Comunicación, maternaje, abordaje de las situaciones de violencia, aprendizaje de oficios y apoyo escolar son algunas de las “ofertas” de la asociación civil Nidos, que desde hace siete años se instaló en Garzón y Sorrento con la clara misión de enfrentar, de manera silenciosa, la embestida del consumo problemático y sus consecuencias.
La que arrancó con la idea de hacer algo en esa zona es Mariana Segurado, docente, quien creó la organización Nidos, cuyo eje está puesto en la educación. “Empecé con talleres de higiene y alimentación en la zona, pero las mamás me pidieron que tratáramos el tema de la prevención de adicciones porque era y es lo que más les preocupa. El terror de estas mamás es que sus hijos caigan en las garras del consumo”, explicó.
Allí arrancó el taller, que continúa hasta ahora, que es el de madres preventoras de adicciones. “El rol principal de la educación lo tienen las mujeres en su casa, y por eso intentamos darles herramientas para que puedan transmitirles a sus hijos y evitar que caigan en las adicciones, porque todos saben cómo van a terminar”, indicó Segurado, que se capacitó con una diplomatura específica en el tema.
Además, se trabaja con las mamás en “maternaje” para crear vínculos con los hijos. Y para unos 400 chicos, la entidad organiza semanalmente dos turnos de apoyo escolar a cargo de docentes, talleres de educación artística y un día de clases y partidos de fútbol, con un profesor. Los sueldos de estos docentes se afrontan con algo de dinero que el municipio envía a través del llamado “refuerzo institucional”.
Junto con esto se desarrollan talleres de oficios en barbería, peluquería femenina, huerta, paisajismo y carpintería, con profesores del programa Santa Fe Más.
También desarrollan consultorías móviles de información sobre adicciones en distintos puntos de la ciudad. “Instalamos gazebos y allí vamos a contar lo que pasa con la droga”, destacó.
A su vez, un día por semana, las familias retiran 150 raciones para la cena y los lunes y jueves la merienda en su recipiente. “La comida la compramos en el Banco de Alimentos y siempre estoy pidiendo ayuda y donaciones porque nada alcanza, pero a la vez soy transparente y muestro los resultados de todo lo que recibo”, aclaró Segurado, que lleva adelante una asociación civil con personería jurídica que hace 7 años enfrenta la cruda realidad que hoy, por la pueblada del barrio Los Pumitas tomó relevancia nacional, pero que se vive en muchos rincones de Rosario.
El silbido de las balas
Nidos no solo trabaja sobre la teoría. También aprenden qué deben hacer cuando arranca el silbido de las balas. Si bien el lamentable fallecimiento de Maximiliano Gerez tomó relevancia nacional, los disparos a chicos inocentes son moneda corriente en esa zona de Rosario, a pocos metros de un gran centro comercial donde parece que conviven dos ciudades completamente distintas.
“Aprendimos cómo obrar cuando estamos con los niños y escuchamos las ráfagas de los tiros: cuerpo a tierra y la cabeza entre los brazos”, describió la mujer con total naturalidad.
A renglón seguido relató el día que vio morir a un niño de 8 años en la puerta del salón donde desarrollan los talleres de Nidos. “Un día, mientras estábamos en uno de los talleres, justo hablando de los miedos y del terror de las mamás de que los chicos caigan en las adicciones, veo pasar a un nene corriendo y otra persona le dispara por detrás? el chico cayó muerto. Fue tremendo. Vi por primera vez un cerebro estallado en la puerta del salón donde estábamos reunidas. Salimos todas. No sabíamos qué hacer. Nos pusimos a orar por él”, concluye la mujer todavía conmocionada por la escena que presenció y que lamenta que no fue la última vez.
“Esto es moneda corriente”, continuó refiriéndose a las balaceras donde mueren chicos y contó que ahora la gente dijo “basta” y por eso se levantó. “Es que ya nadie da más”, confesó.
A pesar de todas estas situaciones tan dolorosas e injustas, Segurado no se detiene y continúa con su actividad en Nidos. Ella, junto con Judith, que es quien cuida el lugar, tres docentes que dan apoyo escolar a los chicos, el profesor de fútbol, la psicóloga que organiza los talleres de prevención, la acompañante terapéutica y los profesores de oficios.
Cruda, durísima, así es la realidad a la que hacen frente cada día estas personas en el barrio Los Pumitas.