Si el peronismo no encuentra una fórmula de relativa unidad, Mauricio Macri ganará por mayor margen en octubre y será reelecto sin demasiado trámite en 2019.
La bochornosa performance de Florencio Randazzo con la sigla PJ, la debacle de Sergio Massa y la caída estrepitosa del peronismo casi macrista de Juan Schiaretti en Córdoba demuestran que no hay salida por ese vector que pretende divorciarse del resto del microcosmos, léase de Cristina Kirchner y gobernadores de mala prensa.
Vayan algunos datos: el PJ santiagueño le sacó casi 50 puntos a Cambiemos, Juan Manzur le ganó por 200.000 votos al radical-macrista José Cano, Gildo Insfrán derrotó por un imponente 20 por ciento de diferencia a Cambiemos. A eso, agregarle el triunfo del Frente Justicialista en Santa Fe.
La debacle del cordobecismo habla a las claras de en qué punto de la crisis se encuentra el peronismo. José Manual de la Sota visualizó la punta de la ola amarilla hace ya varios meses que, de la mano de un buen contador de chistes como el ex referí Héctor Baldassi, protagonizó una paliza electoral. A Schiaretti no le funcionó haber bailado Gilda con Macri arriba de un escenario. Ni por asomo. Ese mismo peronismo blanco cayó en Entre Ríos, en La Pampa. Ni el feudo de los Rodríguez Saá se salvó de la marea macrista.
Frente a esas debacles cobra valor el 35 por ciento que cosechó Cristina Kirchner en provincia de Buenos aires. No es poca cosa. Pero servirá de poco si en octubre el atribulado Esteban Bullrich —uno de los más flojos candidatos que se recuerden— le gana a la dueña del vamos por todo o si Cambiemos supera en Santa Fe a Rossi.
Así como el macrismo —rendido intelectualmente al ecuatoriano Jaime Durán Barba— hizo uso y abuso de la grieta (y lo seguirá haciendo por medio de sus espadas mediáticas) llegará el momento en que el negocio político será la dispersión. No tiene ninguna chance la oposición de ganar en 2019 si no existe alguna estrategia de síntesis. O algo que se parezca a eso.
Lo más preocupante para el gobierno nacional no es el resultado de las elecciones. Lo que sí romperá los nervios macristas será la composición de las Cámaras después de diciembre, y cómo hará para repetir los consensos que logró durante la luna de miel con la sociedad, durante ese momento en que el peronismo blanco era más macrista que Macri. ¿O no, Schiaretti? En las Paso, apenas sobrevivió el peronismo romántico de Urtubey, sin ningún peso nacional.
¿Será este el 2001 del peronismo, como se pregunta el sociólogo Juan Carlos Torre? A la luz de los resultados de las primarias se parece bastante. La respuesta final a ese interrogante se dará con los resultados de los comicios de octubre.
Si el peronismo nacional no vuelve a ensayar una mínima estrategia de unidad, sacando de escena los arrebatos personalistas, que pesan menos que una tutuca (caso Randazzo), y las posiciones divergentes sin retorno (caso Massa), corre el riesgo de seguir el camino hacia abajo, de caída permanente, de la Unión Cívica Radical, un centenario partido, hoy absolutamente dependiente del liderazgo nacional del PRO, de dirigentes que no son los suyos.
En el caso de la UCR se cumple al dedillo lo que se escribió aquí hace ya mucho tiempo: no tiene futuro independiente, porque si a Macri le va bien la reelección será del actual presidente y no habrá alternativa radical. Y si le va mal a Macri, el radicalismo, institucionalmente, volverá a volar por los aires. Pero el caso particular de la UCR, pos Paso, será analizado en otra columna.
Sigamos con el peronismo. En este punto, hay que detenerse y elogiar la estrategia que adoptaron los dirigentes justicialistas santafesinos en su congreso provincial, cuando decidieron ir juntos a las elecciones, dándole luz verde a la interna Agustín Rossi-Alejandra Rodenas. El experimento dio resultado positivo, al punto de que el PJ ganó las elecciones.
Si los peronistas evitan el carancheo y no le dan lugar a la profecía que da vuelta por los pasillos de la política santafesina, voceando que Rossi logrará menos votos, se encontrarán en una óptima posición de cara al 2019. No es un dato menor que el PJ ganó las primarias sin el concurso de Omar Perotti, quien no participó de la campaña.
Para que el colectivo peronista mantenga las chances será clave el rol de Rodenas, no sólo de Rossi. Hacia la ex jueza provincial fue el voto clásico que, al final, se sumó al kirchnerista y provocó la victoria. Será ella la que deberá convocar a los peronistas a mantener el voto en los comicios de octubre. Por sobre su cabeza sobrevuelan Luis Contigiani y Diego Giuliano, entre otros, queriendo caranchear todo lo que puedan.
La debacle del peronismo también se explica en las últimas postales de la semana, con una concentración sindical llena de tensiones y con la decisión del presidente de la Nación de expulsar del gobierno a dos peronistas estrechamente ligados a la CGT. Macri se da todos los gustos mientras los justicialistas ensanchan sus divisiones.
Al fin, el peronismo fuera del gobierno es como un pez fuera del agua. El gran problema, hoy por hoy, es que ni siquiera está adentro de una pecera. Anda a los tumbos, sin tener, siquiera, eso que lo caracterizó en toda su historia y que está en su ADN: la vocación de poder.
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