Si de necesidades se trata, en
Central todos sabían que había un paso que cumplir: enderezar el rumbo después del aciago comienzo de temporada, amén de que habían transcurrido apenas un par de partidos y en el medio una sola derrota (Vélez). Y en los últimos 180 minutos de fútbol hubo un hallazgo no menor, porque se encontraron algunos indicios importantes, de esos que tanta fuerza le habían dado al equipo en torneos anteriores. Ese encontronazo con un par de triunfos consecutivos (no pasaba desde hacía seis meses) no es poca cosa. Porque fortalecen y potencian el convencimiento.
Que en el medio haya estado Patronato, uno de los equipos a priori más endebles de primera división, y Deportivo Morón, de la Primera B, es un dato que quizá pueda tomarse como moderador en esto de no creer que los problemas futbolísticos que aparecieron en las primeras fechas están solucionados por completo, pero eran los rivales que tocaban y a los que había que hacerles frente con lo que había, que no era otra cosa que la necesidad de volver a creer en sí mismo.
Cuenta el detalle de que en el medio de esta historia de revitalización anímica y, en cierta forma futbolística, uno de los partidos (el de
Copa Argentina ante el Gallito) se trataba de uno de esos compromisos en los que en 90 minutos se decide la suerte de un equipo, si sigue en competencia o arma las valijas. Central las armó, pero no a modo de despedida, sino para empalmar Salta con algún otro destino, el que toque en esta copa. Y, queda claro, no haber sorteado a Morón hubiese provocado un cimbronazo importante. No por la instancia que afrontaba, sino por los quilates del rival.
Es en este presente en el que Coudet y sus colaboradores, además del plantel, pueden permitirse creer en que la cosa comienza a funcionar de acuerdo a lo imaginado y que las grietas futbolísticas que afloraron en las primeras presentaciones del semestre son largamente subsanables.
¿De qué grietas se habla? De los defectos que mostró el equipo, especialmente en el aspecto defensivo (lo más crudo fue lo ocurrido en cancha de Vélez), como así también la falta de eficacia a la hora de definir.
En todo eso el equipo parece haber dado un paso adelante, aún cayendo en la redundancia sobre el peso futbolístico de Patronato y Deportivo Morón. Pero el hecho de que el equipo no haya pasado grandes sobresaltos de mitad de cancha hacia atrás y que en los dos partidos convirtió cuatro goles amerita cuanto menos algunas reflexiones en cierta forma más emparentadas con el optimismo.
Haciendo algunos nombres propios, aunque no sea lo más aconsejable, en la dupla Esteban Burgos y Hernán Menosse, Coudet pareció encontrar algunos indicios de confiabilidad. Seguramente nada a lo que deba o se le pueda colgar el cartel de solución definitiva, pero sí hubo un respiro pronunciado en medio de una situación que pintaba de difícil abordaje. Hasta el gol de Marco Ruben (algo tan natural en este último tiempo en Central) reviste un grado de atención especial, teniendo en cuenta cómo se le venía negando el grito al goleador canalla.
Varios datos que tomados de manera individual pueden ser vistos como aleatorios o insignificantes. Pero no lo son. Los triunfos en cadena, el cierto acomodamiento en defensa, la capacidad de seguir generando y a esto último agregarle un pizca mayor de efectividad seguramente forman parte de un acondicionamiento colectivo al que indudablemente todavía le faltan acoplarse varias piezas, pero al que con estos pasos en firme se le podrán allanar los caminos para recuperar esa imagen de equipo sólido y confiable que este Central supo brindar.