A Diego Osella no se le salió la cadena, como dijo el presidente rojinegro Eduardo Bermúdez. Al ya ex técnico de Newell's la dirigencia le infló tanto las ruedas, ¿se entiende no?, que no pudo más. Y renunció. Obvio que no fue por la derrota en la cancha de Unión, por 2-1 y cerca del final. A nadie le pueden caber dudas de que fue por todo lo que vino pasando a su alrededor y sin tener culpas. Si hasta incluso al llegar al estadio 15 de Abril surgió otra rareza, que también lo rozó sin tener que ver, porque al bajar del colectivo nada menos que uno de los vicepresidentes, Juan Matías, quedó detenido, aunque luego fue liberado. Completito, no.
Mucha gente, antes del partido, ni bien se conoció un nuevo cortocircuito con la dirigencia, precisamente con Bermúdez, no podía creer que el DT se aguantara el ninguneo del dirigente. Sin embargo, se notó claramente, y más con la renuncia al terminar el partido, que Osella tenía decidido hacer lo que hizo. Y lo postergó hasta ayer para acompañar hasta lo máximo que pudo a un plantel que le respondió, que lo terminó de aceptar (recordar que fue un muy mal comienzo cuando asumió en el anterior torneo), con el que se comprometieron por un objetivo (si se quiere doble, zafar del descenso y pelear hasta soñando con el título y la Libertadores) que está cerca de cumplirse.
Cómo no entender al entrenador. Si capeó el temporal, unido al grupo, más allá de lo deportivo. Tal vez el presidente creyó siempre, y de verdad, que el técnico debía bancarse cualquier cosa sin tener en cuenta que era quien conducía al grupo. Tal vez Bermúdez supuso que Diego por no tener un apellido de peso debía bancarse cualquiera. Que con un par de mimos, que con decir que había sido el único que lo bancó allá por tiempos de elecciones y decisiones de continuidad, que con manifestar que lo quería como un padre y lo pensaba como DT in eternum alcanzaba.
Pero el ninguneo duele. Es inmerecido. Porque más allá de que Osella tuviera como máximos antecedentes dirigir a Patronato, a Colón, a Olimpo (todos equipos hoy de primera) y no a un grande, nada autoriza a desprestigiarlo. Y el fútbol ya no es lo que era y realmente un presidente no puede creer que es "el padre loco de un hijo rebelde", esto es profesionalismo. Se equivocó en grande Bermúdez. Y lo está empezando a pagar de la misma manera. Acá no es cuestión de hablar de "todo por 2 pesos", de creer que un coeficiente llamado promedio y alcanzado en un número por encima del 1,400 tapa todo.
Sentir la soledad en un proyecto mina cualquier intención positiva. Bancar lo que pasó en la pretemporada, también en la previa, más acá en el tiempo, en continuado, es cuanto menos caminar en el lodo, casi en un pantano. Y luchar por salir sin pensar, sin poder agarrarse de una rama fuerte, lleva a hundir la cabeza.
¿Osella entonces hizo lo más fácil?, ¿frenar y pegar la vuelta cuando resta poco? ¡No! Es verdad que deja solo al plantel, pero ya le dio conceptos y herramientas para que ellos la sigan peleando. Embarrados, sí. Pero tampoco se pueden ir todos. Hoy es así. ¿Mañana? Y, pinta muy feo lo que vendrá para este Newell's.
Basta con mirar los números en rojo de la tesorería. Que las previsiones en busca de dinero para cumplir las oligaciones no están en agenda. Que ya esté roto el contacto entre el presidente y el plantel. Que ya un vice como Christian D'Amico siga tras un atentado contra su vida, y encima que el otro, Matías, ayer fuera detenido y luego liberado no hace más que complicar todo. Eso sí, como dijo Bermúdez en conferencia de prensa, menos mal que este Newells de Osella hizo un campañón y salió del fondo. Si estaba peleando el descenso, con todo esto, también era gran candidato.
Ojo, también estarán aquellos que se pondrán contentos con la partida de Osella porque no coincidían con su propuesta futbolística, aunque festejaban y sacaban cuentas mientras el equipo sorprendía a todos pegado a Boca. A otros les dará lo mismo, total ya no hay riesgos.
Pero quedan tres partidos. Por fortuna leprosa, con un parate de quince días (está el domingo la Copa Argentina, otra vez en esta cancha de Unión pero frente a los salteños de Central Norte) para jugar ante Lanús en el Coloso, sin más complicaciones para aportar.
Por eso no está mal que Osella pegara ayer el portazo. No merecía irse así. Encima con una derrota sobre la hora. Pero sin dudas lo hubiera hecho con el 1-1 que pintaba alentador para el sueño copero. También si su equipo ganaba. Pero todos llegaron con menos fuerzas que las habituales por lo que sucedió en la semana. Por esa gota que hizo desbordar el agua del vaso, por esa ficha que llenó el recipiente del aguante. Porque al ahora ex técnico leproso no se le salió la cadena ni le quitaron el poder de conducción, sino que le inflaron tanto las ruedas, que explotó.