Se conoce al rubro ferretero como un negocio rentable, estable, con productos que no tienen vencimientos donde cada inversión que se hace para stockearse se sostiene a largo plazo. En Argentina, según la cámara que nuclea al rubro, hay unas 15 mil ferreterías, es decir, una cada 3000 personas. Ahora bien, ¿cuántas de estas ferreterías tienen a una mujer como dueña? Ese dato no está registrado, pero lo que sí es una certeza es que en Rosario hay una céntrica ferretería en manos de Carolina Armentano, una mujer fuerte, que supo ser amante del arte, y que luego se metió en un oficio muy ligado a lo masculino. Y, tras casi una década de trabajo, logró posicionar a su marca como una de las más fuertes del centro.
Carolina estrenó su propio local hace ocho años, cuando fundó Puerto Nuevo sobre calle Santa Fe al 1000. Nacida en Mendoza, su papá se dedicaba a la venta de productos para la construcción y su mamá llevaba la administración de la empresa familiar. En esta entrevista con Negocios de La Capital recuerda que de ellos aprendió que la fórmula para salir adelante era trabajar duro. Y esa fue su apuesta en Rosario. La ferretería Puerto Nuevo funcionó primero en un local chico ubicado a pocos metros del actual y hace tres años dieron un salto cualitativo al pasar a un inmueble de más de 300 metros cuadrados, donde está Carolina al mando, secundada por Alejandro Bello, que fue su primer colaborador, y sus hijos Tomas y Tadeo Manazza.
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Alejandro está con Carolina desde que inauguraron la ferretería sobre calle Santa Fe al 1000.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
“Al principio fue duro, no venía ningún proveedor, no teníamos ninguna cuenta corriente, no creían que nos podía ir bien. Tuve que hacer todo de cero, aprender sobre el depósito, a manejar stock, sistemas, empleados, todo”, recuerda Carolina a pedido de Negocios. Ella venía del mundo del arte, incluso había tenido un taller propio, y asegura que de algún modo ese know how la ayudó: “¿Cómo aprendí? Con imaginación, porque si hay algo que tiene un artista es imaginación”. También confiesa que se pasaba las noches viendo los tutoriales de ferreteros en youtube, que le iban aportando información del sector.
Hoy las cosas son muy diferentes: la ferretería tiene un stock de 50 mil unidades, a ese número llegaron tras años de comprar todo de a poco. “Cómo no nos fiaban, si teníamos plata para 200 tornillos comprábamos sólo esos, estaba todo muy vacío. Comprábamos y pagábamos”, detalla. Y su plan para crecer fue el de tener mucha variedad pero poco volumen, entonces con una inversión chica podían mostrar una buena gama de productos. “Compraba dos de cada cosa, primero eran artículos del hogar, para el cliente del barrio. Porque tornillos, gomitas o flexibles era algo barato de comprar y todo el mundo necesitaba. Muchos años después me animé a traer maquinarias y ahora vendo muchas máquinas por día, antes era impensable”, dice.
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Tomás y Tadeo son hijos de Carolina y ya están en el rubro ferretero.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Tener una ferretería frente a todo contexto
Carolina confiesa que no está atenta a los gobiernos, ni le interesa la política. Pero sí debe seguir de cerca las variables económicas y el movimiento del dólar porque para su negocio los productos importados son una parte central de la oferta. “Yo no me animaba a invertir en máquinas porque este país es muy inestable, lo que compras a cinco luego te puede salir quince. Y ahora pasa otra cosa, ahora no conviene invertir con mucha anterioridad en mercadería porque los precios han bajado entre un 20% y un 30%”. La entrada de productos del exterior ha modificado las reglas del juego y, según explica, se ha cuatriplicado la oferta de marcas en este rubro. En épocas de alta inflación, el negocio era totalmente diferente: “yo compraba 20 taladros y si no los vendía los dejaba como inversión hasta que fuera el momento indicado. Hoy eso no conviene, al menos en este momento”.
La apertura de importaciones no sólo modificó la oferta sino que hoy muchos clientes se animan a importar directo sus maquinarias. Pero Carolina advierte que muchas veces no saben lo que compran, “hay marcas que son realmente descartables”, dice. A pesar de este contexto indica que “las ventas no nos bajaron porque las ferreterías somos un polirrubro, la gente viene porque quiere elegir el producto, ver y tocar, es un rubro muy estable”. No es casual que en Puerto Nuevo hayan decidido que todos los productos estén en exhibición y a la vista porque esa es parte de la estrategia comercial, que la gente “recorra todas las góndolas y aproveche para llevarse más productos que el que vino a buscar”, como sucede en cualquier retail.
Un mundo muy masculino
A la hora de hablar de cuestiones de género, Negocios consulta si tuvo alguna dificultad a la hora de vender en este segmento. Carolina explica que a veces le ha pasado que un cliente quiera hablar con alguno de los hombres de la ferretería en lugar de hacerlo con ella, pero lo cierto es que quien compra todo lo que hay es ella, así que nadie conoce mejor el stock ni para que se utiliza lo que compró. “En este rubro te tenés que hacer hombre, tenés que tener cara de piedra”, dice y añade: “Y yo soy muy exigente”. Ese carácter la ayudó a moverse en el segmento, a hablar todo el tiempo mano a mano con los proveedores y clientes.
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Lo que más se venden son productos de iluminación, pero también todo lo vinculado a la plomería.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Lo que más demanda tiene en la ferretería son los productos vinculados a la iluminación, además de las herramientas de mano y un segmento donde son fuertes es en agua y plomería. “No hay muchas ferreterías que tengan tantos productos particularmente para las cañerías y para todo lo vinculado al agua en un hogar”, especifica.
Buscar diferenciarse desde los productos que tienen les dio sus frutos, porque hoy Carolina piensa que han logrado tener un público fiel porque “fueron atraídos por la variedad, el hombre que viene acá es de los que van a una casa a arreglar algo y le piden que les resuelvan otras cosas más, entonces vienen a Puerto Nuevo y encuentran lo que necesitan de distintos rubros”. Cuenta además que otra de las cosas que siempre le dice a su equipo es que “nunca digan que no tenemos algo, sino que se los vamos a conseguir”, ese es parte de su política de atención y experiencia del cliente.
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En la ferretería hay unos 50 mil artículos a la venta.
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Al cierre de esta entrevista recuerda un poco más sobre sus inicios con la propia ferretería: “fue raro, algunos pensaban que no íbamos a poder, hasta el que nos instaló el sistema en la compu me dijo que vendiera el fondo de comercio y me dedicara al arte. Pero pudimos y crecimos muchísimo, y ahora me encanta esto que hago”. Lo que se viene hacia adelante es seguir mejorando en la variedad de productos y la exhibición, ya está proyectando un área de jardín para la venta de ese rubro. Y tiene una certeza: “estoy en un rubro que nunca va a morir, siempre habrá canillas a las que habrá que cambiarles el cuerito o personas que tengan que colgar cuadros, o hacer cosas en su casa”.