Old Resian ya había consumado la hazaña, había entrado en la historia por la puerta grande y lucía orgulloso el flamante título de campeón del Regional del Litoral. Los jugadores estaban en plena degustación de los sabores del campeonato disfrutando con el éxtasis de la primera vez. Estaban sumergidos en una marea humana engalanada para la ocasión de azul, blanco y rojo, porque el Grantfield, el domingo, fue más tricolor que nunca. Los abrazos eran interminables, tanto como las lágrimas. La merecida vuelta olímpica esta vez era de ellos. Ya nada ni nadie les podía arrebatar el sueño hecho realidad y por eso daban rienda suelta a toda la euforia contenida. Mientras esto pasaba en un lateral del campo de juego, en el otro, sentado solo en una de las tribunas estaba Juan Manuel Queirolo, el head coach del equipo campeón que contemplaba la imagen como quien está mirando una película en su casa.
Y como en una película, un montón de imágenes, hechos y recuerdos brotaron de su cabeza cuando empezó la charla íntima con Ovación.
¿Se veía venir este campeonato?
No se si es tan así. Lo que sí se veía es que íbamos a ser protagonistas en este campeonato. Los chicos hace dos o tres años que vienen siendo competitivos y siempre nos faltó un escaloncito, más allá del episodio de 2016 cuando salimos subcampeones. Creo que en esa temporada no fuimos de los mejores equipos del torneo y nos metimos en la definición medio como arañando. Pero este año fue distinto: desde que comenzó hasta que terminó siempre estuvimos entre los cuatro mejores.
Y lo ratificaron en la definición.
Lo que pase en las instancias finales siempre depende de un montón de cosas. Con Gimnasia podía haber salido mal porque ellos tuvieron sus oportunidades, y con Jockey pasó lo mismo, tuvieron sus chances y no las concretaron. Estos partidos son distintos, pero más allá de eso creo que se veía que Old Resian este año iba a ser protagonista. Esto (el festejo del campeonato), sinceramente, no sé si se veía.
¿Lo soñaste?
No ahora. De chiquito soñás con ser campeón en tu cancha, pero la realidad que me tocó fue otra. Hoy te puedo decir que ya no era un sueño... Es difícil decirlo ahora con las pulsaciones altas.
Era otra época, otro club. Hoy es distinto.
Se ve en lo que es el club hoy, en la cantidad de gente, en lo que somos en Rosario... No te digo que estábamos para salir campeones, pero se veía que íbamos a ser protagonistas. Después, la final es un partido en el que las cosas te pueden salir bien o mal, pero te repito, se notaba que el club estaba preparado para esto.
El crecimiento fue en muchos aspectos, desde lo institucional hasta en el juego.
Es una historia larga. En 2006 el club estuvo a punto de desaparecer. Después empezó a crecer, a traer gente, el colegio nos dio una mano, nos empezamos a unir y a tener una identidad, porque hasta ahí la relación entre el club y el colegio no era buena. Empezamos a estar todos juntos, a crecer en infraestructura y en cantidad de gente.
Llegaste en 2015, ¿cómo viviste el proceso?
Ese año León Farías y Guillermo Wade me empiezan a hablar de la posibilidad de volver, porque yo hacía 15 años que estaba en Europa, jugando rugby profesional en Francia pero también me había empezado a preparar como entrenador. Ellos me dicen que el escaloncito que nos faltaba en el club era mejorar rugbísticamente porque estaban llenos de pibes. Había un trabajo que había empezado el Ratón (Rubén Serri) con Mauri (Gorosteaga), David (Dinolfo), Pelón (Gabriel Torres) y los diez que bancamos todos los años (aunque ellos bancaron mucho más porque yo me fui), y era el momento de comenzar a mejorar. En 2016 mejoramos aspectos defensivos en los que siempre fuimos flojos y nos metimos en la definición, pero para ser honesto éramos muy flojos en line y territorio.
Además tenían un equipo realmente corto.
Sí, de hecho en 2017, en el Nacional de Clubes, se nos lesionan jugadores claves y no estábamos preparados en el club para tanto. Era un plantel corto, para estar con suerte en la semifinal del Regional y nada más. Pero en 2018 empezamos a engranar de vuelta, alargamos la base porque nos dimos cuenta de que éramos pocos y empezamos a ser más competitivos, más allá de que el año pasado no nos metimos en la definición porque perdimos un partido en Santa Fe al que fuimos sin ir preparados de la cabeza.
Y este año se dio todo.
Mejoramos en muchos aspectos del juego y no paramos el proceso de evolución o mejora que traía el equipo. Empezó a pegar “la identidad” y el “ser protagonista”. En 2016 salíamos a hacer catenaccio contra Duendes o Jockey... Les decíamos a los jugadores: «Nos comíamos 60 puntos hace un año, tratemos ahora de comernos 40 y de a poquito 20, y algún día, como nos pasó con Crai, quizás hacés un try en la última jugada y lo ganás». Este año fue diferente. Ya no estábamos para ver si ganábamos con suerte. Había que salir a buscarlo. Les picó el bichito, buscaron ser protagonistas, de jugar mucho más con la pelota, de someter rivales con la pelota, entre otras cosas, y se dio.
Ahora subieron la vara.
Ahora viene lo más lindo. La identidad pegó. Podemos tener lesiones pero la base es mucho más grande. Puede ser que el Nacional sea muy duro y nos desgaste completamente, pero ya enganchó el filito del protagonismo, y te aseguro que estos chicos van a salir a ser protagonistas en el TRL del año que viene. No te puedo garantizar que otra vez vamos a salir campeones, pero que vamos a estar en la pelea no tengas dudas. Hay un montón de chicos que están abajo, en juveniles, que vienen muy bien, y este campeonato para esos chicos es tremendo. A ellos le subimos la vara.
El tricolor coronó un proceso de ocho años
El rugby se diferencia del fútbol entre otras cosas porque en el ámbito de la ovalada se bancan los procesos. Un claro ejemplo fue lo que ocurrió el domingo con Old Resian, día en el que coronó una larga peregrinación desde “el mismo infierno”. Fueron ocho años que no estuvieron exentos de inconvenientes. Pero el objetivo era claro. Sólo había que trabajar y tener paciencia. El “Proyecto Rugby” que implementó el tricolor en su momento primero se plasmó en un papel en forma de una escalera. En esa visión de la progresión a futuro del club, el punto de partida estuvo en asumir la realidad por la que estaba atravesando, que dicho sea de paso, no era la mejor. Teniendo en claro eso, fueron por el siguiente escalón, que fue consensuar el proyecto de rugby del club y conformar tres planteles (primera, reserva y pre reserva) para disputar el torneo de Segunda División.
La próxima meta fue clasificar a la fase de ascenso y la siguiente quedar entre los primeros cuatro.
Luego, el objetivo pasó por ascender a Primera División, al círculo mayor, y una vez ahí debía mantener la categoría para luego consolidarse. El penúltimo escalón era ingresar al Final Four/Semifinales y arriba de todo quedaba el objetivo de máxima: ser campeón, algo que consiguió el último domingo transformando el 21 de julio en una fecha histórica para el club de Wilde y Mendoza. El objetivo estaba cumplido.