El patrimonio arquitectónico de la ciudad no logra salvarse de los ladrones que buscan piezas de bronce. Primero fueron picaportes en cada uno de los edificios céntricos y el arte funerario en los cementerios y ahora el blanco inimaginado fueron las rejas de las ventanas de la planta baja de la casona de San Luis 448, la casa y estudio del mítico arquitecto Hilarión Hernández Larguía. Fue levantada en los años 20 y estuvo muchos años desocupada. El trabajo de las rejas, una obra de arte en sí misma que se presume pudo ser realizado por el escultor y amigo de Hernández Larguía, Rogelio Yrurtia, fue reemplazado por entretejidos blancos.
La noticia de la desaparición de las dos piezas que dan sobre la vereda norte de la última cuadra de San Luis fue alertada en la red social Facebook a través del grupo Basta de Demoliciones, que busca hacer visible el patrimonio arquitectónico y artístico rosarino. "Me resisto a estas depredaciones contra el patrimonio de nuestra ciudad", escribió durante la última semana de octubre Ana María Ferrini, una de las administradoras del espacio.
"Las rejas con peces de la que fuera la casa del arquitecto Hilarión Hernández Larguía, San Luis 400, fueron robadas", alertó la especialista y agregó sin ocultar la pena que le provocaba el hecho: "Son irrepetibles, eran su sello. Sin palabras".
Valentino Colovini, estudiante avanzado de arquitectura e inquilino de la casona junto a un compañero, contó a La Capital que el robo se produjo durante el fin de semana largo de octubre. Y señaló que, pese que a la denuncia fue hecha y alertados "negocios de compra ventas y demás espacios, hasta ahora no hubo ninguna noticia. Estamos haciendo el duelo de lo que pasó", sentenció.
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Desocupada desde 2010 y publicada a la venta por varios años, la casa fue alquilada por los jóvenes hace dos meses con la apuesta de devolverle su valor, llevar adelante allí su propio estudio de arquitectura, pero además retomar la obra de Hilarión Hernández Larguía en un espacio abierto al público.
"Después de años de estar cerrada, ahora hay gente trabajando, tenemos miles de hipótesis, pero la verdad es que lo único que sabemos es que sacaron las rejas de madrugada, porque tuvieron que utilizar una moladora", señaló Colonivini e indicó que "con sólo frotar un poco, podían saber que eran de bronce".
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Desde su desaparición, pese a las denuncias y la búsqueda, no tuvieron noticias. "Pedimos las imágenes de la cochera que está al frente y que da directamente a la casa, pero no tuvimos suerte", agregó.
Casa y estudio
El inmueble, que es parte del catálogo de preservación patrimonial del municipio, fue nada menos que la casa y el estudio que Hilarión Hernández Larguía levantó en la década del 20 y donde habitó hasta su muerte, en 1978.
Además de arquitecto, su figura fue una referencia de la gestión cultural de la ciudad. Por ese edificio pasaron a lo largo de las décadas hombres y mujeres como Julio Payró, Jorge Romero Brest, las hermanas Olga y Leticia Cosettini y pintores como Julio Vanzo, Juan Grela y Carlos Uriarte.
Hernández Larguía había crecido en el campo y en los primeros años de la década del 10 ingresó a la única carrera de Arquitectura que por entonces existía en el país, que era la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA).
Tras participar del movimiento estudiantil que se pronunció por la reforma universitaria del 18 y recibirse, se instaló en Rosario ya en 1924, donde abrió un estudio de arquitectura con quien fuera su socio por varias décadas, Juan Manuel Newton.
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La casona de San Luis 448 la diseñó y construyó en 1929, a sólo cinco años de volver a la ciudad, cuando ese sector de Rosario era un descampado. "Esto parecía el campo, era todo barranca", recordó de esa casa, que fue la de su infancia, Cristián Hernández Larguía, músico e hijo del arquitecto, a sus 90 años. Es que en los tres pisos levantados por Don Hilarión funcionaron su estudio y su casa familiar por los siguientes 30 años.
Sobre las ventanas en sí, dos piezas que dan a la vereda norte de San Luis, ahora recubiertas con dos rejas blancas, la integrante de Basta de Demoliciones explicó que "son piezas únicas" e incluso estimó que hayan sido obra nada menos que de Rogelio Yrurtia, escultor y cuñado de Hernández Larguía, autor de los dos guardianes gigantes de más de seis metros que tiene en su explanada el Museo Castagnino.
"Todo lo que era estatuaria y herrería lo trabajaban juntos", señaló Ferrini sobre la relación que el arquitecto mantenía con el artista, que estaba casado con Lía, una hermana de su esposa Lucía Correa Morales; ambas además hijas del Lucio Correa Morales, escultor que había sido su maestro.
La casa tiene en la planta baja una cochera y un hall que lleva justamente hacia la habitación estudio que fuera de Hilarión Henández Larguía, además de la escalera que conduce a los dos pisos superiores donde estaba la casa familiar. Sin embargo, quien mejor describió el patrimonio que supo albergar ese inmueble fue Cristián, hijo de Hilarión, que creció en esos espacios junto a su hermano Iván.