Por Pablo Amadei / Especial para La Capital

El próximo 10 de diciembre asumirán 64 mujeres en cargos ejecutivos en municipalidades y comunas de la provincia
Durante la última entrega de diplomas de cargos electivos, realizada por el Tribunal Electoral de la provincia de Santa Fe, se destacó un número histórico de mujeres que asumirán como autoridades.
La doctora en ciencia política María Emilia Perri, en su tesis doctoral, analizó si las reglas electorales ayudaban o no restringían a ciertos actores, como las mujeres.
Por Pablo Amadei / Especial para La Capital
Cuando el próximo 10 de diciembre asuman las autoridades comunales y municipales electas en las pasadas elecciones provinciales del mes de julio, un 20% de las presidentes comunales serán mujeres. En efecto, de las 300 comunas que hay en la provincia, 61 serán gobernadas por ellas. A esto hay que sumarles las tres intendentas que asumirán y que se agregarán a las seis que tienen mandato hasta 2027. Así, de las 365 localidades que tiene la provincia, 70 serán gobernadas por mujeres.
La cifra podría parecer baja, pero es la mayor que se registra en la provincia desde el regreso de la democracia en 1983. Solo basta decir que, en aquella elección de hace 42 años, solo una mujer fue elegida presidenta comunal, María del Carmen Benzo en San Carlos Centro, y ninguna intendenta. De hecho, la propia Benzo se transformó en la primera mujer intendenta cuando fue reelecta en 1987, cuando San Carlos Centro había abandonado su categoría de pueblo para ser ciudad.
El acceso de la mujer a puestos ejecutivos es un techo de cristal que de a poco se va rompiendo pero que todavía falta mucho. El recorrido histórico electoral así lo demuestra. Hubo que esperar hasta bien entrada la década del 90 para ver más mujeres ocupando cargos ejecutivos a lo largo y ancho de la provincia ya que al menos hasta 1995 se las podía contar con los dedos de una mano. Mucho tuvo que ver para ello, seguramente, dos leyes fundamentales. La ley de cupo N° 10802, sancionada en 1992 que establecía que “en toda lista de candidatos que presenten los partidos políticos para elecciones provinciales, municipales, comunales o convencionales constituyentes, la tercera parte como mínimo, estará compuesta por mujeres en forma intercalada o sucesivas, entendiéndose en la totalidad de las candidaturas titulares y suplentes, con posibilidades de resultar electas, cualquiera sea el sistema electoral que se aplicare”.
Y posteriormente la sanción de la llamada ley de paridad en el 2020 que entendía por “paridad de género la representación igualitaria de varones y mujeres en un cincuenta por ciento para cada género en la conformación de listas electorales”.
La docente e investigadora de la Universidad Nacional de Rosario, Laura Pasquali, entiende que fue fundamental la conjunción de “posibilitadores formales, como estas leyes, con la presión que venían ejerciendo las mujeres y su concreta participación en sus propios partidos por lo que las mujeres empezaron a tener mayor visibilidad”.
Pasquali es licenciada en historia, con un doctorado en humanidades y un postdoctorado en ciencias sociales y trabajó una línea investigativa sobre la participación política femenina partidaria incluso antes de la conquista del voto femenino.
Quien también analizó la participación femenina en la política santafesina, pero en los últimos 40 años es la doctora en ciencia política María Emilia Perri, quien es docente en la Universidad Nacional del Litoral. En su tesis doctoral, Perri analizó si las reglas electorales ayudaban o no restringían a ciertos actores, como las mujeres. Y coincide con Pasquali al afirmar que la ley de Cupo fue como una puerta de entrada para las mujeres que ya militaban en los partidos políticos. “En todos los partidos había mujeres, pero en realidad cuando ingresan a las listas, el problema que aparece después de la implementación de la ley es una mirada burocrática y minimalista de la ley, que es que cuando se incorporan mujeres se las pone en el tercer lugar, respetando ese treinta o treinta y tres por ciento que las leyes establecen”, aseguró.
“Entonces vos cuando mirás las listas, la composición de las listas, ya sea en partidos mayoritarios, o sea los más grandes o en los más pequeños, uno veía que tenías varón, varón, mujer, varón, varón, mujer, digamos. Y eso en todo el proceso, desde 1995, que fue la primera elección hasta el 2015. Las mujeres no disputaban los primeros lugares en las listas y la gran mayoría estaban encabezadas por varones. Entonces ese fue como la primera gran crítica a la ley de cupo. Y por eso después viene la discusión por la paridad”, agregó.
Ambas investigadoras coinciden en que todavía perduran en la sociedad ciertos estereotipos culturales que determinan o limitan el acceso de las mujeres en las listas electorales. “Las acciones afirmativas ayudan, pero si no hay un cambio en la cultura política y en lo social, es muy difícil que la mujer pueda asumir ciertos espacios de decisión”, manifiesta Perri.
La docente afirma que “cuando uno mira la provincia de Santa Fe, lo que ve es que las mujeres que participan en política o son mujeres que no tienen a cargo personas para el cuidado, o son mujeres que tercerizan el cuidado en otras mujeres. Entonces, la cuestión de la maternidad, la del rol social de la mujer todavía se ve en la política e incluso cuando ingresan a los espacios de poder ocupan lugares que tienen que ver con su rol social”.
Perri reconoce que “esto impacta en esta cuestión de las diferencias a la hora de en qué espacios pueden participar, si forman parte de la mesa chica dentro del partido, para la decisión del programa partidario, para la decisión de quiénes son los candidatos. Las mujeres, lo que dicen es que una milita, una está en el partido, una ocupa espacio y sin embargo, después, cuando se define la lista, te llaman y te dicen vos vas a tal puesto. Digamos, no hay una participación efectiva de ellas dentro de la toma de decisión partidaria y eso es un limitante”.
Pasquali, por su parte, reconoce que hoy “sigue habiendo estereotipos culturales y sociales de la exclusividad de la mujer en los espacios de la responsabilidad, del cuidado de los hijos, de los familiares, las tareas domésticas. Entonces la vida política se traduce en una especie de descuido de ello. Las mujeres que se ocupan de la política estarían descuidando otras funciones que le son propias, no propias al género, como si hubiera una naturalización de esto”.
“Me parece que persiste esta cuestión de que la política es territorio de los varones. Porque el poder, la valentía no son asuntos de mujeres. Es más, las mujeres que tienen y visibilizan esos atributos a veces están cuestionadas de alguna manera”, agregó.
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