Qué momento raro el de Central. No porque no pueda entenderse el presente deportivo, que es producto de un proceso que futbolísticamente nunca arrancó, más allá de la inobjetable conquista de la Copa Argentina, sino porque en las postrimerías de algo que todo equipo anhela, como es la Copa Libertadores de América, al canalla se le abre un sinfín de incógnitas sobre qué plan llevar a cabo, de qué forma y, sobre todo, con qué intérpretes. El algo que deberá resolver Paulo Ferrari, aunque las principales coordenadas en lo que hace a preferencias y prioridades están establecidas desde hace tiempo, incluso cuando Bauza estaba al frente del plantel y su partida no asomaba como algo probable.
En el inicio de cada temporada hay objetivos claros para cualquier equipo, independientemente de la magnitud del mismo. Salir campeón o al menos pelear por el título, lograr protagonismo y en caso de que eso no se pueda lo que se busca es la clasificación a alguna copa internacional. En el vademécum de cada club siempre está presente el prestigio (además del rédito económico) que genera traspasar las fronteras. Central lo logró gracias al título obtenido en diciembre del año pasado de la mano del Patón Bauza.
De lo que no caben dudas es que el momento en que le llega al canalla el desafío copero no es ideal, al menos el esperado para mantener viva la esperanza de hacer un buen papel y llegar lo más lejos posible.
Porque la crisis futbolística, y a esta altura institucional, está enquistada en la vida de Central y, lo que es peor, no se visualizan posibles soluciones, al menos en lo inmediato. El partido contra Belgrano, que es el último antecedente, habla por sí solo de los enormes problemas futbolísticos que tiene el equipo para afrontar un desafío de tamaña magnitud.
Hace unos días, sobre este tema Ovación consultó a Miguel Barbieri, quien ya tuvo la chance de jugar Copa Libertadores con Racing y la respuesta del defensor estuvo más direccionada sobre las bondades que otorga una competencia de este estilo más que la complejidad que vive en este caso Central por el momento que atraviesa.
“Nunca la podemos tomar a la Libertadores como una piedra en el zapato. Es una competición en el que el roce internacional te hace crecer como equipo. Llega en un momento en el que los resultados no se dan, pero son partidos que generan algo más y hasta le pueden dar más confianza al equipo. Nosotros tenemos que tratar de encontrarle el lado positivo a la competencia internacional y no pensarlo desde el lado negativo porque vamos a tener más competencia y por eso no nos podremos enfocar en la Superliga. Pensarlo de esa forma no suma absolutamente nada. Tenemos un plantel largo como para hacer recambio y vamos a afrontar esos partidos con una mirada positiva”, fue la reflexión del zaguero canalla.
En medio de todo este análisis, pararse desde un costado analítico implica advertir como primera medida las pocas chances que tiene el equipo del Loncho Ferrari de aspirar a algo importante. Es cierto que el fútbol puede disparar para cualquier lado pero sólo algún trasnochado podría pensar que frente a Gremio al canalla se le van a encender todas las lamparitas juntas y podrá brillar como hace un largo tiempo no sucede. Puede darse que haga un buen partido, incluso puede ganar, pero en la previa son mucho más potentes las sensaciones de pesimismo que los augurios sobre una actuación descollante o aunque sea acorde a la jerarquía del rival de turno.
Una competencia de este estilo nunca puede ser vista como un obstáculo. Es algo que se busca de manera incesante año a año. Ahora, si el camino a recorrer se hubiese iniciado a principios de febrero, con la efervescencia de la Copa Argentina aún presente, las sensaciones serían distintas. Ese “ahora vamos por la Libertadores” que se cansaron de entonar los hinchas en estos últimos meses hubiera tenido mucho más sentido. Hoy, con la ida de un técnico y la asunción de otro, con los problemas institucionales (la renuncia de uno de los vicepresidentes) que se generaron a partir de las declaraciones del Patón, pero fundamentalmente con un equipo al que le cuesta horrores establecer un estilo de juego, la aparición de la Copa Libertadores abre enormes interrogantes. En el fragor de la lucha todo puede pasar, pero antes de que esa historia comience lo que está claro es que el momento para empezar a escribirla no es el más oportuno.