La encantadora ciudad de Bariloche, enclavada en un paradisíaco rincón de la provincia de Río Negro se recupera del “magma mediático” que estuvo a punto de arruinar su temporada turística invernal el 22 de abril último, cuando la inesperada erupción del volcán chileno Calbuco arrojó una tenue nube de cenizas sobre esa región, que duró entre dos y tres días, pero estuvo muy lejos de la lluvia de arena que provocó el volcán Puyehue en 2011, como informaron algunos medios porteños de alcance nacional, según precisan las autoridades locales y los sectores ligados al turismo.
“Una pasajera me preguntó qué pasaba con las cenizas y cuando le dije que no pasaba nada, me preguntó entonces qué iba a hacer con el barbijo” que ella había traído, confió ayer Lucila Seeber, la relacionista pública del imponente Hotel y Resort Llao Llao, a La Capital.
La pasajera, una típica turista de clase media alta, preguntaba desde los impresionantes pasillos enfundados en madera de ciprés del hotel más emblemático de esta ciudad algo que se contrastaba con una realidad que se hacía evidente con sólo mirar por la ventana y caminar por esta pintoresca ciudad de más de 130 mil habitantes: las cenizas del volcán trasandino Calbuco sólo cayeron un par de días, lo que obligó a cerrar el primero de ellos el pequeño aeropuerto internacional y a limpiar enseguida las calles y casas, pero esto no tuvo ningún punto de comparación con la dramática situación vivida por ellos en 2011 con las erupciones del Puyehue.
“En 2011 llovía arena. Yo saqué más de un camión de arena de mi casa. El resto la dejé en el jardín y a los seis meses hizo de fertilizante y ya estaba todo verde”, contó Leonardo Tiberi, un periodista de la ciudad bonaerense de Villa Ramallo y director de Prensa del Emprotur, el ente municipal de turismo de Bariloche.
“Estamos en una zona volcánica y tenemos que acostumbrarnos a que pueden pasar cosas como las del Puyehue en 2011, que nos puso a prueba. Pero eso también nos unió y nos hizo más solidarios porque antes estábamos acostumbrados a ir del trabajo a la casa y a encerrarnos, en cambio lo del Puyehue nos obligó a abrirnos y a juntarnos para limpiar la cenizas, en una acción muy solidaria”, advierte Fabián Szewczuk, el secretario de Turismo de Bariloche.
En realidad, así como las cenizas del Puyehue arrasaron Bariloche y gran parte de las localidades cordilleranas que viven del turismo, una vez que se recuperaron del fenómeno esa misma materia volcánica fertilizó sus jardines, campos y bosques. La leve lluvia de cenizas del Calbuco del 22 y 23 de abril casi ni se notó en esta ciudad, que increíblemente sufrió el efecto de la desinformación de gran parte del resto del país, que sumado a la temporada baja de mayo, hicieron bajar las reservas hoteleras en forma preocupante.
“Este año confluyeron una serie de factores porque lo de las cenizas sólo fueron dos días. Hubo otros como que estamos en un año electoral y la coyuntura económica de Brasil. Otro problema fue que cuando apareció lo de las cenizas las empresas cancelaron las reservas para congresos y todo el turismo corporativo, sin saber realmente qué pasaba, porque la gente en general no tiene ni idea de la situación; muchos creen que el volcán está al lado de Bariloche. Hoy estamos en un 34 por ciento de ocupación hotelera, cuando el año pasado a esta altura teníamos un 38”, abundó el secretario de Turismo de apellido ucraniano.
En realidad, más allá de las campañas mediáticas de algunos medios en un año electoral, a la temporada baja de mayo, cuando bajan las reservas y los precios, este efecto paranoico del volcán Calbuco hizo también bajar los valores de los hoteles y éste parece el mejor momento para venir a Bariloche, donde el impresionante Llao Llao, “uno de los mil lugares para conocer antes de morir”, tiene promociones en las que bajó el altísimo precio de sus habitaciones, donde ahora uno puede dormir en una standard para dos personas por 1.345 pesos por noche.