Este gran embajador argentino en la tierra de las oportunidades también demuestra su humildad y determinación en su camino hacia el éxito en el segundo circo más grande del mundo sobre cuatro ruedas.
No dimensiona lo que forjó fruto de su trabajo arduo y su dedicación. Esas mismas bases que lo llevaron a convertirse en propietario de un equipo de IndyCar con todo lo que representa eso en el universo tuerca. Su ascenso meteórico y su determinación lo posicionaron como un referente argentino en el mundo del automovilismo. Es un líder que continúa desafiando los límites y superando obstáculos en su camino hacia el éxito.
—Tu presente parece ser perfecto, pero debés tener un pasado movido, porque llegaste con las manos vacías a Estados Unidos ...
—Sí, y ya hace 22 años que estoy. Acá no se para nunca. La vorágine es increíble, es todo muy dinámico. Pero cuando miro para atrás, veo todo. Es decir, el éxito y lo que me costó llegar hasta este lugar. También veo cosas que solo nosotros sabemos qué y cómo nos pasaron, y no son muy lindas de recordar. Es como que opto por mirar hacia adelante más que nada. Es que paralelamente al éxito está todo lo otro, eso que no se ve hacia afuera, pero está.
—Uno desde afuera ve que estás como en Disney desde tu moderno taller, pero lo cierto es que solo vos sabés bien por todas las que tuviste que pasar para llegar a la cúspide del deporte motor.
—Exacto. Solo el círculo muy cercano sabe bien las cosas por las que pasé. Lógico que hay cuestiones que son públicas porque las dije en su momento, pero hay otras que no vale la pena decirlas porque no me gusta victimizarme. Obviamente que como todos en la vida, pagamos un cierto precio en todo lo que hacemos. Cuanto más alto es el éxito, más vas a sufrir y te va a costar. Aunque en esa escalera uno sortea los escalones hasta llegar al éxito. No obstante, es como decía Charly García: “El éxito es eso que te pasa después de un montón de piñas”.
juncos1.jpg
Los máximos exponentes del Juncos Hollinger Racing lucen felices en todo momento.
—¿Te golpeaste muchas veces?
—Muchas. Es más, hubo instantes donde parecía que me alejaba de los objetivos porque veía el grado de dificultad que se presentaba en ciertos momentos. Pero bueno, hay veces en que te alejás, te van pasando cosas buenas y malas mientras transitás. Y la suerte también tiene mucho que ver. Pero sí, si me preguntabas hace 22 años si me imaginaba estar así como ahora, te decía sin dudar que estabas loco. Sin embargo, hoy estamos en este lugar, lo que marca que las cosas pasan. Sea para bien o mal, pero suceden. Hay que dejarse llevar y confiar en uno y además no negociar la pasión. En ese sentido, jamás dije que no a algo por dinero o por conveniencia. La pasión la tuve siempre, y eso creo que también tiene que ver con todo esto que disfruto a pleno, independientemente de la enorme responsabilidad y exigencia que requiere este tipo de labor.
—¿La pasión la fuiste acuñando desde el taller que tenías en puente La Noria, en Buenos Aires?
—(Risas) Y ... la pasión siempre la tuve, y cada vez la tengo más. Recuerdo de chico que jugaba con autitos y fantaseaba que me hacía chiquito y manejaba ese auto. Era un obsesivo por las carreras de autos. Hoy lo vivo en la IndyCar, pero de muy pequeño era ese autito de plástico o metal que imaginaba dentro de una pista y ahora tengo un equipo.
—¿Qué es para vos entonces ejercer el rol que tenés?
—Es una forma de vida que no la cambio por nada. También es una bendición poder trabajar de lo que a uno le gusta.
—Y eso que no te recibiste de ingeniero...
—Al final no terminé la carrera. Metí un par de materias y tengo certificado analítico, pero estoy lejos de recibirme.
—Estás como Horacio Pagani, quien no se recibió pero diseña autos mejor que muchos ingenieros.
—Y, ese es otro tema. Acá tengo chicos recibidos que tienen la teoría muy bien estudiada, pero les faltan muchas prácticas. Lo ideal sería ir mezclando la teoría con la práctica, pero cuando estudiás no tenés tiempo para ensuciarte las manos o trabajar de lleno.
—¿Qué formación tenés?
—Soy técnico electromecánico y metí un par de materias en ingeniería como pude. También soy técnico en preparación de motores, que dictaba el profesor Juárez. Lo demás, es todo práctica. De hecho, hoy manejo un negocio, que más allá de lo económico, nuclea a casi 70 personas, y nunca estudié administración de empresas. Incluso hago la parte impositiva, y también la fui aprendiendo a los golpes.
—¿Por qué en varias ocasiones destacaste la ayuda recibida por parte de los equipos rivales cuando arrancaste en el palo de los karting?
—Porque fue así literalmente. Cuando uno ve las cosas culturales que hay acá, te rompe la cabeza. Me llevó años aprender y comprender ciertas diferencias, pese a que ahora tengo un panorama más claro de todo. Llegué con experiencia porque trabajaba de esto en Argentina. Aunque cuando vine fui carpintero para casas de millonarios. Y gracias al Colegio Industrial Nº 3 pude tener mi primer empleo acá, pero me ayudaron también mucho los americanos.
—¿Cómo te metiste en el deporte motor en un país que no conocías por dentro?
—Recuerdo que en los almuerzos tenía una hora para comer, pero en realidad parábamos solo diez minutos. Como sabía que Fittipaldi vivía en Key Biscayne, agarraba las páginas amarillas de la guía y llamaba a todos los Fittipaldi que figuraban. Cuando me atendían y hablaban en inglés, les cortaba porque no sabía el idioma. En un momento me respondieron en español y así conseguí mi primera entrevista. No era Emerson quien habló sino el mánager de Christian, es decir Fernando, quien me terminó dando una reunión porque le dije que era un piloto argentino que venía a correr a Estados Unidos en prototipos.
—¿Y qué pasó cuando te vio?
—Se encontró con un joven de 27 años sin saber hablar inglés y sin un peso. Así y todo me consiguió la entrevista en el taller de karting de Fittipaldi. Fue así que me sumaron a prueba por dos semanas sin cobrar el sueldo, pero a la semana me contrataron. De ahí pasé a ser jefe de mecánicos y llegué a ser team manager a los siete meses. Esos fueron mis primeros pasos acá.
—¿Cómo surgió lo de armar el Juncos Racing?
—Por pilotos y clientes de Fittipaldi, que fueron quienes me empujaron y convencieron para que armara un equipo. Les decía que no porque sentía que no estaba preparado. No tenía nada y además no sabía el idioma ni tampoco tenía ni idea de cómo armar una empresa. Sentía que no era el momento, pero sin embargo, en septiembre de 2013 arrancó el Juncos Racing.
—¿Y cómo sucedió lo de incursionar en la Indy?, porque pasaste del karting a lo máximo a nivel deportivo.
—Se fue dando todo. Lo que tenía en mente en aquel momento era saber cómo poner la comida en mi boca. Llegué sin nada porque había perdido todo en nuestro país. La crisis del 2001 nos dejó sin nada. Nos robaron la plata como a todos los argentinos con el corralito y posterior pesificación. Sinceramente no podía correr más porque no tenía dinero y quería trabajar de esto. No estaba muerto, pero el último día en Argentina me pusieron una pistola para robarme en puente La Noria..
juncos6.jpg
Ricardo sigue atentamente lo que sucede en la IndyCar y en la Indy NXT.
—¿Fue duro el inicio con el Juncos Racing?
—Sí, porque me gasté todo lo que tenía en armar un taller. Me quedó dinero solo para una cajita de herramientas, nada más. Eso sí, tenía la promesa de que si armaba algo, vendrían algunos pilotos. El primero fue un chico de ocho años, el colombiano Sebastián Ordóñez. A partir de ahí empezamos a andar bien en nuestro equipo y a crecer. Luego los pilotos venían porque cobraba muy barato y además ganábamos carreras. Así empezamos con estructura propia, desde 2003 a 2008 donde conseguimos 19 campeonatos de karting. Se fue dando todo, esa es la realidad.
—Luego saltaste a la ProMazda.
—Claro, y casi ganamos el título durante nuestro primer año. El segundo salimos campeones como también en 2014. Ya nos codeábamos con equipos top como Andretti y eso hacía ruido porque ganábamos.
—¿El 2017 fue especial?
—Y, debutamos en las 500 millas de Indianápolis. Fue una buena oportunidad porque pude comprar un equipo y conseguí unos inversores. La IndyCar además nos apoyó también porque necesitaba que haya en pista 33 autos, así con los dos nuestros, la parrilla se completó para esa temporada.
—¿Coincidís que 2019 fue un antes y un después en tu carrera?
—Sucede que fue una locura lo que nos pasó porque dejamos afuera a McLaren, que tenía como piloto a Fernando Alonso. Recuerdo que teníamos el auto en blanco porque no teníamos sponsor. Es más, el miércoles y jueves anduvimos bárbaro, pero el viernes se pegó el auto y rompió todo. Trabajamos 40 horas sin dormir y nos metimos en la clasificación dejando afuera a esa gran estructura y piloto como es Fernando. Con mi hermano nos dimos cuenta de que algo pasaba con nosotros porque los hinchas nos alentaban. Claro, estábamos concentrados en la carrera y no sabíamos qué pasaba porque no mirábamos los tiempos porque queríamos que el auto llegara. Lógico, que con ese resultado se magnificó todo.
—¿Seguís siendo obsesionado por la perfección?
—Sí, en ese sentido soy tremendo. Incluso, a veces bajo al taller, veo que hay desorden y me pongo loco. Pero lo cierto es que los chicos están a fondo y es mi obsesión que me puede más. Sucede que me gusta chequear todo y no dejar nada librado al azar. Me exijo mucho y pretendo que los demás también lo hagan.
—¿Te das cuenta de lo que realmente conseguiste?
—No, no siento nada diferente. No lo dimensiono tampoco. No tengo ningún sentimiento diferente por tener el taller y estar en la IndyCar con respecto a cuando jugaba con un autito de chico, de lo que sentía a los 15 años o cuando corría en la Fórmula Renault. No me cambió en nada todo esto. Tal es así que sigo teniendo las mismas amistades, viviendo con las mismas perspectivas y formas. No sé si será que estoy equivocado, pero no puedo sentir cosas que no siento. Quizás, el éxito esté por venir, no sé. No pienso en eso. Tal vez, al estar donde estoy sin proponerlo, ya gané en la vida. Eso no quiere decir ni quita que quiera más. Aunque no tengo esa presión ni estoy obsesionado con nada. Me obsesiono con el día a día, y si algo me sale mal, aprendo de los errores para ser mejor. Luego los resultados serán los que tengan que ser, pero a veces eso no depende de uno.
—¿Volverías a empezar?
—Sí. Como además debo decir que no me arrepiento de nada de lo que hice. De lo que sí me arrepiento es de no haber hecho ciertas cosas puntuales que no tienen que ver con la profesión. Quizá, si volvería a arrancar haría mucho más. Por ejemplo, iría a ver a mi tía María, que era mi madrina y estaba en Australia. Pero siempre prioricé el negocio, se terminó muriendo y no la vi. ¿Ves?, ese tipo de cosas sí las cambiaría.
—De hecho, no fuiste a su casa en Australia porque no te alcanzaba la plata para el pasaje y por eso terminaste en Miami ...
—Claro. Quería ir allá porque estaba ella con su familia. Es un país bárbaro y además tiene automovilismo. Pero el pasaje salía como 2.500 dólares y solo tenía 500. Entonces saqué un boleto a Miami, a lo que le sumo que no necesitaba visa, por lo cual me cerró todo. Incluso mi hermano se quedó para vender un par de cosas y pagar las deudas. Le pedí a mi abuela 400 dólares para tener por si en migraciones me preguntaban algo. Por suerte se los devolví rápido.
juncos11.jpg
El Dallara-Chevrolet del Juncos Hollinger Racing que comanda Canapino reposa en el taller.
—¿Sos feliz como se te ve?
—Me lo han dicho, pero no así tan directo. Me subrayan la sonrisa, eso sí. Pero ojo que no estoy siempre así. Cuando me enojo, ni yo me aguanto. Aunque debo confesar que estoy feliz con la vida.
—Si te preguntan quién es Ricardo Juncos hoy en día, ¿qué responderías?
—No tengo una característica. Lo que sí soy, es un apasionado de las carreras. Alguien que vive intensamente y trata de hacer lo que quiere y siente.
—Lo que si es claro es que sos made in Argentina.
—Sí, totalmente. Pienso y hablo como un argentino más. Tengo costumbres intactas y mis raíces están en ese hermoso país. Incluso mis mejores amigos están allá. Acá no tengo un mejor amigo en 22 años de estar radicado, es así. Culturalmente, quizá, no ocurra nunca porque somos diferentes. Pero sí, soy argentino.
juncos10.jpg
Juncos: "Canapino es uno de los mejores pilotos que vi y estamos tratando de demostrarlo en nuestro auto".
Canapino, un diferente
—¿Qué le viste a Canapino que lo sumaste?
—Qué no le vi en realidad. Es uno de los mejores pilotos que vi y estamos tratando de demostrarlo en nuestro auto, que es el más difícil de manejar en el mundo. Agustín es un diferente. Venía manejando un TC, que le falta tecnología en comparación de un IndyCar, y al ver la data que reúne cuando se baja de un auto como estos, marca la diferencia. Es más, no cualquiera puede correr acá, en la F1 o en un prototipo como piloteó en 2019. Incluso esa prueba en Daytona me sirvió mucho porque pude ver realmente quién era Canapino literalmente. Palpé ahí mismo lo que hizo sin experiencia, e hizo lo que hizo, es ver claramente que estás con un tipo diferente.
—¿Le dieron un salto de calidad al equipo con la incorporación de Grosjean?
—No solo con Romain sino además en varios aspectos como en la ingeniería, mecánicos, en la faz comercial. Estamos con un alto nivel de gente en todos los órdenes. Cambió todo y, si bien es nuestro segundo año en la especialidad, vamos a seguir cometiendo errores, pero a nivel técnico estamos al mismo nivel que los equipos de punta.
juncos7.jpg
"Es un honor tener en el equipo a Romain, es muy profesional y elevó la vara", relató Juncos.
—¿Qué representa tener a Romain en la estructura?
—Para mí, es increíble tenerlo. No solo por lo que pasó y vivió sino además que es el influencer número uno de la IndyCar. Es más, con Agustín (Canapino) mueven muchos fans en las redes. Es un honor tenerlo, es muy profesional y elevó la vara. Ojalá tengamos la suerte para que la suerte aparezca.
—¿Cómo surgió la alianza con McLaren?
—Es un acuerdo estratégico. Aunque aún ni arrancamos con la alianza, que es comercial y de marketing, y por eso pusimos el naranja en nuestro auto. La idea es trabajar esos puntos en conjunto.
juncos4.jpg
Ricardo Juncos es un ejemplo de superación. Un genuino embajador argentino en Estados Unidos.
Juncos es un ejemplo de superación, perseverancia y éxito en el mundo del automovilismo. Su trayectoria inspira a todos aquellos que sueñan con alcanzar grandes metas y demuestra que con esfuerzo, dedicación y pasión, no hay límites que no puedan ser superados. Sin lugar a dudas, es un verdadero orgullo argentino y un referente de primer nivel en el mundo del deporte motor. Y es bien nuestro.