–Funes era todo campo. Mi mamá era la peluquera de Funes e iba a la escuela con los Arregui, el vasco que decía que “Funes eran todos tambos y ahora no ves una vaca ni en fotos”. Hoy en día Funes pasó a ser parte del Gran Rosario.
–¿Qué te acordás de Funes en tu infancia?
–Me acuerdo todo. Era un típico pueblo con calles de tierra. Acá, donde está el Observatorio, eran zanjones y calles de tierra por donde pasaban los carros, había un par de boliches, el clásico bar donde venía el paisano, ataba el caballo y venía a tomar algo al mediodía, a la tarde o a la noche. Era un bolichón como los que se pueden llegar a ver en el interior de la Argentina. Me acuerdo de Funes que era un pueblo que para llegar desde Wilde y Córdoba hasta donde ahora está la estación de servicio era todo campo, no había nada. Era un viaje de 10 o 15 minutos de ruta oscura y todo campo. Y siempre me llamaba la atención, ya de chico, el quiebre del clima que había desde Wilde y Córdoba hasta entrar a la cuenca del arroyo Ludueña. Y después, con el paso del tiempo, por las cuestiones de la tecnología y del adelanto de la gente, me tuve que interesar en divulgar la meteorología local, informar al vecino, traducir los alertas que emite Buenos Aires para que la gente sepa realmente qué tiene que atender.
–¿Cómo se llamaba la profesora de Geografía de primer año que despertó tu pasión por la Astronomía?
–¡Muy bueno! Nely de Righetti. Nunca más la vi. Era una señora mayor, muy bien puesta, muy pituca. Yo estaba en primer año de la Integral de Fisherton. Las clases del año 81 empezaron un 6 de marzo, en el segundo día de clase nos dio Geografía, y la primera unidad era El Universo. Y ahí me flasheó.
–¿Ahí te diste cuenta de que era lo tuyo?
–Sí. Como lo cuento en mi libro: la Astronomía es la ciencia más antigua de la historia de la humanidad, así como una ciencia madre, esto nos permite sentir lo que ella nos brinda sin los conocimientos necesarios. Por eso es una ciencia espiritual, nos conecta inmediatamente con el Universo a través de las maravillas que nos muestra la bóveda celeste. En aquella época en la revistas como Billiken o Anteojito te mostraban la parte científica de Biología, Astronomía, el sistema solar y ya me empezó a gustar cuando no había otro medio como la televisión, que a las 12 terminaba.
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Virginia Benedetto / La Capital
–¿Por qué decís que es una ciencia espiritual por excelencia?
–Porque cualquier persona para manifestar algo grandioso mira hacia arriba. Hasta para gritar un gol hacemos así. Ya está.
–¿Como tocar el cielo con las manos?
–Es la máxima expresión que una persona de este planeta puede tener. Vos mirá el cielo. La Astronomía no persigue ningún fin material ni económico, como siempre digo. Vos enseñás el lugar que ocupamos en el Universo. En este siglo XXI tan convulsionado, con exceso de información, administrado de una forma muy apresurada, se pierden muchísimas cosas. Más cuando uno viene de un lugar como este, donde me crié: andaba en bicicleta, pescaba ranas, anguilas, estaba todo el día en el clásico potrero y siempre jugué al básquet y al tenis de mesa, fui pivot de Unión Americana, de Fisherton.
–¿Cómo surgió la idea del Observatorio?
–Cuando vi lo que hacían Capolongo y toda esta gente por la Astronomía regional santafesina dije: “Yo quiero tener un Observatorio en mi pueblo”. empecé con el Observatorio en el 91 en un aula de la estación del ferrocarril, donde empecé a hacer Astronomía con la gente.
–¿Cuáles son los objetivos?
–El 70 por ciento es la divulgación de la Astronomía y el 30 por ciento prestar un servicio de Meteorología a la población de Funes.
–¿Tu objetivo es mejorar la calidad de vida y poner tu granito de arena para salvar la vida del planeta?
–Tal cual. Cada vez que viene una escuela al Observatorio a sacar un turno para un paseo es siempre un objetivo cumplido. Apunto siempre al nivel primario porque es el momento exacto para despertar el interés del niño o de la niña. Para hacer la chispa de la ciencia madre, que tiene una gran cantidad de disciplinas. Acá los chicos vienen a aprender y de paso juegan. No hay nada técnico ni pesado ni viene el maestro y les pide silencio. Todo esto está diseñado para los niños. Busco despertar el interés del niño.
–¿Qué hacen los pibes cuando vienen al Observatorio?
– De todo porque los chicos hoy en día saben más que uno por la información y genéticamente: la raza humana viene con un desarrollo constante sobre las otras generaciones. Más allá de la tecnología, los chicos genéticamente vienen con otros procesos. Entonces ahí está el elemento fundamental a trabajar: despertar el interés en los chicos, que son quienes van a salvar al planeta. No lo va a salvar el dinero, ni el poder económico, ni nada. De acá no se escapa nadie, como siempre digo. Mientras más conocemos el Universo más debemos valorar la vida en la Tierra.
–¿Por qué decís “de acá no se va nadie”?
–Es sencillo: aquellos que creemos en un alma o en un espíritu o en lo que cada uno crea según su creencia religiosa sabemos que este cuerpo humano está diseñado para la Tierra solamente. No funciona en otro planeta. Ese traje espacial no funciona en otro planeta. Funciona solamente en la Tierra. Entonces intento esto para que los chicos sepan qué hay durante el cielo nocturno, qué seguramente hay vida en otros planetas como hay en la Tierra, que de acá no nos podemos ir porque recién somos una civilización muy joven y que vivimos en esta espera impecable en este planeta Tierra, en este ecosistema que es perfecto por donde lo mires: desde un eclipse hasta ver un cielo estrellado es un planeta perfecto. El macrocosmos es como el microcosmos: son perfectos. Por eso les traigo un microscopio para que vean la perfección de una gotita de agua en una hojita.
–¿Sos un autodidacta?
– Absolutamente. Es una elección de vida y les copio a mis grandes profesores: Victorio Capolongo fue el fundador y todos estamos gracias a él, que fundó el Planetario de Rosario, en el 47. Empezó dando clases en su casa del centro, hizo el Planetario y el Observatorio en la época del intendente (Luis Cándido) Carballo. Y después Osvaldo Bessio, Hugo Sabiche y el ingeniero Oscar Palachú fueron los santafesinos que lo siguieron. Bessio me vendió mi primer telescopio. Y también tengo parte de las bibliotecas de Bessio y de Sabiche, que sus familias donaron al Observatorio.
–¿Capolongo es el padre de la Astronomía santafesina?
–Absolutamente. Es así y me hago cargo de esa definición porque era una persona que llegaba al gobierno, conseguía los fondos y era un gran divulgador: empezó en su casa enseñando en un taller de Astronomía a mucha gente.
–¿Soñás con ser el Capolongo de Funes?
–Yo intenté imitarlo, por supuesto, hacer algo chiquitito, insignificante, en Funes. Creo que me queda grande su apellido, pero me siento reflejado porque ese era el objetivo de todos ellos. Y no araron en el agua. Y los tengo en este cuadro de 2019 en la memoria colectiva todo el tiempo. Yo fui 16 años al Planetario de Rosario: a los cursos, a meterme y a empezar, y toda esta gente me ha formado.
–¿Eras el mejor alumno del Planetario?
–Tal cual. Y observé el planeta Halley en 1986 con 1.500 personas en el Planetario. Me metí para ayudar a la gente. Acá tenemos que transmitir entusiasmo. Mi viejo tenía entusiasmo por su trabajo, pero las profesiones o los oficios no se heredan ni se transmiten. Cada uno debe hacer lo que lo haga feliz.
–¿Cómo está ahora el Observatorio?
– Muy bien: los chicos vienen a jugar al Observatorio, que está especialmente diseñado para la actividad escolar, con un filtro que no se puede desarmar para evitar que el Sol te queme los ojos. Y con los adultos este año cambié la modalidad y hacemos talleres: cuatro clases y paramos.
“No estamos solos”
–¿Por qué declaraste que la Astronomía es la ciencia más antigua de la historia de la humanidad?
–Porque el hombre de la prehistoria –hace unos 100 mil años que está en la faz de la Tierra– lo primero que hizo fue mirar al cielo y empezar a ver la puesta del sol. Fueron todos fenómenos astronómicos: las fases de la luna, la rotación de los astros. Aunque no sabían de qué se trataba, ahí empezó la Astronomía. Los pueblos antiguos tienen una gran cantidad de detalles y asocian todo con los fenómenos del espacio.
–¿Cómo los navegantes que se orientaban con las estrellas?
–Tal cual. Encontramos en pictografías de pueblos originarios de nuestro país que también hay muchos relatos de fenómenos interesantes, principalmente del significado de las estrellas y hasta de seres de otros planetas, que soy un convencido que no estamos solos y nos visitan. Y lo demuestro en el sentido que la gente intente desmitificar un poquito la ciencia ficción de las películas de la realidad.
–¿Qué opinás de Galileo desde el punto de vista de la Astronomía?
–A Galileo le salvó la vida el telescopio porque Giordano Bruno también era un adelantado o un enviado de otro planeta. Giordano Bruno, encerrado en un calabozo, en el 1500, decía que la Tierra era un planeta más, que el Sol era una estrella más, y que orbitaba la galaxia. Giordano Bruno, como estaba en contra de la Iglesia, pensaban que era un enviado del mal. Giordano Bruno fue el primer mártir de la Astronomía.
–"Miren por el telescopio”, decía Giordano Bruno.
–Y tenía razón. Así es. Ahora lo sabemos por los adelantos que tenemos, pero cuando vas al campo todo gira a tu alrededor. Ahora lo sabemos por los libros, pero cuando no tenés conocimiento, vos estás quieto, pero estamos rotando al este a dos kilómetros por hora y somos uno de los planetas más comunes que hay en el Universo y una de las tantas estrellas que hay por la noche. Lo técnico se los dejo a los científicos, yo busco entusiasmar a la gente.
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Virginia Benedetto / La Capital
–¿Cuál es tu mirada sobre la vida extraterrestre?
–Que no estamos solos en el Universo, soy un convencido de que nos visitan porque conozco el cielo hace 40 años, he visto fenómenos inexplicables.
–¿Por ejemplo?
–He visto tres objetos voladores no identificados: uno en Funes, otro en Córdoba y otro del que tengo una fotografía de un fenómeno increíble. Fenómenos de entre fines de los 80 y principios de los 90, cuando no sabíamos qué era un drone. Pero soy un convencido de que nos visitan.
–¿Qué les decís a los incrédulos?
–Algunos me dicen: “Y Adrián, pero no lo podés probar”. Ahí está el problema: somos una civilización que necesitamos ver para creer y tocar para sentir. El día que podamos superar esa barrera o pasar ese escalón, el planeta va a cambiar. Y soy convencido de esto. Me sirve más alguien que me cuente un testimonio personal que una foto porque lo que ya tenemos más de cinco décadas tenemos un receptor interno: vos sabés cuándo te llega y cuándo no. Si una persona me cuenta que vio tal fenómeno me parece fantástico, no hace falta ver un video o una foto ahora en la era de la digitalización: el testimonio está por encima de todo.
–¿Cuál es tu lectura de la vida extraterrestre?
–Decía Kasan: “El Universo es tan grande que sería un desperdicio estar solos”. Cualquier libro de Astronomía te va a despertar la curiosidad y te abre la mirada. En las charlas intento mezclar la Astronomía con la vida extraterrestre. A veces me preguntan por qué no se comunican y les respondo que somos una civilización muy joven. La raza humana también se porta muy mal, pero soy optimista con las nuevas generaciones, con los niños que evolucionan y con sus maestros, que con muy buenos y tienen una gran vocación.
–¿Tuviste un encuentro con seres extraterrestres?
–Sí, fue antes de la pandemia, un viernes cualquiera de septiembre que terminaba de dar clase en el Observatorio. Funes tiene alma de pueblo y a las nueve de la noche no queda nadie en la calle, más cuando hace frío. Estaba cerrando todo y siento o, mejor dicho, percibo, que hay alguien en la planta baja. Y dije: “Un segundito, ya bajo”. Cuando llego a la planta baja, sentí un shock, que es difícil expresar con palabras, pero era algo que sentí muy pocas veces en mi vida: un escalofrío extraño. Se me encendió un receptor. ¿Viste ese receptor interno que uno tiene? Llamalo un sexto sentido: esto no era de acá. Y me encuentro con cuatro personas. un matrimonio de unos 65 o 70 años los dos, y después dos hijos –digo yo– de unos 35 o 40 años. Los cuatro en el umbral, estáticos, mirándome, con una sonrisa de una humildad superior. No tengo otra forma de describirla. Una sonrisa y un fondo de ojos idéntico de las cuatro personas, de un verdoso pardo claro, un color indefinido. “Esto no es de acá”, me dije.
–¿Hablaste con ellos?
–Les dije: “Buenas noches. Recién terminamos el curso, si les interesa... ¿Quieren conocer el Observatorio...?”. Nadie me decía nada. “Estamos los viernes”, les decía como para remarla. “Bueno, si quieren conocerlo este es el Observatorio de Funes” y ya se me acababa el discurso, ya no sabía qué decirles. Y ellos seguían parados ahí sin decir una palabra hasta que la chica giró la cabeza hacia mí, me miró y me dijo: “Muy bueno lo que hace usted acá. Siga así. Buenas noches”. Y dieron media vuelta los cuatro y se fueron.
–¿En qué se fueron?
–Me quedé helado. Se me pone la piel de gallina. Pivotearon –hablando en términos basquetbolísticos– y se fueron. Fui a la calle a ver en qué habían venido y no había nadie. Llegué a mi casa blanco y mi mujer, Vanina, me dijo: “¿Qué te pasó?”. Creía que había atropellado a alguien.
“El horóscopo está un mes adelantado”
El astrónomo proam (profesional amateur) Adrián Paulo Arquiola es un personaje de la ciencia por donde se lo mire. El fundador y director del Observatorio Astronómico Municipal de Funes no para de hablar de su pasión por el mundo celeste que rodea a nuestro planeta hasta que en un momento de las más de dos horas de charla en la biblioteca de la institución de 33 años sorprende: “El horóscopo está adelantado, por un error de cálculo de unos seis mil años. Le conté esto a un amigo y me contestó: «Me arruinaste la vida»”.
–¿Cuánto adelanta el horóscopo?
–Un mes. ¿Vos sabés que no somos del signo que somos? Yo nací el 22 de marzo de 1968: por el calendario convencional soy de Aries, ¡pero yo soy de Piscis!
–¿Por qué?
–Para ser de Aries yo debería haber nacido hace seis mil años, y tengo 56.
–¿Por qué pasa eso?
– Porque nunca se hizo la corrección del equinoccio. Todos somos del signo anterior, salvo que tengas más de seis mil años. Yo soy de Piscis por la posición que tenía el Sol cuando nací. Todos somos del signo anterior porque no se corrigió.
–¿Sólo habría que tomar el horóscopo del mes anterior?
–Sí. Y hay un 13º signo, que es Ofiuco, que son los nacidos después del 4 de diciembre porque hay ocho grados por donde pasa el Sol entre los planetas, después de Sagitario, que es Ofiuco. Pero hay toda una controversia.
Bitácora de un astrónomo
La tapa de su libro “Bitácora de un astrónomo”, que va por la segunda edición, muestra una imagen en blanco y negro de la Luna, semitapada por su mano izquierda.
–¿Cómo hiciste esa foto?
–Una noche de la pandemia, de un silencio absoluto –no había transporte, estaba todo paralizado– sentía un ruido, pero era imposible porque estaba todo parado. Algunos amigos me preguntaban qué era ese ruido: “Imposible que sea de algo: ese ruido es el silencio”. Estábamos acostumbrados al ruido todo el tiempo, ese ruido es el silencio. Si no hay autopista, no hay autos ni camiones. Científicamente la Luna no me aporta nada. Yo hago imágenes del cielo profundo, patrullo el cielo. Eran las cuatro de la mañana de una Luna menguante. Me encanta observar porque soy un observador y, aunque no me aporte nada, dije: “Voy a sacar una foto de la Luna”. Apareció en la pantalla y parecía el cielo del desierto de Atacama, aunque no lo conozco. Y dije: “Me da ganas de tocar la Luna”. Y puse la mano en la imagen, me salió esta foto y se la mandé a mi señora.
–¿Qué te dijo?
–“Esa es la tapa para tu libro”.
–¿Qué opinás del movimiento de configuraciones familiares o constelaciones, según una mala traducción del alemán?
–Soy una persona muy espiritual, creo en muchas cosas en las que no me hace falta ver. La palabra constelar no es un verbo. Está mal dicho. Constelación es unir línea con línea para formar una figura, como en el cielo con las estrellas. Una figura imaginaria. Y otra cosa es lo que puede ser una constelación estelar familiar. Son todos elementos que sirven para lograr el bienestar, que a unos les sirven y a otros no.
–¿Tu sueño es dejar el mundo mejor que como lo encontraste?
– Tal cual. Traducir las cosas para que sea mucho más fácil y para que la gente sepa realmente el valor que tiene una vida en la Tierra. Mi papá tenía una fábrica de muebles de cocina, yo vendía muebles y siempre cuento esta anécdota: un día vino un hombre preocupado porque le habíamos entregado un mueble con una varilla de otro color, para él era el fin del mundo. Y le terminé diciendo: ¿Usted sabe por qué vivimos en la Tierra, por qué respiramos? Le di vuelta el planteo y le dije: te banco a vos, sé que es tu plata, pero yo no vine al mundo para esto, y le di la mano.
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Virginia Benedetto / La Capital
–¿Soñás con descubrir un cometa?
-La mujer o la compañera es fundamental en las profesiones. Si no fuera por mi esposa, Vanina Cancela, yo no tendría un sponsor hasta el día que me lo sugirió, conseguí uno y pude ir a ver el eclipse a la Patagonia. El astrónomo norteamericano Asaph Hall, que estaba en 1877 en el Observatorio Naval de Washington, obsesionado por descubrir las lunas de Marte, que es el planeta más parecido a la Tierra, por eso los grandes astrónomos siempre pensaban que Marte estaba habiado y que había marcianos. En 1877 no había computadoras y había que poner el ojo en el ocular. Hall no daba más, pero su mujer, que estaba al lado, le dijo: “Tené paciencia. Seguí, observá dos horas más y vas a encontrarlas”. Le hizo caso y descubrió las dos lunas de Marte, a las que llamó: “Fobos” y “Deimos”, que significan “Miedo” y “Terror” en griego. En la pandemia casi descubro un asteroide, que se me fue porque se me nubló y tuve que seguir al día siguiente. Descubrir eso es muy difícil. Mi sueño es descubrir un cometa porque va a llevar tu nombre toda la vida. Di una charla que se titula: “Un cometa: el máximo trofeo de un astrónomo”. La Astronomía es así: es espiritual 100 por ciento, es una pasión.
–¿Cómo te definirías?
–Soy un divulgador. Después de varias décadas de dar charlas me animé a dar una sobre Conciencia cósmica, y hablo de todo: de vida extraterrestre, universos paralelos, Astronomía, pueblos originarios que ven fenómenos interesantes, lo que está en nosotros y no vemos pero lo sentimos, el espectro electromagnético, un montón de cosas que hay y que nosotros, por la vorágine diaria, no nos damos cuenta, estamos endurecidos espiritualmente. Los técnicos, que se dediquen a la carrera universitaria, yo busco entusiasmar a la gente.
–¿Vivimos preocupados por el color de la madera?
–Exactamente. Intento eso: despertar interés en las cosas. Valoremos todo, pero en su justa medida. Detengámonos un poquito porque ni los egipcios se pudieron llevar el oro al otro mundo.
–¿Este es tu lugar en el mundo?
–Yo vine para esto. Soy millonario, pero mirando estrellas.
–¿Sos millonario en estrellas?
–Absolutamente. Fui el primero que tuve internet en Funes, en 1995. Escribía una carta a la Nasa y tardaba tres meses a Houston, más otros tres eran seis meses, y ahora en una hora tengo la imagen de Plutón. Es fantástico.
–¿Cuál es tu lectura de la pandemia?
-Intencional o no, la pandemia fue una especie de depuración del planeta Tierra, entendido como un organismo vivo, que tiene una evolución constante. Creo que fue decir: “Hasta acá llegamos”. Creo que desde el punto de vista científico fue un pasaporte para la evolución, aunque a nadie le guste eso. Los egipcios querían dejar un legado porque sabían que había un más allá. Esto no se termina acá, estamos de paso. Como las estrellas, que también nacen, envejecen y mueren
–¿Y ahora qué le decís a la gente que lee el horóscopo?
–Que lea el signo anterior.