“La beca es la excusa para generar algo más grande y trascendente, que les permita vincularse en otros ámbitos, desarrollarse como personas de bien y ser capaces de ayudar a los demás”. Quien así habla es Inés Risso, responsable en Rosario del Fonbec, un Fondo de Becas solidarias para estudiantes. El objetivo es que puedan continuar en la escuela evitando la deserción por faltas de medios económicos, ocupándose de asignar a cada estudiante un padrino o una madrina a través de un aporte mensual que ayuda en sus estudios primarios, secundarios o universitarios.
Desde el barrio Triángulo, el lugar donde se inició el programa de becas hace más de una década, La Capital conversa con Risso, involucrada en este proyecto para dar respuestas a esas madres que se preocupan por el futuro de sus hijos. “Tenemos un especial afecto por esta zona, porque aquí nació Fonbec brindando ayuda a chicos y chicas de la orquesta El Triángulo, aunque al poco tiempo fuimos integrando a más estudiantes y ampliando la zona”, señala. En la actualidad reciben la beca 170 chicos y chicas de Rosario y de otras localidades como Capitán Bermúdez, Pérez, Villa Gobernador Gálvez y General Lagos.
El sistema de becas alcanza a alumnos y alumnas de los tres niveles de estudio: primaria, secundaria y superior (terciaria o universitaria), que tienen buenas calificaciones y dificultades económicas que puedan poner en riesgo su continuidad educativa. Este proyecto surgió en 1999 por iniciativa del ingeniero Facundo Garayoa en la ciudad de Córdoba, y ya se implementó en 16 ciudades de la Argentina, además de dos sedes en Bolivia (La Paz y Santa Cruz de la Sierra).
Desde la asociación destacan que el concepto de beca no es una asignación económica indiscriminada, sino un premio al esfuerzo académico. Los voluntarios mediadores son los que se ocupan de detectar en los barrios aquellos estudiantes que tienen las condiciones para aplicar a la beca. Puede ser desde la escuela, los centros comunitarios o la referencia de alguna maestra o profesor. Una vez que el alumno o la alumna es elegida como becaria se le asigna un padrino que ayuda a cubrir parte de los gastos de su educación para la compra de calzado, elementos personales y también colaborar en su casa.
La organización incentiva la comunicación entre padrino y ahijado para fortalecer el vínculo. “No exigimos que sea una condición pero sabemos que es una parte importante del proyecto que abarca también a las dos familias. En este sentido, escribir una carta es algo mágico que permite conocer al chico, saber de sus sueños y qué quiere ser cuando sea grande. También contarle al padrino cómo le va en la escuela. Así empiezan de a poco a compartir otros momentos y cosas que pasan en su vida, como un cumpleaños, una enfermedad o una necesidad”, dice Risso. La representante de Fonbec Rosario destaca además que la mayoría de los padrinos son particulares, y que cuentan con el apoyo de algunas empresas que les permite llegar a más chicos y lograr su inserción laboral a futuro.
Inicios de la pandemia
Cuando arrancó 2020, tenían muchas estrategias pensadas para crecer y llegar a más chicos, pero el coronavirus cambió abruptamente el panorama. Tuvieron que pensar en una escolaridad distinta, con las herramientas que tuvieran los chicos. “Entonces decidimos primero acompañar a los chicos en esta situación tan especial para detectar qué grado de conectividad tenían y cómo estaban las familias ante la escasez de recursos”, explica Risso.
A mediados de abril ya habían detectado si en los hogares tenían celular, computadora y si recibían la tarea de la escuela. “Tratamos de acompañar de distintas maneras a los chicos y sus familias en una escolaridad diferente, donde no podíamos mostrar resultados porque no había libreta de calificaciones, pero sí podíamos demostrar el esfuerzo que hacían en medio de la vulnerabilidad”, apunta. En este contexto se sumaron nuevos padrinos, que conocían el proyecto a través de las redes o por referencias, y que lograron llevar el programa de becas a las islas. Una experiencia que Risso destaca como hermosa, ya que hoy les permite apadrinar a 14 chicos y chicas que viven en las islas El espinillo y La invernada.
Sentirse acompañados
Guillermo Mayobre, Luana Silva, Gisela Monzón, Iván y Brenda Sylvero, Isaac Moreira, Tamara Díaz y Brisa Moya son algunos de los becarios que se acercaron hasta una de las plazoletas del barrio para conversar con La Capital sobre sus logros en el estudio, la oportunidad de contar con una beca y cómo se relacionan con quienes los ayudan.
Brisa cursa cuarto año del nivel secundario en la Escuela Nº 514 Madres de Plaza de Mayo. Con esta beca, que recibe desde quinto grado, también ayuda a su papá que trabaja en el Mercado de Productores y a su mamá que es niñera. A su lado está Luana, alumna de la misma escuela. Ella empezó este año la secundaria y sabe que la beca puede ayudarla a concretar algunos de sus proyectos. Supo del programa cuando asistía a la escuela orquesta del barrio. Allí aprendió a tocar el clarinete, sin embargo hoy tiene otros intereses alejados de la música: “Quiero estudiar contabilidad y administración, y me estoy esforzando bastante en matemáticas. También me gusta la robótica así que estamos averiguando con mi papá si puedo hacer algunos cursos que me permitan ir a otra escuela que tenga esta materia”.
Para Gisela, que este año termina la secundaria, transitar el período de mayor aislamiento resultó complejo. “Me atrasé un poco con los trabajos de la escuela, y tuve que presentar algunas materias en febrero, pero por suerte pude sacarlas”. Cuenta que empezó a vender cosméticos por catálogo, un proyecto que pudo concretar gracias a la ayuda de su madrina. “Es una grosa porque siempre está en todas”, agradece la adolescente, que planea seguir la carrera de agronomía.
Hasta la plaza del barrio también se acercaron acompañados por su mamá Iván y Brenda, son mellizos y cursan séptimo grado de la Escuela Nº 1334 María Madre de la Civilización del Amor. La representante de la fundación aclara que en el caso de estudiantes del nivel primario recién se pueden presentar a partir de tercer grado, cuando logran una comunicación escrita y oral, necesaria para establecer el vínculo con el padrino.
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Chicas y chicos beneficiarios de la beca, junto a Inés Risso (sexta, de izquierda a derecha), la responsable de Fonbec en Rosario.
Foto: Francisco Guillén / La Capital
Continuar los estudios
Tamara, isaac y Guillermo están cursando carreras terciarias y universitarias. Tienen la mirada puesta en el estudio, también en su inserción laboral y la participación en acciones solidarias, un gesto comprometido que adoptan la mayoría de los estudiantes que recibieron una beca.
Primero como mediadora y luego como becaria, Tamara se mantiene desde hace unos años en contacto con la fundación. “La tarea de mediadora es sumamente gratificante porque me sentía parte de una acción que le brinda a un chico la posibilidad de conocer otra realidad y otro estilo de vida. Ojalá mucha más gente se sume”, anhela.
Gracias a un convenio que realizó Fonbec con el Instituto de Estudios Superiores en Recursos Humanos (Ieserh), la joven empezó a cursar primer año de la carrera de recursos humanos. “Sigo vinculada con la fundación pero ahora como becaria, teniendo la posibilidad de cursar una carrera privada, que de otra manera no hubiera podido costear”, cuenta.
Guillermo cursa primer año de la tecnicatura en mecatrónica en el Instituto Politécnico Superior. “Se trata de una carrera orientada a la industria, trabaja con mecánica y electricidad. Me gusta mucho porque logra integrar lo que venía estudiando estos años en varios cursos. Esta tecnicatura lo complementa y logra ponerlo en práctica”, explica sobre esta especialidad que llama mucho su atención e interés y pocas personas conocen.
Ser médico, un sueño posible
“Seguir estudiando no se consigue solo con apoyo económico, sino con motivación, consejos y una guía”. Eso encontró Isaac en su padrino que lo acompaña desde que comenzó la carrera de medicina hace cinco años: “Siempre al pie del cañón por si me falta algo, me llama todo el tiempo, se involucra respecto de las necesidades que van surgiendo”. El alumno de 23 años asume con orgullo que lleva la carrera al día. “Por un lado te genera mucho estrés lograrlo y por el otro mucha tranquilidad”, un logro que no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia. También estudia inglés y se inscribió este año en un curso gineco-obstetricia en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca).
La pandemia complicó bastante la situación de los y las estudiantes que transitan los últimos años de la carrera. “Es imposible recibirse cuando no se pueden hacer las prácticas en el hospital, algo que es irreemplazable. Además el hecho de no estar activo y no ir a la facultad hace que te cueste un poco más estudiar y falte motivación, pero se trata de reinventarse todo el tiempo y buscar otras formas de estudiar: hacerlo en la terraza o en una biblioteca si se puede”, alienta el futuro médico, que los fines de semana trabaja unas horas en la rotisería de su hermana.
Asumiendo también el compromiso de ayudar a otras personas, se sumó el año pasado a la iniciativa del centro de estudiantes de su facultad para dar tutorías virtuales a ingresantes. “Cursar en condiciones normales ya es complicado porque no sabés cómo manejarte, qué libro usar y hasta dónde estudiar, imaginate en este contexto”, agrega.
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Isaac estudia la carrera de medicina y se anotó en un curso en el Heca.
Empanada solidaria
Además del programa de becas, Fonbec sostiene en forma paralela otros proyectos solidarios. La Empanada Solidaria es una de las actividades propuestas por la organización cada 25 de mayo desde hace nueve años para ayudar al refugio Sol de Noche y también a otros centros e instituciones que asisten a personas en situación de calle. Desde las redes sociales, lanzaron el pedido de donaciones de carne, tapas de empanadas, aceite, huevo y aceitunas. Para colaborar comunicarse a los teléfonos 341-3262727 (Daniela) o 341-3767247 (Inés).