Canosa notó que el oficio cambió y que, en paralelo, se perdió el recambio generacional. “Cuesta mucho encontrar mano de obra joven. Cuando conseguís alguien, no tiene veinte, tiene cuarenta”, señaló. Lo ve como parte de un fenómeno más amplio: “En muchos oficios y profesiones se está perdiendo la renovación. No hay pediatras jóvenes; en un convento donde hago mantenimiento eléctrico, la madre superiora me contó que ya no hay novicias. Ni siquiera se consiguen médicos para hacer guardias los días festivos. El mundo cambió mucho en poco tiempo y los jóvenes piensan distinto a los de mi generación”.
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Pese a eso, algo empezó a moverse. En APE, hoy el 18% de los socios son mujeres. “Cuando entré, ese porcentaje no existía”, contó Canosa, orgulloso. No solo reparan instalaciones: también reescriben la historia de un oficio que por décadas fue exclusivamente masculino.
El electricista también reflexionó sobre las particularidades de los oficios en Argentina: “Cuando se rompe algo, el argentino busca quién lo repare; en otros países, lo tiran. Esa costumbre también habla de nosotros y de cómo valoramos el trabajo manual”.
"Prefieren trabajar con el celular"
En el mismo sentido, Gonzalo Palacios, Gasistas Autoconvocados de Rosario y Alrededores (Agara) y plomero, coincidió en que el principal cambio se da en las generaciones. “Hay trabajo, pero cada vez hay menos gente que se dedica a los oficios, especialmente los jóvenes. Prefieren trabajar con el celular antes que ensuciarse en una obra como plomeros, electricistas o herreros”, afirmó.
Palacios señaló que, aunque hoy no hay faltantes de gasistas o plomeros, el sector atraviesa un momento de menor actividad. “La construcción no está en su mejor momento, pero se espera que nuevas inversiones reactiven el movimiento”, indicó.
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El referente explicó que el aprendizaje real de un oficio requiere tiempo y práctica. “Se necesitan cuatro o cinco años para tener un bagaje de experiencia que permita trabajar con seguridad y calidad. Muchos egresan de los centros de formación, pero por necesidad salen a trabajar enseguida, sin seguir capacitándose. Eso les juega en contra porque las construcciones avanzan rápido y hay novedades técnicas todo el tiempo”, remarcó.
Desde la asociación que integran hace cuatro años, brindan capacitaciones mensuales y asesoramiento semanal. “Tratamos de acompañar a los colegas para que se actualicen. El oficio cambia, y quien no se perfecciona queda atrás”, advirtió.
Actualmente, en Rosario y su zona de influencia existe un padrón activo de más de 1.300 instaladores gasistas matriculados habilitados para trabajar.
El panorama en las escuelas de formación
En Rosario, los institutos que dictan cursos de oficios registraron un aumento sostenido en la matrícula durante los últimos años. La tendencia creció tras la pandemia, impulsada por la búsqueda de salidas laborales rápidas y la necesidad de reconversión.
La Universidad Nacional de Rosario (UNR) amplió su formación en la Escuela de Oficios y los cupos para anotarse y capacitarse de forma gratuita se agotan rápidamente. Durante 2025 recibió más de 6.000 preinscripciones entre los dos cuatrimestres, en lo que fueron las primeras convocatorias presenciales tras varios años de modalidad virtual.
El perfil de quienes se capacitan es amplio, pero con dos grupos predominantes: jóvenes de entre 18 y 25 años y adultos de entre 45 y 55. En el área de refrigeración, el 90% de los alumnos fueron hombres de entre 18 y 40 años, mientras que en los cursos desarrollados junto a la Municipalidad de Rosario, dictados de manera descentralizada en distintos puntos de la ciudad, la participación femenina fue ampliamente mayor, incluso en oficios tradicionalmente masculinos.
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En el ámbito privado sucede lo mismo. Desde el Instituto ITA, que ofrece cursos de electricistas, cerrajeros, reparadores de aires acondicionados, entre otros, precisó a este medio que “en los últimos años vieron una crecida muy grande en los extremos de edad”.
Tradicionalmente, la mayoría de los alumnos se concentraba entre los 25 y los 40 años: personas que ya trabajaban o buscaban complementar sus ingresos. Pero la composición cambió. “Cada vez más jóvenes llegan acompañados por sus padres para inscribirse. Muchos tienen entre 15 y 20 años y nunca habían tenido contacto con un oficio. Vienen a aprender algo que les dé un sustento económico mientras eligen qué estudiar”, señaló una de sus encargadas.
El otro grupo que crece es el de los adultos mayores. “Tenemos jubilados que se anotan para mantenerse activos, para no aburrirse o para conseguir un ingreso extra. Muchos ya trabajaron en oficios y quieren actualizarse para poder seguir trabajando o simplemente para arreglar sus cosas en casa”, detalló.
Los cursos abarcan desde mecánica automotriz y electricidad domiciliaria hasta reparación de celulares, instalación de aires acondicionados, manicura y facturación sanatorial. Según explicaron, las áreas más demandadas hoy son mecánica, electricidad y reparación de celulares, todas con rápida salida laboral. “Con el costo de un curso, muchos recuperan la inversión en el primer trabajo”, apuntó la referente del ITA.
El crecimiento femenino también es notorio. “Tenemos muchas mujeres en mecánica de autos, motos y electricidad. Varias vienen porque quieren arreglar las cosas por sí mismas, sin depender de nadie. Otras lo hacen para acompañar a sus parejas en talleres o porque crecieron en familias con tradición mecánica”, contó.
Los cursos están abiertos a todas las edades e incluso incluyen propuestas para niños y adolescentes: barbería, robótica y reparación de celulares. “El rango es muy amplio: tenemos alumnos de 12 años y también adultos mayores de 70”, señaló la vocera.
La institución también registró un dato que se repite en momentos de crisis: cuanto peor está la economía, más crece la matrícula. “Es una constante. Cuando el país entra en una etapa inestable, aumenta la cantidad de personas que buscan capacitarse. Muchos lo hacen para encontrar una salida laboral o ayudar a sus familias. La gente necesita trabajar, y un oficio sigue siendo una forma concreta de hacerlo”, concluyó.
En los próximos meses, y quizás años, se podrá comprobar si esa suba en las ganas de aprender y capacitarse en oficios se traslada directamente al mercado laboral y salda la brecha etaria que hay entre electricistas, plomeros y gasistas.
"Los próximos millonarios serán plomeros y electricistas"
Desde el corazón de Silicon Valley llegan mensajes que parecen una broma. Jensen Huang, CEO de Nvidia —la empresa más valiosa del mundo en inteligencia artificial—, aseguró esta semana que “la próxima generación de millonarios serán plomeros y electricistas”. Su argumento es simple: el planeta necesitará miles de ellos para construir los centros de datos donde funcionará la IA. “El ChatGPT no puede reparar los caños rotos”, dijo, entre risas, aunque su diagnóstico es serio.
La escasez de plomeros, electricistas y albañiles ya tiene efectos concretos sobre la economía. Esperar un profesional calificado puede llevar semanas, y esas demoras encarecen las obras y el mantenimiento cotidiano. De acuerdo con el Banco Mundial y el Indec, existe un déficit del 25% en trabajadores especializados, lo que incrementa los costos de construcción entre un 8% y un 12%.
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A la falta de oferta se suman los problemas estructurales: buena parte del sector se mueve en la informalidad, sin aportes ni cobertura médica. Eso desalienta el ingreso de jóvenes, que ven en estos oficios un esfuerzo físico grande y pocas certezas a futuro.