Josefina Martorell, única argentina en el "picado" por la igualdad de género en el Kilimanjaro
Por Laura Vilche
Josefina Martorell, única argentina en el "picado" por la igualdad de género en el Kilimanjaro
"Si la montaña no va a Mahoma...", dicen que dijo el profeta. Y la frase calza justa cuando se trata de contar que el 23 de junio mujeres futbolistas de todo el mundo se enfrentarán en un picado en el Kilimanjaro, la montaña más alta de Africa, que se levanta a más de 5.800 metros en el noreste de Tanzania. Usted se preguntará para qué tanto sacrificio. Nadie mejor que la única argentina del partido para responderlo. "Jugar allá con mujeres de México, Afganistán, Canadá, Jordania, Líbano, Egipto, Alemania, Inglaterra y Francia, entre otros lugares, es un símbolo de la montaña que subimos todos los días cuando peleamos espacios, también el futbolístico. Este será un partido por la igualdad de género a través del deporte", dijo en diálogo con Ovación Josefina Martorell, porteña de 34 años, fanática de Boca pero ex jugadora de River y Excursionistas y actual defensora amateur que le pega con la zurda.
Es una futbolista que colgó los botines como licenciada en economía y máster en relaciones internacionales para dedicarse por cinco años al trabajo humanitario en Médicos Sin Fronteras y en la Cruz Roja Internacional, en situaciones más bravas que las de cualquier clásico del fútbol argentino.
Con todo eso a cuestas, Martorell será parte de esos 90 minutos organizados por la ONG Equal Playing Field ("Campo de juego igualitario", link oficial www.equalplayingfield.com). Participarán 34 jugadoras de 28 países y será arbitrado por juezas de la Fifa. El partido prevé ser parte de un documental para conseguir el récord Guinness, al transformarse en el partido de fútbol jugado en el sitio más alto. Aunque, como aclara ella misma, "nada es más importante que visibilizar la lucha contra la discriminación en el deporte de las niñas y mujeres, porque la mayoría deja de jugar o se las obliga a hacerlo cuando llegan a la adolescencia. Queremos mostrar esa inequidad sistemática y estructural". Que es como decir: "...Mahoma va a la montaña".
Martorell y el resto de las muchachas se turnarán para jugar. ¿Por falta de estado físico? ¿Porque tienen menos resistencia que los varones? No. Porque se trata de un objetivo muy serio. Por si no se entiende semejante proeza, valga una comparación. Argentina jugó contra Bolivia por las eliminatorias 2018 a 3.650 metros de altura en La Paz. Todos los futboleros saben la polémica que genera esa altitud. Bueno, el Kilimanjaro es una montaña formada por tres volcanes inactivos: el más bajo (Shira) supera en 592 metros a la altura de la capital boliviana, el segundo (Mawenzi) se eleva a 5.149 metros y el más alto (Kibo) trepa a los 5.891,8 metros.
"Aún no sabemos con qué botines jugaremos porque el campo de juego será de lava no activa: una especie de arena negra, y seguramente jugaremos con calzas térmicas y muy abrigadas", adelantó la admiradora de Riquelme, que aspira a copiar en el juego algo de los atributos de Román y también de Mascherano.
La decisión de Martorell de asistir a este partido no es un capricho ni un juego marketinero. Es parte de una lucha que empezó siendo nena, cuando quería jugar a la pelota y la tildaban de "marimacho" y además en su casa le decían que por qué mejor no jugar al hockey, que era un deporte más de nenas.
"Hice las dos cosas. Jugué desde los 15 y por dos años al fútbol y también al hockey como mediocampista en Ciudad de Buenos Aires, hasta los 21. Pero ahora juego al fútbol, que es lo que me gusta más, una vez por semana, en cancha de 5, en un equipo que llamamos Club Social y Deportivo Cabrera, más social que deportivo". Una pelea empecinada en seguir lo que quiere que tal vez la llevó a otras tantas decisiones y destinos en globo terráqueo.
Hace un año y tres meses, esta jugadora que lucha contra el patriarcado y el mundo heteronormativo regresó de Afganistán luego de años de trabajo humanitario. Todo comenzó en 2011, cuando estaba por ingresar a trabajar a una empresa como analista financiera. La llamaron de Médicos sin Fronteras. Necesitaban gente que hablara francés. ¿El destino? El Congo, uno de los países más pobres del planeta, "donde se calcula que 48 mujeres son violadas cada hora", estimó Martorell.
A la misión sanitaria del Congo, en la que nunca dejó pasar la oportunida de patear una pelota, le siguieron otras llenas de horror y muerte. Niamey (capital de Níger), un lugar con malaria, problemas de nutrición extrema, 60 grados a la sombra y donde las personas de piel blanca son mal vistas. República Centroafricana: país sin litoral, castigado por un golpe de Estado y luchas entre cristianos y musulmanes y la ciudad de Malakal (Sudán): territorio de guerra civil.
En 2014 renunció a Médicos. Llegó a Buenos Aires presa de una gran angustia, pero no claudicó: se sumó al Comité Internacional de la Cruz Roja. Al único lugar que no quería ir era a Afganistán. Pero allí fue: a Jalalabad, cerca de Pakistán, donde dominan los talibanes y a las mujeres no se las deja ver ni trabajar siquiera. Y a Herat, la frontera con Irán, donde jugó al futbol con chicas que podían sólo hacerlo con velo en la cabeza y no más allá de los 16 años.
Por ahora, y no sabe por cuanto tiempo, Maertorell vive y trabaja en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Y asegura que la distancia no le hace desconocer la realidad local.
"Trabajo para el gobierno de la ciudad en la urbanización de la Villa 31, un lugar donde (la ex jugadora y técnica) Mónica Santino hace un excelente trabajo con el fútbol femenino. Acá, en el fútbol argentino las cosas mejoraron pero falta bastante por hacer", dijo.
El comentario trajo a cuento la pelea por jugar a la pelota de la nena de 11 años, que se conoció esta semana. Juana Cángaro, de la localidad de Mercedes, entrena y juega amistosos con varones, como volante ofensivo. Pero no tiene con quién jugar, porque en la localidad bonaerense donde vive no hay liga infantil femenina y con los varones, oficialmente, no la dejan.
Un motivo más por el que Martorell subirá al Kilimanjaro convencida de que en este país las cosas también deben cambiar para las nenas y mujeres. "En las escuelas se da vóley, hockey y atletismo: pero fútbol femenino aún no". Otra montaña para subir.
Por Lucas Ameriso