdas de la F-1, donde la puja de intereses hacía que se corriera a cualquier costo, sin importar la vida de nadie.
Antes de Zolder, Reutemann ya había vuelto a mostrar su enorme destreza bajo la lluvia ganando con autoridad el GP de Brasil en Jacarepaguá, el domingo del famoso cartel “JON-REUT” que dijo no ver y que le valió la enemistad de su compañero, el campeón del mundo Alan Jones, y el costo que le hizo pagar el equipo Williams de segundo piloto hasta el final de ese 1981 que debió ser suyo. Pero el Lole, previo a Río de Janeiro, había vencido también sobre el piso húmedo de Kyalami y con cubiertas slicks, la prueba que debió abrir la temporada y cuyos puntos le hubieran permitido consagrarse. Pero la guerra FISA-FOCA, en los últimos años de reinado del inescrupuloso Jean Marie Ballestre y de quien lo sucedería, Bernie Ecclestone, hizo eclosión en Sudáfrica y los equipos alineados con el primero no se presentaron, entre ellos los poderosos Ferrari y Renault. Uno eliminaba las polleritas móviles, el otro las ratificaba. Dos reglamentos, la amenaza de dos categorías. En Long Beach nada de eso sucedería y se impondría el primero. Por poco tiempo.
Ecclestone seguía comandando el equipo Brabham, el mismo donde debutó Lole, y en ese domingo soleado de Zolder jugaría también un papel fundamental. Hacía rato que los pilotos exigían mejores condiciones de seguridad en los circuitos, agrupados en una poca incisiva GPDA comandada por el recién retirado Jody Scheckter, campeón del 79, y pocas veces llevaban adelante medidas de fuerza efectivas. Y en la recta principal, con los coches alineados en la angosta recta, Alain Prost, Gilles Villeneuve, Jacques Laffitte y Didier Pironi empezaron a unirse a las protestas de los mecánicos, quienes parados delante de la grilla, reclamaban lo mismo, luego de que Reutemann atropellara el viernes al joven mecánico de Osella Giovanni Amadeo, en el pandemónium de boxes, postal típica por otra parte de la F-1 de entonces.
1981 Belgian Grand Prix highlights (5/15)
El Lole tenía en ese momento el segundo mejor tiempo, detrás de Jones, y salió con gomas nuevas a hacer un nuevo intento. Por entonces, ese registro era un 1 segundo 2 décimas más lento que el marcado en los ensayos y eso de debió a que el reasfaltado del circuito empezó a romperse, pero pese a las quejas el show continuó. El santafesino enfiló su Williams número 2 al final de la calle de boxes, cuando ya cerca del final, uno de los tantos mecánicos apostados sobre el muro de la recta principal bajó el cordón y su pierna derecha de pronto quedó entre las ruedas delantera y trasera izquierdas del auto blanco, lo que lo llevó a caerse hacia atrás y golpear su cabeza contra el mismo cordón. Fue operado de urgencia y sobreviviría a las múltiples fracturas de cráneo sólo hasta el lunes.
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Así lucían los boxes de Zolder. Calles angostas, sin lugar para trabajar, menos para circular. La tragedia se hizo presente el viernes durante la clasificación.
Hecha la ley, hecha la trampa
Como una mueca del destino, pero a tono con los desaguisados de la época, a Reutemann no le haría falta salir de entre la multitud de los pequeños boxes a bajar el tiempo. Al terminar la tanda se anunciaba que desclasificaban a Jones porque el Williams no daba la altura reglamentaria de 6 centímetros. La hipocresía en forma de interpretación del reglamento, se burló del espíritu de la norma que prohibía las polleritas móviles ideadas por Colin Champman en el 78 y que hacía que los autos se aplastaran contra el piso creando un peligroso efecto-suelo. El sudafricano Gordon Murray, el ingeniero genio de Brabham, había encontrado la forma de eludir la ley con un sistema hidroneumático o hidromecánico como prefería llamarlo el Lole, con lo cual las máquinas a la hora de correr tocaban el pavimento, pero al pasar por el control “milagrosamente” se elevaban después de un giro a marcha lenta.
Después de apabullar en Argentina y San Marino con ese sistema (en Río, donde lo estrenó en carrera, Nelson Piquet arruinó la jornada eligiendo, como Reutemann en Sudáfrica, gomas lisas, previendo que el diluvio cesaría y nunca ocurrió), todos lo copiaron y Williams lo estrenaba con muchas dudas en Bélgica. La prueba fue que a Jones le quitaron la marca y el Lole heredó la pole, ya que el sábado llovió y nadie se lo bajó.
La protesta y la confusión máxima
Así las cosas, los mecánicos coparon la grilla de partida pero esta vez no para atender los autos sino para rendirle además homenaje a Amadeo, que entonces luchaba por su vida, protestando por la inseguridad y unos pocos pilotos empezaron a solidarizarse. Antes que lo hicieran otros, Ecclestone aprovechó la confusión y mandó a Piquet a acelerar. El brasileño, 2º clasificado, tomó la posta y salió a hacer la vuelta previa y todo el mundo empezó a seguirlo. Fue tal el circo que el brasileño al volver a la recta dio otro giro más, mientras Laffitte o Villeneuve arrancaban el primero porque se demoraron en subirse a los cockpit.
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Algunos pilotos empiezan a movilizarse para adherir a la protesta de los mecánicos.
Los huecos en la grilla derivaron en situaciones tragicómicas. Por ejemplo, la del sueco Siegfried Stohr, que sería protagonista enseguida del incidente que pudo derivar en otra muerte, que paró su Arrows dos cajones más delante de lo que le correspondía, además porque no estaba claro cuál era el lugar de largada. Y mientras los mecánicos lo retrocedían, Piquet, que venía avanzando por el medio a paso de hombre, debió abrirse para dejarlo pasar.
En ese mismo momento, con el brasileño, Laffitte y Villeneuve aún no ubicados en la grilla, Ricardo Patresse empezó a agitar los brazos desde el cuarto lugar, bien a la vista de todos y en especial del director de carrera para informar que su Arrows no arrancaba. Estuvo casi un minuto advirtiendo y cuando el mecánico David Luckett se metió con el compresor para encender el motor, el GP se largó y el compañero del italiano, Stohr, lo embocó de atrás en su intento de ganar posiciones. Parecía una muerte segura, fueron “apenas” múltiples facturas de piernas.
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Siegfried Stohr se agarra la cabeza al ver al mecánico de su equipo en el piso. Lo atropelló de atrás y sólo le fracturó las piernas.
Dale que va
Y con la escena de la tragedia en la pista, ¡la carrera siguió! Todos dieron dos vueltas e inclusive ¡superaron en pista a un vehículo de rescate! Y mientras Piquet y Reutemann pasaron por tercera vez por la recta principal en medio de la agitación de banderas amarillas, detrás Didier Pironi puso algo de sensatez frenando su Ferrari entre medio de toda la confusión y el resto lo fue imitando. Nunca hubo bandera roja.
Increíblemente, la tragedia que sobrevoló Zolder aplastó medidas de fuerza y el raciocinio, y después de casi 40 minutos la carrera volvió a largarse, esta vez, “normalmente”. Con Pironi tomando la punta y manteniéndola pese al asedio constante de Reutemann, que luego de varias vueltas al intentar superarlo por afuera perdió la línea y fue superado por Piquet y Jones.
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Esta largada fue la que valió. Pironi toma la punta acosado por Reutemann, Piquet y Jones.
Las piñas, el paseo y la lluvia
En el giro décimo, Piquet de despistó solito y uno después los Williams relegarían a Pironi. Reutemann acosó a su compañero desde ahí, pero de la vuelta 16 a la 18 el australiano fue bajando sucesivamente el récord de vuelta hasta que se fue de pista solo también, rompió la trompa y terminó con una pierna lesionada. A partir de ahí no hubo más carrera y sí sorpresa porque el director de carrera, que ya no quería más, bajó la bandera a cuadros 16 vueltas antes del final. La lluvia que empezó a caer le permitió hacer uso del reglamento y fue un nuevo guiño al Lole en un fin de semana que en números fue perfecto pero que sería el moño del caos de Zolder. Que al año siguiente se cobraría la vida de Gilles Villenueve en clasificación y tendría luego un solo capítulo más para pasar al ostracismo.
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Faltan 16 vueltas y Reutemann recibe la bandera a cuadros. El director de la carrera la finalizó cuando empezó a llover. No quería correr más riesgos.
Números redondos
Reutemann, que ya el viernes había dicho que el accidente del mecánico lo había dejado muy preocupado (cuando fue a correr el GP de Italia visitó a la familia de Amadeo), antes de subir a un podio donde sólo celebraron Nigel Mansell (el campeón 92) y Laffitte, giró lentamente en la vuelta de honor, pasando por arriba de todos los pianitos para asegurarse que no lo traicione el sistema hidromecánico. La altura le dio, el Lole sacaba 12 puntos con sus principales rivales out y aunque todo parecía a pedir suyo, nunca un triunfo le dejó un sabor tan amargo. El último de su enorme carrera en la Fórmula Uno.