El analista israelí Nahum Bernea desarrolló una implacable crítica contra los múltiples fallos y errores de Israel que permitieron el exitoso asalto masivo de Hamás. Bernea publicó su columna, “El cuádruple error garrafal de Israel”, en el portal YnetNews.
La barrera de seguridad de la Franja de Gaza costó a Israel tres mil quinientos millones de shekels (unos 880 millones de dólares). Sobre el suelo, bajo tierra, con sensores, cámaras, todo con la mayor tecnología posible. El sábado, con el estallido de la guerra, se derrumbó, y era un muro de papel. La culpa no es del muro; la culpa es de la gente, según uno de los responsables de erigir la barrera de seguridad en el limite sur de Israel con la Franja de Gaza.
El sábado por la tarde, la Fuerza Aérea mandó al aire 40 aviones de diversos tipos por encima de la barrera para bloquear el paso desde Gaza a Israel y de Israel a Gaza. El esfuerzo fue heroico. El retraso fue terrible.
La barrera de seguridad, llena de tecnología, no sirvió de nada por la falta de previsión y reacción La barrera de seguridad, llena de tecnología, no sirvió de nada por la falta de previsión y reacción
El 7 de octubre de 2023 fue un mega-error, una desgracia que las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) nunca conocieron en todos sus años. La primera desgracia fue la inteligencia. Una vez más, como en octubre de 1973 (Guerra del Yom Kippur), el sistema vio todos los signos reveladores, pero arrogantemente concluyó que se trataba de simples ejercicios. La segunda desgracia fue la facilidad con la que los terroristas de Hamás saltaron la barrera; la tercera, la facilidad con la que regresaron a Gaza con docenas de rehenes. Y la cuarta fue la lenta reacción ante la infiltración.
El sábado, decenas de terroristas se paseaban por una base del ejército como si fuera suya, y no había ningún helicóptero para dispararles. La metida de pata del Yom Kippur tuvo un mayor número de muertos, sin comparación (más de 2.600 militares). Pero en la guerra del 73 enfrentamos al mayor de los ejércitos árabes (Egipto, además de Siria), no a una organización terrorista de segunda categoría. De aquella dolorosa guerra surgió una paz que perdura hoy, 50 años después. Es difícil ver ahora mismo qué puede salir bien de esta guerra.
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Anoche Hamás seguía disparando cohetes hacia Israel. Varios causaron daños graves en la ciudad de Ashkelón.
En 2006, tras el secuestro de dos soldados por Hezbolá, la Fuerza Aérea convirtió al barrio chií de Beirut en un montón de ruinas. El bombardeo fue eficaz (Hezbolá se cuidó de reiterar su agresión contra el norte de Israel). Al parecer, se pide un ataque similar en Gaza: no hay ningún impedimento operativo para hacerlo. La cuestión es cuál es el objetivo que se conseguirá con el bombardeo. Estamos cansados de los repetidos intentos de escarmentar a Hamás con bombardeos desde el aire. Si el horrible suceso del sábado nos enseñó algo sobre Hamás, fue que esta organización terrorista no puede ser domesticada. Y lo que es más importante, el destino de decenas de rehenes, niños, mujeres, ancianos y soldados, pende de un hilo. Un bombardeo masivo no mejorará sus posibilidades de volver a casa sanos y salvos. Hamás siempre puede ponerlos en los techos como escudos humanos.
En resumen: bombardear es lo que las FDI están acostumbradas a hacer, un reflejo condicionado, pero es dudoso que sea útil. La segunda opción es elegir las negociaciones. En el acuerdo de Galil Shalit (2011), Netanyahu liberó a 1.027 terroristas a cambio de un soldado capturado. El precio fue duro, algunos creen que insoportablemente duro. ¿Cuántos terroristas exigirá Hamás a cambio de docenas de prisioneros? Un acuerdo daría a Hamás otra victoria. Y lo que es más importante, asestará un duro golpe, otro golpe, a la disuasión contra Irán y Hezbolá, y debilitará aún más a la Autoridad Palestina.
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El ataque masivo de Hamás del sábado sorprendió por completo a las fuerzas de seguridad y defensa de Israel. En la foto, una madre escapa con su hijo en Ashkelón.
La tercera opción es lanzar una operación terrestre. Las cuatro divisiones que las FDI llevaron al sur el sábado no salieron para defender las comunidades que rodean Gaza, sino para unirse a una operación terrestre, siempre y cuando los dirigentes políticos tomen esta decisión. La mayoría de la opinión pública apoyará una operación de este tipo. Luego surgirán las preguntas: ¿Qué pasará al día siguiente de la operación, si nos quedamos, nos desangramos allí? ¿Pretendemos eliminar a toda la cadena de mando de Hamás durante la operación? ¿Quién ocupará entonces su lugar?
Hay otra pregunta. El sistema antisimisiles Cúpula de Hierro es un invento maravilloso que ha salvado la vida de cientos de israelíes. Está claro lo que habría ocurrido si no tuviéramos Cúpula de Hierro; no habríamos tenido más remedio que entrar en una batalla decisiva contra Hamás, incluida la ocupación de Gaza. ¿Es posible que todo lo que conseguimos con la Cúpula de Hierro fuera un retraso de unos años hasta la inevitable operación terrestre? ¿Haremos en el futuro lo que deberíamos haber hecho hace mucho tiempo?
El incidente con Gaza tiene implicaciones políticas y normativas de gran alcance. Su peso quedará claro en el futuro. La victoria de Hamás es una mala noticia para el acuerdo de Israel con Arabia Saudita. Si los cientos de muertos en Gaza y los que se producirán en los próximos días no ponen patas arriba el acuerdo, lo llevarán a un profundo congelamiento.
El temor a una guerra en varios frentes, en el norte, en Cisjordania, en Jerusalén y en Gaza, reduce aún más la capacidad de maniobra del ejército. El líder de la oposición, Yair Lapid, propuso a Netanyahu la creación de un gobierno de emergencia basado en los partidos Likud, Yesh Atid y Unidad Nacional y la congelación total del impulso legislativo de la coalición para revisar el sistema judicial. La oferta es buena para Lapid y buena para el país. Es dudoso que Netanyahu pueda aceptarla: separarse de gran parte de su partido Likud, es un precio que a Netanyahu le costaría pagar.
Netanyahu sabe que no sólo a los votantes que llevan meses protestando contra él les cuesta asimilar la humillación del sábado, sino también a los votantes de Ofakim, Sderot, Netivot y Rishon LeTziyon (cuatro de las poblaciones más golpeadas por el asalto de Hamás), donde su partido Likud cuenta con un apoyo considerable, si no total. Por lo tanto, trabaja para distanciarse de cualquier culpa. Tiene que enfrentarse al futuro. “Lo que ha ocurrido hoy”, dijo el sábado por la noche, “no se verá en Israel. Me aseguraré de que no vuelva a ocurrir”.