El imaginario colectivo de un vestuario previo a la final de un mundial puede estar atravesado por todo lo que rodea a la gloria, en caso de ganar, o bien al fracaso deportivo, si se muerde el polvo de la derrota. Pero “Proyecto Vestuarios” plantea mucho más que eso. Con el telón de fondo de un deporte poco conocido como el lacrosse, lo que vale en la obra de Javier Daulte dirigida por la realizadora rosarina Romina Tamburello es la fotografía de las miserias personales en situaciones límite. Y hay más, y es el cross a la mandíbula al espectador a partir de la exposición de la argentinidad al palo.
Nadie queda a salvo, ni siquiera los que miraron la obra en el estreno del sábado en Galpón 15 (y que continúa los viernes y sábados de mayo), porque todos y todas, en los vestuarios de mujeres y de hombres, se sintieron frente a un espejo. Es que la misma vulnerabilidad de la desnudez que mostraron arriba del escenario se sintió desde los bancos mullidos de la platea. Cuando no hay ropa tampoco hay máscaras, o cascos para el caso del lacrosse.
La puesta está planteada en dos obras que dialogan entre sí pero también pueden verse por separado, porque ambas tienen mucho que decir. La Capital asistió al estreno de las dos puestas en el mismo día y eso, para los interesados en verla, otorga un plus para incorporar el concepto general de la propuesta.
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Vestuario de Hombres. Masculinidad exacerbada, competencia y una mirada satirizada de la sexualidad.
El común denominador es la escenografía (vestuario con lockers, bancos, un inodoro y duchas) y la temática, ya que es la previa y el momento después de la final de un mundial de lacrosse en el que la selección argentina juega contra el equipo de Hungría, en ese país.
“Vestuarios de Mujeres” da el puntapié inicial con un elenco parejo en el que se luce María Belén Ocampo en el doble rol de “las melli”, una con fuerte personalidad y la otra una víctima de bullying; y Belén López Medina, que es la asistente húngara responsable de coordinar cuestiones protocolares.
En la previa se plantean problemáticas vinculadas al valor del éxito, pero desde ópticas distintas. Algunas quieren ganar como sea y está la que plantea que llegar a la final ya es un triunfo (Lala Brillos), dado que es un torneo de veteranas amateur. La obra desmitifica esa teoría del “equipo que tira para adelante” para exponer tantas individualidades y objetivos personales como egoísmos y la mirada mezquina hacia el otro/la otra.
Ese hilo conductor también se percibe en “Vestuario de Hombres”, con una actuación deslumbrante de Juan Pablo Yévoli, en donde quizá está algo exacerbada la cuestión de la masculinidad, la genitalidad y las gastadas sexuales. Daulte la estrenó en 2011 y había más salvajismo que en un vestuario de 2022. De todos modos, se entiende que ese subrayado de Tamburello sea para visibilizar y criticar esa violencia, pero hubiese sido más efectivo apostar al “menos es más”. Lo mismo ocurre con las escenas de desnudez total. En el vestuario de mujeres fue más medido y en el de hombres no se justificaba poner a un actor desnudo bajo las duchas durante tanto tiempo, ya que desviaba el foco de atención en una escena poco relevante.
Sin embargo, más allá de estas pequeñas observaciones, las dos obras logran el objetivo de transmitir y conmover con la propuesta. Sobre todo en el final de los dos vestuarios, donde se generó un silencio terrible en la platea ante lo que se estaba presenciando. Nadie quería parecerse a los jugadores y jugadoras que estaba viendo en escena, justamente porque reflejaban mucho del gen argentino. Ese espejo duele e invita a reflexionar.
Por eso hay que celebrar el estreno de “Proyecto Vestuarios”, porque invita a registrar la violencia naturalizada, no solo en el deporte, para empezar a erradicarla para siempre. Y, como si fuera poco, propone otra manera de hacer teatro independiente y cooperativo, con actores locales y con una obra que se corre de los formatos convencionales y apuesta a levantar la vara desde el riesgo y la creatividad.