Mientras este sábado continuaban los combates en la ciudad de Severodonestk, en el extremo este de Ucrania, surgen dudas y debates sobre las reales capacidades de sostener la guerra de parte de los dos bandos a 108 días de iniciada la invasión rusa, el pasado 24 de febrero. Por un lado, Ucrania agotó su stock de armamento de la era soviética, y por otro Rusia está llegando al límite de sus capacidades logísticas y humanas para lograr una victoria menor, como sería la toma de Severodonestk.
Para el analista internacional Frederick W. Kagan, “la nueva ofensiva rusa pretende proyectar un poder que no puede mantener”. En una columna de análisis en la revista Time, Kagan sostiene que la lucha por Severodonetsk “es una operación de información rusa en forma de batalla. Uno de sus principales objetivos para Moscú es crear la impresión de que Rusia ha recuperado su fuerza y que ahora va a arrollar a Ucrania. Esa impresión es falsa. El ejército ruso en Ucrania es cada vez más una fuerza gastada que no puede lograr una victoria decisiva”.
Putin reunió los restos de las fuerzas de combate rusas después de la fallida primera fase de la guerra, cuando el ejército ruso fue derrotado con enormes pérdidas en Kiev, Chernigov, Sumy y Kharkov. Lanzó esa amalgama de unidades recompuestas pero aún muy dañadas sobre las ciudades de Severodonetsk y Lysychansk, en la región oriental ucraniana de Luhansk, una de las dos provincias del Donbas. Rusia utiliza masivas descargas de artillería y luego hace avanzar a su infantería sobre los escombros, reseña Kagan.
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Un lanzador de cohetes HIMARS estadounidense. Washington proveerá cuatro a Kiev, que pide hasta 60 o al menos 40.
En un tono más equilibrado y técnico, un grupo de expertos militares occidentales analizó la anunciada transferencia de lanzadores de cohetes de parte de EEUU a Ucrania y también el cuadro general del conflicto, que entró en su cuarto mes. Los expertos del think tank The Atlantic Council creen que los sistemas de cohetes estadounidenses no tendrán un efecto importante en el campo de batalla. La cantidad de equipos anunciada es muy baja, apenas cuatro, y Washington además no transferirá los de mayor alcance que pedían los ucranianos, sino solo los de alcance más limitado, de 40 millas. Kiev sostiene que necesita varias decenas de estos equipos.
Si bien la transferencia de sistemas de cohetes de artillería de alta movilidad (HIMARS) ayudará a Ucrania, la cantidad de sistemas y munición que se prevé transferir sólo tendrá un impacto menor, reseñan los analistas. Washington no enviará las municiones HIMARS de mayor alcance, de 93 millas y de más de 186 millas, para evitar que Ucrania ataque objetivos dentro de Rusia. Por esto, los lanzadores HIMARS podrían ser objeto de un ataque aéreo, de misiles o de cohetes por parte de Rusia. Por todo esto, los HIMARS , al menos por ahora, no tendrán un efecto decisivo en la campaña del Donbas.
En un plano más general, la campaña de Rusia en la región del Donbas está llegando a un punto muerto, ya que su ventaja numérica en fuerzas y bocas de fuego se ve contrarrestada eficazmente por el empleo táctico de la inteligencia en el campo de batalla por parte de Ucrania.
La carrera por reabastecer a las tropas en el frente sigue siendo el eje del éxito militar de ambos bandos. Aunque Rusia mantiene una superioridad numérica en fuerzas y armamento avanzado en la zona, las fuerzas ucranianas han mitigado esa ventaja utilizando la inteligencia del campo de batalla para dirigir un fuego de precisión y detener los avances rusos. La campaña del Donbas se acerca a un sangriento estancamiento, ya que la línea de contacto entre ambos bandos en las provincias de Donetsk y Luhansk se mantiene esencialmente sin cambios.
El flujo de fuerzas y bocas de fuego rusos tiene como objetivo romper la resistencia ucraniana, lo que permitiría cercar a las fuerzas de Kiev en el saliente de Severodonetsk. Aniquilar la principal fuerza de combate ucraniana en Severodonestk y la vecina Lysychansk permitiría a Rusia tomar la mayor parte o la totalidad de las provincias de Donetsk y Luhansk, o sea, el Donbas en su totalidad. Este parece el objetivo máximo hoy de Moscú, que inició la guerra imaginando un ingreso triunfal en Kiev en cuestión de días.
En cuanto a la Otán, sigue temiendo riesgos de escalada. Todavía está tratando de decidir si le dará a Ucrania las armas que necesita para ganar la guerra de forma decisiva o si le suministrará sólo lo suficiente para prolongar la guerra con la esperanza de una retirada rusa, como la que se vio al norte de Kiev a fines de marzo. Hasta ahora prevalece la segunda opción. Ucrania ha prolongado esta guerra más de lo previsto, y el presidente ruso Vladimir Putin ha advertido a la Otán en múltiples ocasiones sobre los riesgos de una escalada si suministra armas más potentes a Ucrania. Si Rusia empieza a perder terreno en Ucrania bajo la presión ejercida por Kiev con nuevas armas occidentales, los riesgos de escalada aumentarían drásticamente. De ahí el dilema de la Otán.
Pero a la vez los suministros de cohetes por parte de Estados Unidos, el Reino Unido y la Otán deben incrementarse sustancialmente para ayudar de forma significativa a Ucrania. Los ucranianos declararon recientemente que 60 lanzadores HIMARS o similares detendrían a las fuerzas rusas, cuarenta las ralentizarían, y que veinte sólo tendrían un impacto menor en el campo de batalla.
Rusia apuesta al desgaste
En conclusión, según el foro del Atlantic Council, si la batalla en el este de Ucrania se convierte en una guerra de desgaste tal como está ocurriendo, los rusos son favoritos para ganar. Además de contar con una población mucho mayor de la que extraer fuerzas de reemplazo, Rusia sabe que Ucrania depende por ahora de tanques y cazas antiguos de fabricación soviética. Aunque Polonia ha regalado recientemente a Ucrania 240 de sus tanques T-72, la donación de equipos antiguos de los antiguos miembros del Pacto de Varsovia es una solución temporal. Para ayudar a Ucrania a expulsar a las fuerzas rusas de su territorio y a defenderse en el futuro, Estados Unidos debe iniciar su plena transición a equipos de fabricación estadounidense. Eso significa que Washington debe enviar tanques M-1 Abrams, aviones de combate F-16, vehículos blindados ligeros y helicópteros de ataque. Esto debería ir acompañado de nuevas declaraciones de Estados Unidos de que no intervendrá militarmente en el conflicto para calmar los temores rusos.