Emma Moroncini, una abuela italiana de 91 años, ingresó antes de las 9.30 de ayer a la Basílica de Luján, luego de caminar más de 1.200 kilómetros desde Tucumán para pedir "por los jóvenes y la paz en el mundo".
Emma Moroncini, una abuela italiana de 91 años, ingresó antes de las 9.30 de ayer a la Basílica de Luján, luego de caminar más de 1.200 kilómetros desde Tucumán para pedir "por los jóvenes y la paz en el mundo".
Acompañada por desbordantes muestras de afecto, aplaudida y alentada por todos los presentes, doña Emma ingresó a la basílica bonaerense. Llegó anteayer por la tarde a Luján luego de más de dos meses de peregrinación.
Emma es una abuela peregrina, que se ha convertido en un ícono de fortaleza. Llegó a la Argentina para cumplir una promesa: recorrer más de 1.200 kilómetros a pie desde Tucumán a Luján. "Elegí salir desde Tucumán porque es una distancia más larga que partir desde Buenos Aires. Es para que mi regalo a la Virgen esté más perfumado", comentó Emma. Ella marcha a paso acelerado con un bolso, un carrito y una bolsa con pan, agua y leche. Llueve o truene no detiene su andar.
Cuando ingresó a suelo santafesino, estuvo en Armstrong y Cañada de Gómez, donde visitó el Teatro Verdi. Luego llegó a Correa bajo la lluvia. Allí Emma charlaba rápido en italiano aunque también mezclaba palabras en castellano. "Es culpa de Francisco que hable español", dijo risueña. Luego se explayó sobre su maratón: "No tengo familia. Soy peregrina, pero no improvisada. Camino hace 25 años y ahora lo hago para que la juventud se aleje de las drogas. Soy una enamorada de la vida. Antes era enfermera, ahora soy jubilada y me gusta ayudar. ¿Cómo me mantengo bien? Como sano".
Con La Capital. Es la primera vez que visita la Argentina y la motivación mayor se la adjudica a su admiración por el Papa Francisco y el deseo que tenía de conocer su tierra natal, aunque aclara que los orígenes de Jorge Bergoglio son bien italianos. México, Israel, Polonia, Brasil, Chile y varios puntos de Europa fueron parte de su peregrinaje. Cuando le preguntan cuál será su próximo destino, contesta con risas: ¿Cuántos años más creen que voy a caminar? Emma contó en una entrevista con La Capital, sus objetivos, vivencias y sentires.
-¿Cómo la recibió Carcarañá?
-Fueron muchas personas a esperarme y los bomberos me custodiaron y acompañaron para que no me sobrepasen. Siempre la gente me abraza pero yo sé que todo ese sentimiento no es para mí, es para la Virgen. Mi misión principal es un sacrificio por la paz del mundo y por los jóvenes. No sólo es caminar, sino pedir, rezar e implorar a la Virgen.
Emma tiene una fe inquebrantable que supo modelar desde su Lombardía natal, allá en Italia. Camina por el mundo como una peregrina con Dios a su lado.
-¿Cada peregrinación que hace tiene el mismo objetivo?
-Sí, porque el mundo ha perdido los valores morales, las familias no están unidas y falta el amor hacia los demás. Hace 25 años que camino sola. En la Argentina, a partir de mi arribo a Oncativo la gente comenzó a seguirme. Muchos me dan cosas para que le lleve al Papa. Son demasiados honores pero yo predico que sean para la Virgen. Es incomprensible que una persona de mi edad pueda caminar tanto, sufrir el peso del camino y tirar un carrito de más de 20 kilos. Se preguntan cómo es que tengo tanta fuerza y yo digo que Dios me da ese don. Soy solita, no tengo familiares, pero en mi peregrinaje conozco muchas personas especiales. Camino con un ideal y una misión y cuando le veo la cara a la gente me da más fuerza.
Emma lleva una gorra, zapatillas y hasta un paraguas, cuando va por la ruta. Se levanta temprano y parte a eso de las 6 y camina hasta el mediodía. Luego almuerza, descansa, y a la tarde pide ir a misa. La jornada concluye alrededor de las 21. En general pide que la hospeden en un asilo de ancianos o en un geriátrico, pero en la mayoría de las ocasiones se aloja en alguna casa de familia.
-¿Empezó con las peregrinaciones después de una enfermedad?
-Sí, tuve una peritonitis fulminante y estuve a punto de morir. Llegué al sanatorio de urgencia directo a la sala de operaciones. Me llevó mucho tiempo, pero ya estoy sana. Si me salvaba había prometido hacer una peregrinación a pie a Lourdes, eran unos 1.400 kilómetros. Me decían que no fuera, que me podía morir, pero lo hice. En cada peregrinación recorro unos 1.500 kilómetros.
Pequeña gran figura. La imagen de Emma es elocuente; se la ve venir por la ruta 9 con su metro y medio de estatura, el carrito en el que transporta una valija y su llamativo chaleco reflectante, que muestra con orgullo porque tiene en su espalda la estampa del Papa Francisco y la Virgen de Luján.
-¿Peregrinar por este país le resultó complicado?
-La peregrinación en este país es diferente porque hay mucho campo y las distancias entre pueblos son más largas. Además, antes hacía 50 kilómetros por día y ahora 25. En otros países paraba en las estaciones de servicio que hay a mitad de camino, pero acá no hay esos lugares donde resguardarse.
"Estoy muy feliz porque Dios me permitió caminar en Argentina", repite en cada pueblo.
-¿Por qué eligió el recorrido de Tucumán a Luján?
-Quería conocer la Virgen de Luján porque el Papa Francisco habla mucho de ella. Pero si partía de Buenos Aires era un camino muy corto; poca distancia para una promesa. Vi que desde Tucumán había 1.400 kilómetros y decidí arrancar allá, aunque nunca imaginé que haría tanto calor.
-¿Ha dormido a la intemperie?
-No tengo temor a dormir en el campo, lo he hecho en Europa. Sábado y domingo usaba hospedajes, pero en la semana caminaba y elegía cuáles campos me iban a servir de hoteles. Me gustaban más los de maíz porque son altos y se puede descansar mejor. En una ocasión un hombre me sacó pero yo decidí volver más tarde. Cuando lo hice, me estaba esperando con un palo. Pero siempre la providencia es grande.
Dice que el Papa le despertó su amor por la Virgen de Luján y el 22 de abril, en el Vaticano, tendrá su día soñado ya que Francisco la recibirá en una audiencia.
-¿Va a conocer al Papa?
-Cuando fui a peregrinar a Brasil coincidió con la Jornada Mundial de la Juventud y la llegada del Papa. Allí pude participar de una entrevista grupal que dio a gente de otros países. Pero ahora me enteré de que estoy invitada para visitarlo el 22 de abril, a las 8, en Santa Marta, donde está viviendo y puedo ir acompañada de una persona. Yo elegí a quien me ayuda a armar los viajes y me traduce los libros y diarios donde salen mis peregrinaciones. Es una persona linda y que tiene mucho amor a la Iglesia. La invitación es un regalo de la Virgen por los tantos años que camino, pero es el pueblo argentino el que me ha dado esta providencia.