"El grado de civilización de una sociedad
"El grado de civilización de una sociedad
se mide por el trato a sus presos"
Fiódor Dostoyevski
Todos los principios y reglas de las buenas prácticas indican que es prioritario asegurar el trato digno de las personas privadas de la libertad. No es solo por respeto a los derechos humanos, o una cuestión de misericordia, sino el único modo de alcanzar la readaptación social de los condenados. De lo contrario… cosecharás lo que siembres.
El 31 de octubre tuve la oportunidad de visitar el Centro de Cumplimiento de Pacora, en Panamá. Es un centro de detención para menores y jóvenes infractores de la ley penal, es decir la cárcel en la que menores y jóvenes que cometieron delitos graves (por ejemplo, homicidios dolosos, robos con armas, violación) cumplen la pena. Está diseñado para albergar unos 190 jóvenes y puede haber chicos desde los 15 años, ya que la edad de punibilidad penal en Panamá es de 12 años. Está considerado un centro modelo regional, con un enfoque dirigido a la resocialización. Es un sistema integral y progresivo, desarrollado por fases, con programas educativos, de seguimiento médico y socio-psicológico, con talleres, formación para el trabajo, sumado al desarrollo artístico y el pensamiento creativo. Los jóvenes están uniformados, prolijos, caminan libremente por el predio. Las aulas están provistas de pupitres nuevos, computadoras, tableros de arquitectura, todo perfectamente conservado. Sus excelentes condiciones son producto de la renovación que hubo hace un par de años, ya que el anterior instituto se cerró luego de un incendio en el que murieron varios jóvenes, hecho por el que fue condenada a 46 años de prisión la directora del instituto.
El Banco Interamericano de Desarrollo los apoyó, y también reciben ayuda de la Unión Europea y de la embajada de Estados Unidos, además de la cooperación interna de empresas privadas y fundaciones. Dado este apoyo de organismos internacionales, están constantemente sometidos a control de calidad.
Educación, arte y formación en oficios. Los chicos reciben educación con los mismos programas y títulos que si lo hicieren en cualquier centro de estudios. En oficios, cuentan con talleres como albañilería, plomería, carpintería, tapicería, panadería, serigrafía, computación, etc. Todos estos talleres están perfectamente equipados. Los chichos que se gradúan reciben títulos con certificación Inadeh (Instituto Nacional de Formación Profesional y Capacitación para el Desarrollo Humano), es decir reciben el mismo curso, con el mismo equipamiento y título, que si hubieran estudiado en cualquier instituto privado.
Cuentan con asesoramiento profesional, que los forma, estimula y motiva. Los materiales y tecnología con la que trabajan hacen que sus productos puedan venderse, e incluso competir en el mundo. Para una de las principales productoras de pollos de la región crían 6.000 pollos de exportación, cada tres meses, y reciben su remuneración. También producen masa congelada para su comercialización externa. El contacto con el sistema productivo los responsabiliza y gratifica con el salario dignamente ganado.
Acompañados de un profesor de cocina, participaron en el 4° Concurso de Gastronomía del Patronato de Nutrición, compitiendo con expertos, con el objetivo de disfrutar la competencia, en la que lograron el segundo puesto. Lo mismo ocurre con las artesanías, carpintería y pintura. Además de ser una forma de expresión artística, sus obras son expuestas y subastadas fuera de la prisión. En el taller de pintura —por ejemplo— son apoyados por la Fundación Jesús Luz de Oportunidades, que es una institución sin fines de lucro formada por empresarios, profesionales y representantes de la sociedad civil. Sus obras se exhibieron y subastaron en la sede del BID en Washington, dando a conocer el talento de los jóvenes artistas.
Pero este proyecto no se sustenta solo con inversión en tecnología e infraestructura, sino con la capacitación y vocación de profesores a cargo. La capacitación y selección adecuada de personal idóneo y especializado. No se trata de contar con hombres y mujeres de buena voluntad, pues si no estuvieran suficientemente preparados, si no contasen con suficientes recursos pedagógicos, este proyecto no sería sustentable. Trabajar en un centro de detención requiere de una enorme vocación, pero también del estímulo de la valoración social y el reconocimiento económico. Pensemos que los jóvenes están en una etapa de pleno crecimiento físico y desarrollo psicológico, en busca de modelos y referentes. Por eso, para aquellos jóvenes que deben atravesar ese proceso de socialización en un centro de detención es prioritario poner especial atención en las personas que los acompañan, porque influirán directamente en el desarrollo de su personalidad, en la adquisición de la capacidad de autocontrol, es decir en su capacidad para comportarse en un entorno social.
El objetivo de esta nota no es alinearnos atrás de un sistema modelo, sino poder pensar en otro modo de transitar esta realidad. Saber que es posible un cambio para una mayor cohesión social. No creo que haya sistema que pueda asegurar resultados, pues las realidades subjetivas de los individuos, y el entorno familiar y barrial, gravitan sustancialmente a la hora de medir índices de reincidencia. Sin embargo, sí podemos como sociedad, como Estado, poner al alcance de nuestra juventud los elementos necesarios para que puedan encontrar sus propias fortalezas y desarrollarlas. No hay secretos.
Y no solo el Estado construye esta respuesta al delito. En los objetivos de inclusión social hay una apuesta grande de la política pública, pero también un fuerte compromiso de sectores privados, de organismos no gubernamentales, asociaciones religiosas, etc., dentro del marco de gestión estatal. Pero primero tenemos que estar convencidos de que la educación, la capacitación y el buen trato es el medio para lograr una sociedad menos violenta, una sociedad en la que podamos convivir todos.
Por último, no quiero dejar de agradecer al cónsul argentino en Panamá que gestionó e hizo posible la visita, y al embajador de nuestro país, quien me acompañó a recorrer las instalaciones, interactuando con los jóvenes de modo tal que hizo de la visita un momento muy agradable.
Gabriela Sansó
Jueza de Menores de Rosario