Este sábado se cumplieron dos años del inicio de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Después de la ofensiva inicial, que casi todos los expertos daban por exitosa, llegó rápidamente el freno de las columnas rusas, que se acercaron a Kiev pero no pudieron ni siquiera sitiarla. El ejército ruso sufrió pérdidas enormes en hombres y equipos y debió retroceder en todo el norte del frente. Luego vino un largo estancamiento, pero ahora Rusia, sin lograr avances espectaculares tiene la iniciativa nuevamente. El segundo aniversario del inicio de la guerra motivó numerosos análisis. La CNN publicó el de su jefe de corresponsables, Matthew Chance.
Hace dos años, cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania —escribe Chance—, yo estuve entre los muchos observadores veteranos del Kremlin que se equivocaron. Pocos podían comprender por qué Vladimir Putin, el presidente calculador de Rusia, se embarcaría en una aventura militar tan arriesgada, especialmente cuando la mera amenaza de una invasión rusa ya estaba dando resultados. En junio del año anterior, mientras las fuerzas rusas se concentraban cerca de Ucrania, el presidente estadounidense Joe Biden se reunió con Putin en una cumbre al estilo de las superpotencias, y describió a Estados Unidos y Rusia como “dos grandes potencias”, lo que elevó a Putin, después de que gobiernos estadounidenses anteriores hubieran restado importancia a Rusia. En los días previos a la invasión de 2022, Washington ofreció una “evaluación pragmática” de las preocupaciones de seguridad de Moscú, indicando su apertura al compromiso. Enfrentar a las fuerzas rusas contra uno de los ejércitos permanentes más grandes de la región parecía inusualmente imprudente y, por lo tanto, improbable.
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Los restos de una formación blindada rusa destruida en la ciudad de Bucha, al norte de Kiev.
Sin embargo, hubo otros que, con razón, vieron la invasión como inevitable, como el Pentágono y el Ministerio de defensa británico, interpretando mejor las intenciones del Kremlin y prediciendo con confianza una rápida victoria rusa, en base a las fuerzas enormemente superiores de Moscú. El ejército de Rusia era considerado “el segundo mayor ejército del mundo”, muy por delante cualitativamente del de China y más aún del de Ucrania, al que ya había derrotado en 2014.
La reforma que introdujo el general Valery Gerasimov, aún hoy comandante en jefe del ejército, hizo creer a muchos analistas occidentales que Rusia tenía una fuerza terrestre imparable. Sus entonces tan citados Batallalón Grupo Táctico (BTG), unidades armadas ad hoc según las necesidades del frente, colapsaron en Ucrania. Los más de 150 batallones que se lanzaron a la batalla el 24 de febrero de 2022 fueron devorados por las defensas ucranianas. De aquellos casi 200 mil hombres se cree que no queda ninguno en operaciones, y que gran parte murieron o fueron heridos. La BBC calcula en 107.000 los soldados rusos muertos y 214.000 heridos hasta el 11 de enero pasado. Solo en la reciente victoria de Adviivka, Rusia habría perdido 16 mil hombres, según un bloguero ruso que luego de publicar esta cifra se suicidó. Los ucranianos han sufrido en estos dos años de guerra unos 70 mil muertes y hasta 120 mil heridos, según el Pentágono. El país además ve cómo sus ciudades e infraestructuras son destruidas por los bombardeos rusos.
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Las tropas ucranianas demostraron su capacidad y determinación para combatir ante un enemigo superior.
Rusia y el mundo se encontraron en febrero/marzo de 2022 con que Ucrania, a la que todos daban por derrotada en una semana, sostenía el frente con firmeza y causaba bajas gravísimas al agresor ruso. El aporte occidental de armas avanzadas, como misiles antitanque Javelin, fue vital, pero la mayoría de estos llegaron en números importantes con la guerra bien iniciada. El presidente Volodimir Zelensky no consideraba necesaria esa ayuda: no creyó en la invasión rusa hasta el mismo día 22 de febrero. “El ejemplo de Ucrania demuestra una vez más que, cuando un país se enfrenta a la desaparición, el grado de sacrificio que está dispuesto a asumir crece exponencialmente”, escribió un analista militar español en la Revista Ejércitos.
Matthew Chance agrega: “me gusta pensar que aquellos de nosotros que dudamos de la determinación del Kremlin estábamos equivocados por las razones correctas. Lo que Moscú todavía llama eufemísticamente ‘Operación Militar Especial’ ha sido un baño de sangre de proporciones catastróficas, no visto en Europa desde hace generaciones. Los pequeños logros, como la reciente captura de Avdiivka, han tenido un costo enorme”.
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Putin se persigna durante una misa con familiares de soldados caídos el 7 de enero pasado.
El antes respetado ejército ruso se ha mostrado desprevenido y vulnerable a las armas modernas en manos de una decidida resistencia ucraniana. Incluso si la guerra termina mañana, es probable que se necesiten muchos años para que su fuerza y su número se recuperen. Especialistas militares estiman que Rusia tardaría 10 años en reconstruir su ejército a los niveles previos al 24 de febrero de 2022. Las tropas que se perdieron en las primeras semanas de guerra no son fácilmente reemplazables: tanquistas, paracaidistas, comandos, artilleros, expertos en comunicaciones e inteligencia, no se forman en unos meses. Se perdieron junto con sus equipos, que eran los mejores de Rusia. Las fábricas rusas de equipo militar se vieron desbordadas por las pérdidas. Esto obligó a enviar al frente tanques y otros blindados antiguos, de la era soviética.
A Ucrania no le fue mucho mejor cuando pasó a la ofensiva durante el verano boreal de 2023. Sus ataques nunca perforaron las y profundas defensas rusas. Las ganancias de territorio fueron mínimas y los ucranianos sufrieron pérdidas enormes en hombres y equipos irremplazables, como los tanques alemanes Leopard 2 y los blindados estadounidenses Bradley. Pero antes, en junio y septiembre de 2022, había obligado a retirarse a Rusia de la provincia de Kherson, primero, y del área de Jarkov, después.
Video shows what’s left of Ukrainian battleground city of Avdiivka | Al Jazeera Newsfeed
Pero ahora que Rusia volvió a la ofensiva sufre de nuevo bajas masivas, casi alucinantes, como las que le permitieron las victorias pírricas de Bakhmut y recientemente de Adviivka. El control férreo de la sociedad de Putin por ahora logra evitar protestas y rebeliones. Pero Putin debió evitar inicialmente la convocatoria a soldados conscriptos, temeroso de una rebelión como la vista a mediados de 2022, cuando cientos de miles de jóvenes rusos escaparon al exterior.
Matthew Chance agrega que los últimos dos años de guerra han torcido y distorsionado a Rusia internamente. Las frustraciones por la forma en que se libra la guerra provocaron un levantamiento armado en el que mercenarios de Wagner marcharon hasta las puertas de Moscú, un desafío sin precedentes a la autoridad de Putin.
El repudio internacional ha convertido a Rusia en el país más sancionado del mundo. Putin está imputado de crímenes de guerra en La Haya. Y ahora el crítico más acérrimo de Putin, Alexei Navalny, está muerto. En medio de una represión cada vez más amplia, Rusia se hunde en el aislamiento. Si se mira a más largo plazo, la dirección parece trágicamente clara. Chance recuerda que estaba en Chechenia cuando en 2000 el recién instalado presidente Putin atacó a esa república rebelde con toda la fuerza del ejército. Fue claramente un delito de guerra a gran escala contra los civiles. Su invasión de Ucrania fue el momento en que Putin finalmente abandonó toda apariencia de democracia y cooperación con Occidente. Dos años después, Putin está fortaleciendo su poder y llegan las elecciones de marzo, programadas para confirmar su quinto mandato presidencial.