El Papa Francisco exhortó a los gobiernos a que consideren otorgar amnistía a prisioneros en el Año Santo, encontrar alternativas a la encarcelación y, por lo menos, abolir la pena de muerte, así como combatir "la herida social de la desocupación" en su mensaje para la 49º Jornada Mundial de la Paz.
El mensaje, titulado "Vence la indiferencia y conquista la paz", que será leído en todas las iglesias el 1 de enero de 2016, con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, fue presentado ayer por el presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y Paz, cardenal Peter Turkson, a quien acompañaban la subsecretaria del Consejo, Flaminia Giovanelli, y el portavoz vaticano, el padre Federico Lombardi.
En general, el mensaje del pontífice exhortó a los legisladores así como a los individuos a superar lo que llama la "globalización de la indiferencia" ante la situación complicada de los más vulnerables: los pobres, enfermos, migrantes, prisioneros y ancianos.
Hizo un llamado a los "gestos valientes" y concretos de los gobiernos en este Año Santo de la Misericordia para encontrar trabajos para los desempleados, revisar leyes para que los migrantes sean recibidos, aliviar la deuda de los países pobres y asegurar que los enfermos reciban el tratamiento necesario.
"Jesús nos dice que el amor a los otros —extranjeros, enfermos, encarcelados, gente sin casa, incluso nuestros enemigos— es la vara con la que Dios juzgará nuestras acciones", escribió Francisco en el mensaje. "Nuestro destino final depende de esto".
"Pienso en la creación de puestos de trabajo digno para afrontar la herida social de la desocupación, que afecta a gran número de familias y de jóvenes y tiene consecuencias gravísimas sobre toda la sociedad", afirmó.
"La falta de trabajo incide gravemente en el sentido de dignidad y en la esperanza, y puede ser compensada sólo parcialmente por los subsidios, si bien necesarios, destinados a los desempleados y a sus familias", señaló.
Consideró que "la indiferencia ante el prójimo asume diferentes formas. Hay quien está bien informado, escucha la radio, lee los periódicos o ve programas de televisión, pero lo hace de manera frívola, casi por mera costumbre: estas personas conocen vagamente los dramas que afligen a la humanidad pero no se sienten comprometidas, no viven la compasión". En ese contexto, criticó que "cuando afecta al plano institucional, la indiferencia respecto al otro, a su dignidad, a sus derechos fundamentales y a su libertad, unida a una cultura orientada a la ganancia y al hedonismo, favorece, y a veces justifica, actuaciones y políticas que terminan por constituir amenazas a la paz".
"Dicha actitud de indiferencia puede llegar también a justificar algunas políticas económicas deplorables, premonitoras de injusticias, divisiones y violencias, con vistas a conseguir el bienestar propio", apuntó.
Puso énfasis en que "no es raro que los proyectos económicos y políticos de los hombres tengan como objetivo conquistar o mantener el poder y la riqueza, incluso a costa de pisotear los derechos y las exigencias fundamentales de los otros", y advirtió que "cuando las poblaciones se ven privadas de sus derechos elementales, como el alimento, el agua, la asistencia sanitaria o el trabajo, se sienten tentadas a tomárselos por la fuerza".
Respecto a los emigrantes el Sumo Pontífice hace un llamado "a repensar las legislaciones sobre los emigrantes, para que estén inspiradas en la voluntad de acogida y en facilitar la integración".