Si la quema de las islas afecta a la ciudad en general, las actividades que se
realizan en la costa rosarina se llevan, lejos, las de perder. "Es un infierno", sintetizó un grupo
de amigos desde una soleada mesita de un bar ubicado sobre la barranca. La imagen se aproxima a la
realidad si se tiene en cuenta que la cercanía con los focos ígneos brinda un telón de fondo muy
poco atractivo, sin contar los malestares físicos. Los comercios de la ribera central acusan
recibo: los clientes merman y crece el malestar.
"La semana pasada, cuando el humo estaba reviolento, disminuyó un montón la
cantidad de gente", explicó Germán García desde el bar Barrancas del Río (Dorrego y el Paraná). Y
recordó que meses atrás, cuando la quema de pastos comenzó a tomar más envergadura, también se
sintió el impacto entre los habitués del lugar. "Los clientes se disculpaban y me que decían no
habían podido venir, por el humo que sentían acá", relató García.
"Vino gente que no era del país y les resultaba increíble, no podían entender el
hecho de que no se pueda hacer nada y preguntaban si no había alguna ley o algo que lo impida",
relató Mariela Barros desde el restaurante Silos Davis. Y aseguró que en el lugar, el humo afecta
desde la visualización del paisaje natural de las islas hasta el sistema respiratorio. "Hubo muchas
quejas", sintetizó.
Para Carlos, empleado de la parrilla Don Ferro, la situación no es muy distinta.
El humo tizna manteles y vajillas, impacta sobre la vestimenta de los clientes y por si fuera poco
hasta deposita tallitos carbonizados que se desintegran sobre los platos de comida, describió.
"Nos perjudica mucho", afirmó el portavoz del restaurante. Y dijo que la gente
evita sentarse afuera, uno de los atractivos que ofrece el lugar. Además aseguró que los turistas
se asombran del "rojo" que dan las llamas en el horizonte.
"Este año fue terrible, es humo todos los días, estamos acá desde el 2004 y
nunca fue así", reflexionó Carlos y dijo que desde el comercio enviaron una nota a las autoridades
municipales para explicarles el impacto del humo sobre esa actividad. Además dijo que se debe poner
atención especial al limpiar las cenizas, "si se pasa un paño húmedo se convierte en una pasta que
mancha", comentó.
"El humo afectó verdaderamente el movimiento de gente porque quienes venían para
pasar un buen rato afuera tenían que entrar sí o sí, porque no podían respirar o no aguantaban las
cenizas sobre la mesa", dijo Jonatan Landriel, desde el bar Flora, de Roca y el río. En el mismo
lugar, Ariel González también presentó sus quejas: "Hace dos años que trabajo acá y vengo por la
costanera en bicicleta, desde que está el humo no puedo hacerlo porque sufro de los bronquios y
estoy gastando 100 pesos al mes en transporte", argumentó.
Quienes trabajan en Quilliagua (Entre Ríos y el río) también tienen anécdotas
para contar. "Se ve menos concurrencia. Un domingo a la mañana había tanto humo que la gente estaba
adentro parada porque no podía sentarse afuera", relató Rodolfo Zarcovich. Cerca de allí, en Quita
Penas se escuchó más o menos lo mismo. "Las quemas acá son muy visibles y el humo llega, la gente
se queja y nosotros también", explicó David Gabay, mientras en el horizonte entrerriano una columna
gris se contorneaba desafiante.