Como sucede en las fronteras, esos territorios que pertenecen un poco aquí y allá, de los que ni uno ni otro se hacen cargo, las más de 12 mil familias que habitan las calles del barrio Cabín 9 y que en términos jurisdiccionales pertenece al municipio de Pérez, vienen organizándose desde hace más de un año para reclamar un servicio elemental, el agua.
El escenario es de largas colas al rayo del sol y cuadras y cuadras con bidones al hombro desde el único tanque que hay en el barrio, que tiene un centro de salud y una escuela. Es así que pacientes, médicos, alumnos, maestros y auxiliares, deben llevarse de allí su propia agua potable porque la que sale de las canillas no es apta para el consumo.
Una campaña y la junta de firmas que se pusieron en marcha en diciembre desde el Centro Social Hermanos Guaseño, un espacio colectivo que se levanta en el corazón del barrio (ver aparte), fueron un paso para lo que reconocen como un largo camino. Los barrios rosarinos tampoco son la excepción a esta escasez del elemento básico, que en verano siempre recrudece, ya que son una veintena los que atraviesan situaciones similares.
"Sabemos que lograr que haya agua potable en todo el barrio, en las canillas de las casas, es difícil en el corto plazo, pero en ese mientras tanto y más aún con la ola de calor, hay medidas a tomar en lo inmediato", consideró Rocío González, integrante del centro social y una de las vecinas que viene impulsando el reclamo.
Los vecinos piden que se les instale una media sombra frente al tanque para soportar los rayos del sol en las largas colas que se forman y que un camión garantice el agua potable tanto en la escuela como en el centro de salud.
"Es un derecho fundamental que haya agua potable disponible", subrayan.
La extensión del horario del tanque, actualmente de 8 a 19, es otro de los puntos, así como la realización de un censo sobre adultos mayores solos y personas discapacitadas que no pueden recorrer la distancia desde sus casas hasta el tanque de aprovisionamiento, de modo tal que se les garantice que tengan agua.
"Lo que sucede con estas personas es que directamente empiezan a tomar agua de la canilla aunque no sea apta para consumo porque no tienen otra opción", señaló la joven y agregó el escenario de crisis que se agrava con la desocupación y la dificultad para acceder incluso a los alimentos.
"Antes algunos les daban unos pesos a los pibes del barrio sin trabajo para que les cargaran agua y llevaran los bidones, algunos lo hacían en carritos de súper y para varios vecinos, pero hoy ni eso pueden pagar", contó.
La campaña
La necesidad del agua no es el único problema en el barrio y tampoco es nuevo, pero sin dudas el inicio del verano y los calores lo volvieron, como cada año, más urgente.
"Estás son las condiciones en las que los vecinos y vecinas debemos ir a buscar agua, haciendo fila bajo el sol con las altas temperaturas de éstos días, y que seguirán por el resto del verano", postearon los vecinos en las redes sociales a finales de diciembre, junto con una elocuente imagen de las largas filas que se forman de personas de todas las edades, incluso niños.
Allí también circuló la situación que se vivió el 27 de diciembre, cuando una mujer se descompuso al rayo del sol.
"No podemos seguir esperando promesas, ¡agua potable en nuestros hogares ya!", fue el lema de la campaña que pusieron en marcha en esos días, con junta de firmas y una serie de fotografías que circularon por las redes sociales, en las que participaron los vecinos del barrio sosteniendo carteles con su reclamo.
Barrio de frontera
Como en todos los barrios de la periferia rosarina, Cabín 9 viene siendo golpeado por la desocupación y la crisis alimentaria, lo que muchas veces se traduce en situaciones de violencia, violencia institucional, problemas de los adolescentes con la policía, y un escenario que se fue agravando en el tiempo.
Tal es su situación "fronteriza" entre Rosario y Pérez que apenas llega una sola línea de colectivo, el 145, un servicio que presta la empresa Rosario Bus y que, como sale del límite de Rosario por apenas unos 500 metros, les cobra a los pasajeros el precio del boleto interurbano.
"Eso termina haciendo que la gente camine del otro lado del límite para pagar el boleto urbano y así poder ahorrarse unos pesos", dijo la joven del centro social.
En tal sentido, aclaró: "Eso en los casos de los que pueden pagarse el colectivo".