A Emiliano Boffelli le toca finalmente ese lugar vital, visible y consagratorio que implica ser el jugador más anotador de su equipo. Y si su equipo es Los Pumas hay que remontarse a figuras legendarias para trazar una equiparación. Esos deportistas que con la claridad de su juego definían con los puntos los partidos importantes. Pasó con Hugo Porta, con Gonzalo Quesada, con Felipe Contepomi, con Nicolás Sánchez. Ahora le llega al turno a este ya maduro back de 27 años formado en Duendes. Que hoy acertó el cien por ciento de sus tiros a los palos. El autor de 20 de los 25 tantos de la impactante y épica primera victoria como visitante de Argentina contra los All Blacks.
En esta jornada histórica no solo del rugby, sino de todo el deporte argentino, Boffelli protagonizó ochenta minutos magníficos. Ejecutó penales desde lejos con la potencia de su pierna derecha, que cada vez más combina justeza y dirección. No es solamente buen pie. También tiene velocidad propia del wing que es, el panorama de fondo del fullback que era cuando debutó en Los Pumas y un espíritu de lucha indispensable en el máximo nivel competitivo.
Y algo más: un agudísimo sentido de la ubicuidad. En el momento más crítico del partido, cuando los All Blacks convirtieron su último penal, tuvo un rol fundamental para impedir que los locales consolidaran la ventaja conseguida de 18 a 12. El apertura Santiago Carreras pegó la patada de salida tras el penal y Boffelli dio un salto para bajar la guinda molestando la recepción de los de camiseta negra. Detrás apareció Juan Martín González para llevarse la ovalada rompiendo la línea de marca y conseguir el único try puma, que al ser convertido por él mismo colocó de nuevo a los argentinos al frente.
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Gabriel Boffelli se levantó a las 4 de este sábado y vio el partido en su casa. Cuando se le pregunta cómo anda de las emociones dice que tiene encima un babero gigante. Pide un momento porque tiene que llevar hasta GER a los nietos, que lógicamente juegan en Duendes, como también lo hizo él. Ya es mediodía, desde hace unas horas todos los diarios nacionales tienen bien arriba la noticia del triunfo de Los Pumas y del magnífico partido de Emiliano.
Hay una experiencia que la inmensa mayoría de los padres no conocen: levantarse a ver un partido de un deporte de elite, contra el seleccionado más ganador de la historia y ver cómo ese equipo es superado gracias a un gran juego colectivo en defensa y el brillo del propio hijo. ¿Cómo es eso?
“Todos mis amigos me hacen una pregunta parecida. Es una sensación que a mi esposa, a mi y a sus hermanos nos hace tan felices... Y eso que dos hermanos de Emi ya estuvieron en Los Pumas. Es una sensación hermosa”.
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Este jugador que hoy llevó el número 14 nació con pelotas de rugby adentro de la cuna. Emiliano es el menor de seis hermanos. Se anotó en la familia cuando sus padres pensaban que habían cerrado la gestión: es trece años menor que la quinta de la lista. Los varones más grandes (Camilo, Simón y Máximo) jugaron en Duendes y dos llegaron a Los Pumas.
Emiliano empezó con los infantiles de Duendes a los tres o cuatro años. Su padre recuerda que era más chico que los demás y siempre llegaba tarde al lugar donde estaba la pelota. Le encantaba el deporte en general. Su familia vivía en una casa de Francia y Rioja y por eso a los 5 años, a la par de darle a la ovalada, empezó a jugar al basquet cerca de allí, en el club Horizonte, de Suipacha y 9 de Julio. Después pasó a Rosarinos Estudiantil.
Pero era un nene muy inquieto y dos deportes parecían no bastarle. Cuenta Gabriel que a los ocho años una tarde Emiliano caminó solo y sin avisar al complejo Islas Malvinas en 3 de Febrero y Vera Mujica para probarse en Newell's. Una tarde sonó el teléfono en la casa. Les avisaron a sus padres que había quedado como futbolista y le dieron los horarios para practicar.
De los ocho a los 14 estuvo en las infantiles de Newell’s. Pero a la vez jugaba al básquet y al rugby. “Me llamaban de Newell’s todos los días para firmar por Emiliano pero la condición era que dejara el rugby. Y él no quiso”.
En las inferiores de Duendes jugaba de centro o de apertura. Terminó yendo a Los Pumitas tres años seguidos, de los 17 a los 19, y lo convocaron a jugar en tres mundiales de juveniles, lo que es inédito.
Siempre se destacó por la velocidad en el line, su buen panorama en el juego y la persistencia de entrenar la patada. Cuando estaba en Jaguares un día Daniel Hourcade, mientras entrenaba al primer equipo, lo vio pateando a distancia en una cancha auxiliar. Se quedó un rato observándolo hasta que se le acercó. El tirador a los palos indiscutible era Nico Sánchez. Pero el DT le dijo que necesitaba alguien que ejecutara desde mitad de la cancha y que le veía fuerza y puntería. Así empezó a animarse. A alternar con el apertura tucumano. Y a acertar.
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Boffelli en Jaguares, equipo en el que jugó dirigido por Daniel Hourcade.
Cuando se desarmó Jaguares la Unión Argentina de Rugby le pidió que se buscara rápidamente un equipo. Fue primero a Racing de Paris pero como no lo ponían sus representantes le pidieron al club que lo liberara. Aparecieron dos o tres equipos, recuerda su padre, y Emiliano eligió el Edimburgo de Escocia.
“La gente de Edimburgo lo recibió de una manera impresionante. Le pusieron un entrenador de patada muy eficiente que lo hizo mejorar. Hace poco pude ir a visitarlo y me quedé un mes. Lo vi un par de partidos y está muy cómodo allá”, comenta Gabriel.
La patada está lejos de ser el único atributo de un jugador cada vez más versátil y maduro. Pero sin dudas es lo que le produce la diferencia como anotador de Los Pumas. Pasó en la serie contra Escocia, en el exitoso último partido contra Australia. Y también esta mañana.
A su padre lo reconforta y lo alivia porque hubo un sinsabor, de esos que también forman la esencia del deporte y de los deportistas, en el Mundial de Japón de 2019. Argentina se jugaba la clasificación con Francia en un partido disputadísimo. A Emiliano le tocó patear desde muy larga distancia faltando un minuto. El tiro no entró por muy poco. “El me cuenta que hasta ese partido tan importante pateaba sin tener en cuenta algo importante: el factor viento, que ese día era fuerte. Y que dos por tres sueña con ese partido”, repasa su papá.
Justamente hoy, al terminar el juego, el emocionado wing dijo que por aquella ejecución errada le tocó ser villano. “Ser el pateador es mucha presión. Uno trata de poner el foco en lo que tiene que hacer adentro de la cancha y cuando hay momentos muertos me toca no relajarme de la cabeza sino estar pendiente de patear a los palos. Era algo nuevo para mí, yo pateaba, pero no es lo mismo. Es mucha presión que se siente. Yo sentía que el equipo dependía de mí. Al ganar acá, en Nueva Zelanda, se me vino todo a la cabeza”.
Los Boffelli viven hoy en el barrio del Duendes Rugby Club. Vaya muestra de identidad. No solo Gabriel y Betty, padres del wing de Los Pumas, sino los cinco hermanos residen allí. Betty escucha a su marido hablar del fervor que toda la familia tiene por este juego y aporta una anécdota que amalgama linaje y deporte.
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Una foto de 2003 de Simón, Máximo y Camilo Boffelli, los tres hermanos de Emiliano, todos jugadores de Duendes.
ARCHIVO LA CAPITAL
“A los 26 años yo ya tenía cinco hijos. Pero a los 40 tuve la sorpresa de que venía uno más. Fuimos con mi esposo a hacer una ecografía y el médico nos preguntó si queríamos saber el sexo. Cuando nos contó que era un varón mi marido se puso a llorar. No se le ocurrió otra cosa que decir: "Esto me unirá al rugby hasta la ancianidad"”.
¿Y cómo es Emiliano en casa? “Es un chico super cariñoso. Fue un nene fácil, fascinado con sus hermanos y enloquecido por el deporte. Como venía tan rezagado fue como si fuera un único hijo. Lo cuidaron sus hermanos varones, y también Florencia y Constanza, las chicas”, comenta Betty.
Es este el jugador de un metro noventa y uno que aparece en la portada de todos los medios argentinos e internacionales. El chico que dejó el básquet y el fútbol para jugar al rugby. El flaco lungo que está haciendo feliz a mucha gente.