Pero ahora ella tiene 46 años y está frente a él intentando poner punto final a esa historia que le trajo tres hijos pero muchas amarguras. Clotilde no duda, no se quiebra y con frialdad se encuentra erguida frente a su exmarido y a los abogados de ambos, todos varones. Clotilde no se intimida. Ha compartido la mesa con los grandes hombres de su partido, ha dado cientos de discursos rodeada de políticos y militantes de la UCR, discutió con su padre, con su marido, con su hermano, escribió sobre la condición de la mujer radical y el feminismo, fue convocada por el mismísimo presidente de la Nación, ha recibido premios, condecoraciones, reconocimientos. Y está decidida.
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Rosa Clotilde, Raúl Barón Biza y sus tres hijos. Álbum Jorge Barón Biza.
Su marido, grandilocuente, ostentoso y rimbombante, le ofrece a los letrados un vaso de whisky antes de empezar la reunión. Escritor nihilsta, erótico e irónico, ex amigo de Amadeo Sabattini, ex amor de Clotilde, sostiene en su mano un vaso que no contiene whisky sino ácido corrosivo.
Y él, quien había perdido a su primera mujer de forma sospechosa pero le había construido uno de los monumentos funerarios más exagerados que un viudo hizo alguna vez, le arroja el líquido en la cara a Clotilde y le arruina los próximos quince años de su vida.
Barón Biza se va pero la justicia no le llegará jamás: él decide terminar su historia antes. Al día siguiente, a sus 64 años, es encontrado en su habitación con un tiro en la cabeza.
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Jorge acompaña a su madre al sanatorio Otamenti tras el ataque de Raúl Barón Biza.
El después
Muchos años después, en 1998, Jorge Barón Biza, escritor e hijo de la triste pareja, publicó El desierto y la semilla, donde abordó el horror que había presenciado cuando era joven pero sin mencionar los nombres verdaderos de los protagonistas, sus padres. “En los momentos que siguieron a la agresión, Eligia estaba todavía rosada y simétrica, pero minuto a minuto se le encresparon las líneas de los músculos de la cara, bastante suaves hasta ese día, a pesar de sus cuarenta y siete años y de una respingada cirugía estética juvenil que le había acortado la nariz. Aquel recortecito voluntario que durante tres décadas le confirió a su testarudez un aire impostado de audacia se fue convirtiendo en símbolo de resistencia a las grandes transformaciones que estaba operando el ácido. Los labios, las arrugas de los ojos y el perfil de las mejillas iban transformándose en una cadencia antifuncional: una curva aparecía en un lugar que nunca había tenido curvas, y se correspondía con la desaparición de una línea que hasta entonces había existido como trazo inconfundible de su identidad. La cara ingenuamente sensual de Eligia empezó a despedirse de sus formas y colores. Por debajo de los rasgos originarios se generaba una nueva sustancia: no una cara sin sexo, como hubiera querido Arón, sino una nueva realidad, apartada del mandato de parecerse a una cara. Otra génesis comenzó a operar, un sistema del cual se desconocían las leyes”.
"Raúl Barón Biza protagonizó un trágico suceso", titulaba el diario La Capital en un pequeño recuadro que daba cuenta de su suicidio. "Anoche, Barón Biza tuvo una disputa con su esposa, señora Clotilde Sabattini y le arrojó ácido muriático, que le produjo quemaduras en el rostro", continuaba el periodista.
El pequeño recorte que daba cuenta de la tragedia, aseguraba que Rosa Clotilde fue "curada en el Instituto del Quemado" y quedó internada en el sanatorio Otamendi. "La señora de Barón Biza -seguía el periódico- fue intervenida en las últimas horas de la tarde. Se informó que si bien el estado general no reviste gravedad, es muy prematuro anticipar un juicio acerca de los resultados finales de la operación de la vista que fue sometida. No obstante, se expresó confianza en un probable restablecimiento total".
A pesar del optimismo del periodista, el desenlace no fue así. Rosa Clotilde se pasó los últimos quince años de su vida intentando reconstruir su rostro destrozado por el ácido. Consultó a los mejores especialistas de Argentina y de distintos países europeos pero nada resultó. En 1978, cansada y con las marcas de la violencia en su cuerpo, volvió al departamento de calle Esmeralda que había sido testigo del horror años atrás y terminó con su vida arrojándose al vacío.
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Uno de los pocos registros de Clotilde después del ataque. En la imagen se la ve junto a su hija Cristina. Álbum Jorge Barón Biza.
Una vida de militancia
Rosa Clotilde fue hija del gran dirigente radical Amadeo Sabattini. Su padre era de Buenos Aires pero a corta edad se instaló con su familia en Rosario, ciudad en la que creció y conoció a la mujer con la que tendría a sus cuatro hijos, entre ellas Clotilde o "Coty", como la llamaban sus familiares. Después, los Sabattini se instalaron definitivamente en Villa María y el líder de la UCR ejerció como gobernador de Córdoba entre 1936 y 1940.
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Primer Congreso Nacional Femenino de la UCR, 1949. El el centro, presidiendo, Rosa Clotilde. Detrás la imagen quien fue dos veces presidentes, Hipólito Yrigoyen. Archivo La Voz.
Rosa Clotilde tuvo formación académica de sobra. Egresó como Maestra Normal Nacional de la Escuela Alejandro Carbó en Córdoba, se recibió como profesora de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y perfeccionó sus estudios tras ganar una beca en Suiza.
En diciembre de 1946 participó de la organización del Comité Universitario Femenino Radical y en 1949 ocupó el lugar de presidenta del Primer Congreso Nacional Femenino de la UCR.
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Rosa Clotilde Sabattini en un acto junto a dirigentes radicales. A su lado, el ex vicepresidente rosarino Elpidio González.
Durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962), Clotilde fue presidenta, la primera mujer en ocupar el cargo, del Consejo Nacional de Educación, desde donde impulsó el proyecto del Estatuto del Docente.
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En 1961 Rosa Clotilde recibe, por parte del pintor Benito Quinquela Martin, el reconocimiento "La Orden del Tornillo", que homenajeaba a las personalidades de la cultura y la política. Detrás, aplaudiendo, Raúl Barón Biza.
La tragedia alrededor de Barón Biza
Raúl Barón Biza nació en el seno de una familia acaudalada y poseedora de grandes tierras en la provincia cordobesa. Sin embargo, su pertenecia al mundo aristocrático no le impidió ingresar en el mundo de la política y al radical Hipólito Yrigoyen, quien asumió la presidencia en 1916.
Las crónicas sobre su personalidad reiteran ciertas características: Barón Biza llevaba una vida de playboy, signada por los excesos. Pero en 1930 sentó cabeza con la actriz suiza Rosa Martha Rossi Hoffmann, conocida como Myriam Stefford.
Este primer amor no terminó bien y hubo una serie infinita de especulaciones alrededor de la muerte de Stefford. Ella, joven, aventurera y aficionada a la aviación sufrió un accidente aéreo en San Juan junto a otro piloto que, se rumoreaba, era su amante. Ambos murieron y la prensa puso su clásico sensacionalismo a la orden del día. Qué pasó, qué falló y cuál era la responsabilidad del millonario Barón Biza en semejante tragedia fueron preguntas que resonaron durante años.
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Myriam Stefford junto a Raúl Barón Biza.
Él, sin embargo, hizo oídos sordos a los murmullos y mandó a construir un monumental mausoleo en honor a su difunta esposa. Barón Biza le encargó la obra a Fausto Newton e intervinieron alrededor de cien polacos. Se inauguró en 1936 cuando el millonario colocó el féretro de Stefford en la cripta del monumento. Ubicado, hasta el día de hoy, al costado de la ruta provincial 5, en el paraje Los Cerrillos, el mausoleo tiene 82 metros de altura y otros 15 de cimentación, convirtiéndolo en uno de los monumentos más altos del país.
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Rosa Clotilde también fue aficionada de la aviación. Detrás de ella se ve el monumento a Myriam Stefford. Álbum Jorge Barón Biza.
La inauguración del mausoleo y su romance con Rosa Clotilde coincidieron. La historia de su romance estuvo signada por la turbulencia. Tanto es así que en 1950, el día de cumpleaños de la militante radical, Barón Biza se batió a duelo en Villa María con su cuñado. Alberto Sabattini, conocido como Tucho, diría después a la prensa que había intentado auxiliar a su hermana luego de que su marido la apuntara con un arma.
Sin embargo, en 1964, cuando puso fin a su vida, el diario La Capital recordaba aquel episodio de manera un tanto diferente: ""Conoció el autor la cárcel por desacato a la Policía originado en hechos políticos ocurridos durante el peronismo y debido a un intento de suicidio, en 1950, "por motivos -dijo- que están reservados a Dios y a mi conciencia", y del que resultó lesionado su cuñado Alberto Sabattini, hijo del caudillo de Villa María".
Después del suicidio de Barón Biza en 1964 y el de Rosa Clotilde en 1978, la hija de ambos decidió quitarse la vida. El 24 de junio de 1988, Cristina Baron Biza, azafata, se mató con una sobredosis de barbitúricos. Y, finalmente, su hijo Jorge, reconocido escritor, decidió morir como su madre, de la misma forma y a la misma edad pero no en 1978 sino en 2001 y no en Buenos Aires sino en Córdoba.