El Brasil que recibirá el Mundial de 2014 es muy diferente al “gigante dormido”, pobre y profundamente desigual que organizó la cita de 1950 cerrada con el histórico golpe del “Maracanazo”.
El Brasil que recibirá el Mundial de 2014 es muy diferente al “gigante dormido”, pobre y profundamente desigual que organizó la cita de 1950 cerrada con el histórico golpe del “Maracanazo”.
En las últimas dos décadas, el control de la alta inflación que corroía el poder adquisitivo de los trabajadores y programas sociales como el Beca Familia lograron rescatar de la pobreza a unos 37 millones de personas y ampliar la clase media del país al 55 por ciento de los 200 millones de habitantes. Pero, pese a los avances recientes, Brasil sigue siendo, en muchos aspectos, una “Belindia”, el nombre ficticio creado en la década del 70 por el economista Edmar Bacha para definir a un país con graves desigualdades sociales y de desarrollo (“Bel”, por Bélgica).
“La «parte belga» vive en un nivel de vida tan bueno o mejor que cualquier élite en cualquier parte del mundo. La parte india es mayoritaria”, afirmó el sociólogo y comentarista deportivo Juca Kfouri, que destacó un matiz estadístico muy importante: el criterio oficial considera como “clase media” a las personas cuyo ingreso per cápita es de 140 dólares mensuales.
El antecedente de 2013. Los problemas sociales de Brasil quedaron en evidencia durante la Copa Confederaciones de 2013, cuando estallaron las multitudinarias protestas contra los gastos millonarios en la preparación del Mundial y para demandar mejores servicios públicos de educación, salud y transporte. “Si la Fifa fuese una empresa algo menos preocupada por sus ganancias y un poco más preocupada por la belleza de su fiesta, habría dicho: «No podremos hacer la Copa del año que viene en Brasil, porque se va a repetir». Ellos saben que se va a repetir”, agregó.
Según el director de la Fundación Heinrich Böll, Dawid Bartelt, el aumento del poder de consumo de la llamada “nueva clase media” no se reflejó en un mayor acceso a los servicios públicos de salud, educación y transporte, lo que alimenta el ambiente de descontento.
Bartelt recordó que los nuevos consumidores son trabajadores pobres que viven en regiones periféricas y gastan hasta tres horas diarias en el trayecto entre sus casas y sus lugares de trabajo y no tienen acceso a una calificación profesional que les asegure un ascenso social consistente. “Sin una educación de calidad, esa clase no logrará sostener ese ascenso social y, en un momento de crisis, los primeros en perder sus empleos serán esos trabajadores poco calificados”, predijo el director de la Fundación Heinrich Böll.
Millones al mercado. La incorporación de millones de personas al mercado consumidor también hizo más evidente la precaria infraestructura de un país con transporte público insuficiente, gigantescos embotellamientos en las grandes ciudades, aeropuertos precarios, telecomunicaciones problemáticas y carreteras en mal estado. “La telefonía celular en Brasil en un escándalo, y los aeropuertos son otro. Porque Brasil en realidad se sorprendió de su propio progreso. Brasil no estaba preparado para incluir al número de personas que incluyó en la economía de mercado”, señaló Kfouri.
Contrastes. El ex vicecanciller brasileño Marcos de Azambuja coincide con la evaluación, aunque apunta que Brasil jamás ha logrado en su historia un crecimiento orgánico. A esto atribuye el hecho de que Brasil, dueño de una poderosa industria aeronáutica, emergente potencia energética y una de las diez mayores economías del planeta, siga enfrentando problemas típicos del subdesarrollo en varias áreas. “Brasil no crece en una manera integrada, racional, sino que tiene un crecimiento espasmódico, sectorial, que lleva a desequilibrios”, dijo el diplomático, al admitir que hay razones para temer algún tipo de colapso logístico durante el Mundial. “Hay momentos en que tenemos telecomunicaciones malas con un servicio de entregas postales bueno. Tráfico malo y comunicaciones aéreas buenas. Brasil no es simétrico. Todo lo que uno dice sobre Brasil es verdad. Y lo opuesto también lo es”.