La mayor matanza de mamíferos salvajes empezó ayer en Canadá. El gobierno autorizó a los pescadores el exterminio de hasta 275.000 crías de foca (5.000 más que el año pasado) en el Artico.

La mayor matanza de mamíferos salvajes empezó ayer en Canadá. El gobierno autorizó a los pescadores el exterminio de hasta 275.000 crías de foca (5.000 más que el año pasado) en el Artico.
La caza ha movilizado, una vez más, a grupos ambientalistas que se oponen a esa práctica que consideran brutal y contraria a la conservación de las especies. Entre los principales figura este año Paul Watson, uno de los fundadores de Greenpeace, y el fotógrafo Nigel Barker invitado por el grupo Humane Society de Estados Unidos.
El ministro de Pesca y Océanos de Canadá, Loyola Hearn, autorizó la caza de 275 mil focas arpa y advirtió a Watson (uno de los pioneros en la lucha contra los balleneros) que debía seguir las reglas y no poner en peligro la seguridad de los cazadores.
Los pescadores iniciaron ayer la faena en los bancos de hielo de las Iles-de-la-Madeleine y en la región de la Basse-Cote-Nord, en Québec, donde las focas arpa están con sus crías, buscados por sus pieles blancas.
Watson, un canadiense que desde hace 20 años vive en Estados Unidos, fue uno de los fundadores de Greenpeace y de Sea Shepherd Conservation Society, y es conocido por sus acciones temerarias para frenar la caza de ballenas.
La caza de focas arpa es motivo de un debate entre grupos que protegen los derechos de los animales y las ocho mil personas de las comunidades de pescadores del este canadiense que dependen de esta actividad.
Varios filmes sobre la manera en que los cazadores mataban y despellejaban a las crías de focas despertaron un repudio general en la mayor parte del mundo, y las medidas para hacer menos cruel esas matanzas no han surtido efecto entre los grupos conservacionistas.
Las autoridades de la pesca canadiense adoptaron este año nuevos métodos para garantizar que las focas estén muertas antes de que sean despellejadas.
La estadounidense Humane Society informó que la Unión Europea encara la prohibición de importaciones de productos de esta caza, lo que de concretarse pondría fin a esta actividad económica.
Pero el gobierno canadiense hace lobby en Europa y rechaza las denuncias de los conservacionistas, que según Ottawa exageran al calificar como cruel este tipo de caza.
El mercado se achica. En Canadá, donde hasta la década de los años 70 se usaba la piel de foca para confeccionar abrigos de invierno, esta costumbre desapareció debido a la oposición a la caza de este mamífero marino y a la aparición de alternativas, como las parcas con plumas de ganso.
El mercado de pieles de focas se ha ido reduciendo y está confinado a ciertos países de Europa y Asia. Para este año se autorizó la caza de 275 mil animales, cinco mil más que en 2007 y menos que los 335 mil autorizados en 2006.
El pescador Shane Briand, de Cap Breton, dijo que la caza de focas "es un trabajo sucio", pero necesario para ganar algo de dinero destinado a la reparación de su navío antes de que inicie la estación de pesca, en mayo próximo.
Las comunidades pesqueras de las provincias del Atlántico han sufrido en las últimas dos décadas por la desaparición de la pesca del bacalao y por eso consideran como vital que se mantenga la caza de las focas.
El gobierno insiste en que la población de focas supera los 6,3 millones, si se suman las tres especies (groenlandesa, narizona y gris), y que la caza es "sostenible económica y ecológicamente".



Por Mariano D'Arrigo

