Un relevamiento de la Fundación Humedales advirtió que en los últimos seis años crecieron los terraplenes, endicamientos y urbanizaciones en el delta inferior del río Paraná. En total, se registraron 8.938 kilómetros de terraplenes y 2.582,2 kilómetros cuadrados de diques repartidos en el inmenso territorio de islas que comparten tres provincias: Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. Según estimaron desde la organización, el 14,04 poor ciento de la superficie de la región del delta se encuentra fragmentada por estas construcciones.
La Fundación Humedales es una organización internacional que trabaja a nivel mundial, regional y nacional para la conservación y uso racional de los humedales, como una contribución al desarrollo sostenible. Desde hace quince años, viene advirtiendo sobre la construcción de terraplenes y represas en la zona del delta y los impactos que estas intervenciones generan en el funcionamiento natural del ecosistema; como afectar el drenaje y la conectividad de los paisajes o reducir la capacidad de los humedales para regular inundaciones.
El último de estos relevamientos se realizó en 2018 y esta semana se difundió una nueva actualización del trabajo realizado a lo largo de 2004. En este último informe se registraron 8.938 kilómetros de terraplenes, lo que equivale casi a recorrer la Ruta 40 ida y vuelta o viajar de Ushuaia a La Quiaca dos veces.
En cuanto a los diques, superficies construidas para regular las eventuales entradas y salidas de agua, se identificaron 2.582 kilómetros cuadrados de endicamientos, una superficie equivalente a casi 13 veces el tamaño de la Ciudad de Buenos Aires.
Los trabajos se basaron en el análisis de distintos tipos de imágenes. Para la identificación y análisis del estado de terraplenes y endicamientos se utilizaron imágenes satelitales, que se cotejaron después con las imágenes de alta resolución disponibles en Google Earth Pro.
De esta forma, en el delta bajo jurisdicción de la provincia de Santa Fe, conformado como parque nacional, se contaron 6,2 kilómetros de terraplenes; en tanto en la provincia de Entre Ríos se identificaron 1.579,3 kilómetros cuadrados de áreas endicadas y 4.955,02 kilómetros de terraplenes, en tanto que 1.002,9 kilómetros cuadrados de endicamientos y 3.983,17 kilómetros de terraplenes están en la provincia de Buenos Aires.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Humedales, bajo riesgo
Según advierten desde la fundación, la modificación artificial de los humedales del delta del Paraná obedece a distintos factores, como la construcción de terraplenes y diques para impedir el ingreso de agua en los humedales y utilizar esas tierras inundables con fines agrícolas-ganaderos o el relleno de terrenos para la construcción de emprendimientos inmobiliarios.
Lo que sí está claro es cómo estas intervenciones aumentan el riesgo de inundaciones y afectan la biodiversidad. Para los autores del trabajo, la modificación artificial del mosaico de humedales del delta del Paraná está alterando el equilibrio natural y causando impactos severos sobre el ambiente y la vida humana.
Un ejemplo reciente, advierten, son las inundaciones que padecieron localidades del norte de la provincia de Buenos Aires o Santa Fe durante el pasado mes de mayo: lluvias excepcionales potenciadas por el cambio climático, en una geografía alterada al punto de perder o reducir sus posibilidades naturales de mitigación de estos fenómenos, dejaron un saldo grave en vidas y en pérdidas materiales.
“Los humedales son una especie de esponja natural que absorbe los excedentes hídricos. Cuando desaparecen o se modifican de manera drástica, pierden esa función”, explicó Nadia Boscarol, bióloga de Fundación Humedales, y apuntó que “los cambios de usos del suelo, más el futuro escenario previsto en relación con el cambio climático que prevee más lluvias convectivas en esta región del país, terminan generando las inundaciones que vimos este año”.
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Foto: Virginia Benedetto / La Capital
Intervenciones en alza
Aún así, de acuerdo al trabajo, desde 2018 hasta la actualidad la construcción de terraplenes avanzó 369,9 kilómetros, lo que equivale a un incremento del 4.31% respecto a los existentes previamente. Según destaca el trabajo, estas intervenciones no crecen de manera regular, sino que se relacionan con distintos momentos de la política y la economía del país.
Entre 1970 y 1980 la superficie endicada en la región del Delta se incrementó en un 1.369 % (pasando de 71,37 kilómetros cuadrados en 1940 a 976,28 en 1980). Entre las razones del fenómeno se enumera la caída de la producción frutícola en la región y la apertura de la licitación para la instalación de plantas productoras de papel durante la presidencia de facto de Alejandro A. Lanusse.
La siguiente expansión sustancial de los endicamientos ocurre a partir del año 2000, y se mantiene de manera sostenida en los años subsecuentes. Este último período se encontraría vinculado con el proceso de transformación agrícola iniciado en la década del 90, con la incorporación del paquete tecnológico basado en siembra directa con organismos modificados genéticamente resistentes a agroquímicos, que produjo una fuerte expansión de la frontera agrícola con el desplazamiento de la actividad ganadera hacia zonas consideradas de menor valor productivo por su inundabilidad.
En el Delta esto se verificó con un reemplazo del modo de ganadería tradicional de islas, estacional, a una modalidad de tipo casi permanente, requiriendo defensas para evadir los períodos de crecientes del río para ganar tierras que permitan el desarrollo de la actividad de manera sostenida en el año.
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En cambio, los mayores emprendimientos inmobiliarios se desarrollaron por la expansión las áreas urbanas en el Gran Buenos Aires, no sólo impulsada por un crecimiento poblacional vegetativo, sino también aprovechando el bajo costo de las tierras anegables e inundables, asociadas a las planicies de inundación de los cursos de agua.
De acuerdo al trabajo, los agentes inmobiliarios hablan de olas de migración hacia los barrios cerrados: la primera fue a partir de 1996, tiempos en los que el crédito bancario y la mejora en los accesos Oeste y Norte y en las autopistas La Plata y Ezeiza, incentivó una oleada de mudanzas hacia emprendimientos ubicados en el conurbano bonaerense.
La segunda migración se dio con la crisis de 2001, cuando el aumento del dólar bajó el costo de construcción en esa moneda y quienes tenían ahorros aprovecharon la oportunidad. La tercera fue en 2020, impulsada por el contexto de la pandemia de coronavirus, cuando las casas se alquilaban en dólares a precios desorbitantes y los lotes, en algunos casos, hasta multiplicaron por diez sus valores ante la enorme demanda para instalarse en áreas verdes.