El país, por momentos, es un circo, pero esta semana fue el país de los recitales. Dos shows musicales, del presidente Javier Milei y el del Tricentenario en Rosario, que sirven de ejemplo para mostrar en qué dimensiones se mueve la Argentina en sus andanzas por salir a flote.
Por un lado, el recital de rock del presidente para vanagloriarse ante su núcleo de seguidores en lo que demostró moverse en una realidad paralela. Por otro, el de Nicki Nicole en el Monumento a la Bandera para validar definitivamente a la ciudadanía rosarina en la calle después de años a medio guardar.
El contraste es evidente. En las formas, claro, con el presidente sudando con tres camperas y a los gritos, y una Nicki esbelta con una sinfónica detrás. Pero eso es menor, no es lo importante en este momento de acomodamiento social.
Nicki Nicole, en su casa
La cuestión es la comparación de fondo. El recital público de Nicki por el tricentenario de Rosario vino a coronar un proceso: el de salir de años oscuros de una ciudad violenta y miedosa. Ir al Scalabrini Ortíz un domingo a la tarde fue una actividad de riesgo hace unos años.
El viernes pasado ya hubo una muestra de cambio con la fiesta de los Juegos Suramericanos. Jóvenes con conservadoras, adultos con reposeras, chicos con monopatines se reunieron en el Monumento -consagrado como el punto de encuentro total de la ciudad- para disfrutar del espacio público sin pensarlo dos veces. Una barrera se había traspasado.
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Ciento de miles de personas en el Monumento por el recital de Nicki Nicole
Este martes, la dimensión fue otra. Si había 150 mil o 250 mil personas es anecdótico, había muchísima gente. Nicki arrasa, es cierto, pero también el marco generado para ir es clave. Una reunión que le sirve de ejemplo gráfico a Unidos para comprobar lo que llama un renacer de la vida pública en Rosario. No hay objeción alguna en este caso, ni siquiera tuitera.
Después del sufrimiento de la lejana pandemia y de la inseguridad, parece tiempo de unirse, ampliarse y alejarse de los discursos de odio que sirvieron a una parte grande de desahogo. "Hay mucha gente que no podría nunca pagar una entrada para ver a Nicki. El más rico y el más pobre de la ciudad tenían la posibilidad de verla desde la misma ubicación", sostuvo el gobernador en un análisis sobre la geografía social y división de clases que no se le conocía.
Milei y el no registro
En cambio, la presentación del libro del presidente, con recital incluido, tenía un fin completamente distinto: apalancar, sostener, apuntalar un proyecto que se viene abajo con una crisis política y cambiaria que parece haber entrado en loop. Con los suyos, encerrado y sin marco. Milei festejó un cumpleaños en pandemia.
Lo cierto es que volvió al lugar donde se sintió cómodo, aquel de outsider en la campaña a presidente cuando la progresión era positiva para él: cuanto más desubicado, más disruptivo y hasta freaky parecía, más adhesión ganaba ante un sistema político cansador. Ahora, siendo presidente, es lo contrario: lo ridículo fuera de registro genera cuanto menos dudas en varios planos.
“La gestión pública es muy intensa y no da para estar dándose gustos”, lanzó el gobernador Maximiliano Pullaro. El dedo en la llaga de la moral: es una herejía vestirse de frontman mientras el país, una vez más, está en un momento delicado. En boca de radicales y republicanos suena más grave. "Yo que él estaría encima de los problemas y teniendo empatía. No se llega a fin de mes", agregó.
“Reírse de esa manera, pensar que se está festejando algo en una realidad de país que duele tanto suena una burla”, tensó Gisela Scaglia, presidenta del PRO en Santa Fe, vicegobernadora y candidata a Diputada de Provincias Unidas. Este episodio cirquense, más el caso Espert, le dejó servido el discurso opositor. Todo lo que pierda La Libertad Avanza lo usufructuará el sello de los gobernadores.
La pregunta, en un juego de palabras, es si la desconexión de Milei con la realidad demostrada en el Movistar Arena terminará por desconectarlo de la gente, de la llamada opinión pública. Contrariamente, el espectáculo en el Monumento logró conectar y mostrar una gran realidad rosarina.