Fue una mueca del destino. O una ironía de la vida. César Delgado recuperó en barrio Tablada la sonrisa. Justo cuando se estaba debatiendo entre la gloria cosechada y el tropiezo que se dio en la última etapa en Central. El Chelito vivió ayer una jornada particular. Capitaneó con total hidalguía y humildad el triunfazo charrúa ante la reserva canalla. En el archivo quedará reflejado que el Matador ganó 2 a 0 y se instaló en los cuartos de final de la Copa Santa Fe. Como también que el experimentado punta dio las dos asistencias y regó la batallada cancha con toques de alta definición y fútbol de potrero. El premio extra lo recibió cuando a los 88 minutos le cedió su lugar a Armoa. Intantáneamente todas las almas que estaban diseminadas por el Gabino Sosa se pusieron de pie y le ofrendaron sin dudar un cálido, rabioso y sincero coro de aplausos.
"Sí, fue un lindo reconocimiento por parte de todos los hinchas. Es rarísimo ver eso en el fútbol actual. Me voy a casa feliz. Tanto los hinchas de Central como los charrúas me dieron un lindo reconocimiento", expresa en cámara lenta el Chelito, mientras charla a solas con Ovación y sacude al mismo tiempo los embarrados y llamativos botines contra el piso para sacarles el barro pegado tras la peculiar batalla.
Sentado sobre un gastado y largo banco en un sector del vestuario, con su hijo Santino mirándolo junto a una pelota en otro rincón, Delgado se va cambiando sin apuro y mirando como a la nada misma. "Creo que todos me valoran más por como soy como persona. Y en definitiva eso es lo importante. Todo lo demás es puro cuento", acota.
El capitán charrúa metió un par de destellos en cancha que llenaron los ojos a más de uno. Los años pasan pero la calidad sigue vigente. No necesita pegar un pique largo o dejar clavados a varios rivales como en épocas no tan lejanas. Lo suyo ahora es pensar y hacer jugar al resto. Marca la diferencia con su técnica. Con experiencia, picardía y extenso currículum, que más de uno no respetó ni valoró cuando estuvo en Central.
"La gente de Central es especial. En la calle no se olvidan lo que uno dio, más allá de lo que haya pasado en el último tiempo. Ellos sí que no se olvidan de lo que dejé en el club", larga con claridad y hasta con cierto orgullo el delantero, quien luego de cumplir con una sanción por dóping tras haber recibido una medicación que estaba prohibida por Fifa mientras estaba en la entidad canalla debió buscar nuevo destino porque la dirigencia auriazul le cerró las puertas de su hogar.
Por eso el partido de ayer en el Gabino Sosa no fue uno más en la foja de su carrera. Menos en su vida sentimental. Jugó contra el club que lleva en la piel. "Estoy bien y contento por cómo se dio todo. Más allá de que jugamos contra los pibes, lo cierto es que jugué contra Central y eso fue especial. Incluso varios de los que hoy estamos en Central Córdoba pasamos por las inferiores canallas. Fue medio raro para todos si se lo analiza fino. Hasta Daniel (Teglia) salió de ahí e hizo una gran carrera", confesó el delantero de 37 años que aún saca brillo a los botines con el buen fútbol que pregona.
"Hoy (ayer) tuve la suerte de dar dos asistencias pero creo que fuimos inteligentes. Por momentos apostamos al error de ellos para salir de contra. Hicimos un buen planteo y salió bien. Hicimos un gran esfuerzo para este partido", agregó el Chelito antes de dejar el vestuario charrúa y reencontrarse con un amigo y ex compañero de la selección como el Kily González en las entrañas del Gabino Sosa.
El entrenador de la reserva canalla abrazó al Chelito ni bien lo vio y ahí nació una breve charla condimentada a pura risa. "Te quiero mucho", le confió el siempre sincero Kily antes que Delgado dejara el estadio. El mismo reducto de Tablada que amalgamó a las hinchadas charrúas y canallas, que quedaron rendidas a los finos pies de César. El Chelito de toda la gente, de ahora en más.