La vigésima segunda edición de Autoclásica, el festival de vehículos clásicos más importante de América Latina, abre sus puertas este jueves 9 de octubre en el Hipódromo de San Isidro en Buenos Aires. El evento marca una triple celebración, destacándose los 60 años del Club de Automóviles Clásicos (CAC), la entidad organizadora, y un desfile de efemérides icónicas que incluyen a gigantes de la historia automotriz. Sin embargo, la nota más resonante de este año podría no encontrarse en los deslumbrantes aniversarios internacionales, sino en un debut discreto pero cargado de historia regional: la primera participación oficial de la Escudería Santafesina de Automóviles Antiguos.
El desembarco de la delegación santafesina, compuesta por seis automóviles y un ómnibus que son auténticas cápsulas del tiempo, subraya un movimiento silencioso pero potente en el interior del país: la revalorización y visibilización del patrimonio automotor que, hasta ahora, permanecía celosamente guardado en colecciones privadas.
Un colectivo que marcó una época
El vehículo que la Escudería Santafesina eligió como estandarte de su debut no es un deportivo de colección, sino un titán de la ruta que revolucionó el transporte de pasajeros en Argentina: el Scania BR 116 del año 1979. Este ómnibus de larga distancia, fabricado en el país entre 1978 y 1983, representa un hito de la ingeniería de su tiempo. Introducido por Saab-Scania Argentina SA, el BR 116 fue pionero al adoptar una estructura de doble semi-chasis que, sumada a su avanzada suspensión neumática, brindó a los viajeros de la época un confort inédito, posicionándolo rápidamente como el modelo definitivo para las distancias largas. Técnicamente, el BR 116 se ofrecía con dos variantes de motor diésel de 6 cilindros y 11.000 cc, alcanzando en su versión turbodiésel (DN 11) los 296 CV DIN. Este modelo no solo modernizó la flota argentina, sino que se convirtió en un símbolo de la tecnología sueca aplicada a la idiosincrasia de las rutas sudamericanas.
Autos: los testimonios rodantes de la historia santafesina
El colectivo Scania es la punta de lanza de una delegación que narra microhistorias de la provincia de Santa Fe, tal como lo destacó Luciano Caturelli, coordinador del club expositor. "Los autos que llevamos son realmente muy importantes", afirmó y enumeró una colección que abarca desde la preguerra hasta la postguerra automotriz argentina.
Esta selección es un ejercicio de arqueología sobre ruedas. Por un lado, se encuentra el lujo de preguerra con un Opel Kapitan del año 1939, poco visto y originario de la ciudad de Santa Fe. Este modelo, introducido globalmente en el Salón de Ginebra, fue uno de los últimos autos de lujo producidos por Opel antes de la Segunda Guerra Mundial, destacándose por su moderno diseño de carrocería autoportante.
La elegancia de la década del 30 está representada por dos Chevrolets de gran valor histórico: un imponente coupé Chevrolet 3 ventanas de 1933, proveniente de San Jerónimo Norte, y un Chevrolet Touring Doble Phaeton de 1923 con techo de lona, testigo de la historia fundacional de Sunchales
Además, se exhibe el legado empresarial de la capital con un camión del año 1929 que transporta, literalmente, una historia de más de 125 años de una tradicional empresa santafesina, símbolo del esfuerzo y la continuidad de un legado familiar. Finalmente, la rica tradición de competición se honra con una baquet del año 1929 de la localidad de Carlos Pellegrini.
La memoria del "Fuerza Libre" de Sastre
Dentro del conjunto, hay una pieza que condensa el ingenio mecánico santafesino y la pasión por las carreras en el interior: el monoposto construido de 1951 en Arequito y reconstruido en Sastre. Sus propietarios, Jorge y Juan José Giorda, son portadores de una memoria que lo conecta con los pioneros de la velocidad.
La compra inicial fue concretada ante un compraventa especializado en autos antiguos que se dedicaba a rescatar vehículos de carrera. El coche llegó a Sastre en 2015 transportado en tráiler por un mecánico veterano y desde entonces quedó en manos de la familia para una restauración que combinó oficio local y soluciones creativas para adaptar piezas de época.
La carrocería del vehículo es íntegramente de chapa de aluminio de apenas un milímetro de espesor y fue ensamblada con soldaduras a soplete, técnica de la época que otorga al ejemplar un valor técnico y patrimonial singular. El motor que finalmente se montó durante la puesta a punto es un Chevrolet Viking, un bloque de origen industrial de cilindrada superior al Apache o al 51 y cuya potencia en condiciones de competencia fue estimada en torno a los 180 caballos, según los relatos del taller.
Para conjugar esa potencia con una transmisión confiable se adaptó una caja ZF, se instaló un embrague proveniente de una Ford F100 seis cilindros y se confeccionó un volante y una separación de aluminio a medida, piezas que primero se modelaron en madera y luego se fundieron para luego mecanizarlas y alinearlas con el motor inclinado a unos diez grados.
La alimentación del motor exigió soluciones artesanales: al vehículo le faltaban los tres cuerpos de carburación y se incorporaron tres carburadores Holley de una sola boca, mientras que el sistema de encendido requirió la adaptación de un distribuidor de Chevrolet 400 y el ajuste de cicleres de baja tomados de un Dodge 1500 para corregir la mezcla en régimen bajo y evitar que se ensucien las bujías. El múltiple de admisión, el múltiple de escape y un cardán de longitud reducida fueron obra del taller Giorda, así como la revisión completa de frenos, bomba y tren de rodaje, conservándose en lo posible la suspensión, la dirección y el conjunto trasero, en su mayoría manufactura argentina de la época.
La trayectoria del Fuerza Libre tuvo etapas de exhibición y cuidado institucional: tras su estancia en talleres y períodos de reposo, el vehículo pasó en calidad de préstamo por el Museo de Casilda gracias al impulso de referentes locales y luego integró la colección privada del coleccionista Daniel Van Lierde; recientemente fue trasladado por Víctor Peruzzia para su participación en Autoclásica, tras un proceso de selección en el que la gestión de Caturelli resultó determinante.
Salvo por la caja y los carburadores, el auto mantiene gran parte de su originalidad y se presenta como testimonio del ingenio de mecánicos y chapistas aficionados de la provincia, una pieza que interpela la memoria de las pistas regionales y la tradición del trabajo en los talleres.
La reinvindicación del capital cultural
La presencia en Autoclásica 2025, reconocida por la Federación Internacional de Vehículos Antiguos (Fiva) como uno de los ocho eventos más importantes del mundo, no es un fin en sí mismo para la Escudería Santafesina, sino una coronación y un impulso para un proyecto mayor. Caturelli subraya la misión del club: "En nuestra provincia existen muchos autos y motos interesantes que están muy conservados, que son de coleccionistas privados, o que tienen mucha historia. Estamos trabajando para visibilizar todo este capital cultural que existe, la idea es poner este bien cultural al acceso público".
Este trabajo, que el coordinador describe como de "hormiga", involucra una mesa provincial de clubes y coleccionistas privados con el objetivo de establecer una calendarización de eventos anuales. La meta no es solo exhibir, sino educar y conectar la historia de la movilidad con las nuevas generaciones, transformando la colección privada en un bien público accesible. Estar presentes en el Hipódromo de San Isidro es, en definitiva, un espaldarazo a ese esfuerzo y un reconocimiento a la calidad de los vehículos atesorados.
Festejos globales y el centenario de un gigante
Mientras Santa Fe se estrena, el Hipódromo se viste de gala para honrar las trayectorias de marcas y modelos que definieron la industria global. La agenda de aniversarios es apabullante y atrae a coleccionistas de todo el continente, coincidiendo con la celebración de los 60 años del Club de Automóviles Clásicos (CAC). La muestra celebra el septuagésimo aniversario del icónico Fiat 600, el "Fitito" que motorizó a la clase media argentina, del elegante Peugeot 403, y del futurista Citroën DS, conocido como el Tiburón. Además, se conmemoran los 100 años de Chrysler, los 75 años de la Fórmula 1 y el 60 aniversario del mítico Shelby Cobra.
La premiación, el momento cúlmine donde el jurado especializado otorgará los preciados Best of Show, tendrá lugar el sábado 11 de octubre. Autoclásica, que se extenderá hasta el domingo 12 de octubre, con más de 1.200 vehículos en exposición, confirma así su estatura internacional. Pero en esta edición, el ruido de los motores históricos de los deportivos europeos se verá acompañado por la voz pausada y profunda de la historia santafesina, marcando un nuevo capítulo en la cartografía del coleccionismo automotor argentino.
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