Sayfullo Saipov, el terrorista de Nueva York, seguramente será condenado a muerte. Este parece el destino del uzbeko simpatizante del Estado Islámico, más allá de las amenazas y exabruptos de Donald Trump ("animal", "lo quiero en Guantánamo", etc) y de los nobles deseos de los familiares de sus víctimas ("que el amor venza al odio y que la vida se imponga sobre la muerte"). Durante los ocho años de Obama no hubo ejecuciones federales, pero esto seguramente cambiará con Trump. La última se cumplió en 2001, cuando fue ejecutado Timothy McVeigh, terrorista de ultraderecha que con una bomba mató a 167 personas con un camión bomba en Oklahoma. El fuero federal penal se ocupa de delitos graves que implican una amenaza para la nación, como narcotráfico y terrorismo. Las leyes posteriores al 11 de septiembre, como el Patriot Act, endurecieron las penas y los procedimientos, algo que ha derivado en abusos, documentados por organizaciones de derechos humanos rigurosas, como Human Rigths Watch. La actitud desafiante y mordaz de Saipov ciertamente no lo ayudará ante el tribunal y el "gran jurado", formado por ciudadanos comunes. El documento de acusación, aprobado y firmado por tres fiscales adjuntos pero redactado por una agente del FBI especialista en el Isis, es contundente y el primer cargo que enumera contra Saipov es "provisión de apoyo material a una organización terrorista extranjera". Saipov detalló sin problemas cómo planificó el atentado durante semanas y ostentó su fidelidad al Isis.