Corría la década del 30 del siglo pasado cuando el maestro y ajedrecista José Hilario Zgarbik despuntaba su pasión en la Biblioteca Popular Homero. En aquel edificio donde antes había funcionado un club de ajedrez, Zgarbik trabajaba pacientemente en promover la lectura y la práctica de este juego entre niños y adolescentes. Su labor docente y la de muchos otros jugadores dejaron huellas que se lucen en las alturas de las paredes en una multitud de campeonatos ganados, materializados en copas, medallas y trofeos de todos los tamaños.
Mirta abre la puerta de antigua casa de Vélez Sársfield al 900 donde se palpa aquella historia viviente. Mientras atiende una sala de lectura repleta de chicos y chicas, cuenta que es una vecina que trabaja como voluntaria desde hace 23 años. Aquella mañana coparon las instalaciones los estudiantes de 6º y 7º grado de la Escuela Nuevo Siglo, que visitan la Homero todas las semanas con sus maestras, y que en esta ocasión se deleitan con un cuento de Ray Bradbury.
La voluntaria y miembro de la comisión directiva cuenta que los visitantes de la biblioteca tienen muy arraigada la práctica del ajedrez. Algunos vecinos comienzan en la niñez y continúan asistiendo para jugar siendo ya adultos. “Nos han dicho «ustedes tienen un patrimonio único en Latinoamérica», en referencia a los libros de ajedrez, porque no hay otro lugar que tenga esa colección”, cuenta Mirta en diálogo con La Capital, y anticipa el tesoro que hace única a esta biblioteca popular de barrio Refinería.
Cuidar el legado
La Biblioteca Popular Homero nació el 2 de setiembre de 1936, en un edificio ubicado a pocas cuadras de donde funciona actualmente. Luego de que se disolviera un club de ajedrez barrial, un grupo de vecinos y colaboradores decidieron crear una biblioteca y continuar allí con la enseñanza y la práctica del juego. “En esos tiempos los vecinos se plantearon la necesidad de contar con una biblioteca que aportara conocimiento y estudio a los trabajadores del barrio y también a sus hijos. Que sea un lugar de encuentro y reuniones, de charlas y partidas de ajedrez”, cuenta Matías Pastor, vicepresidente y bibliotecólogo de la institución. Esta meta fue sostenida a lo largo de los años por las distintas comisiones directivas que se ocuparon de mantener y cuidar aquella herencia, por eso actualmente la enseñanza y la práctica del ajedrez está muy vinculada con la biblioteca popular.
Con el correr del tiempo, sus miembros lograron adquirir un edificio propio y avanzar en ampliaciones. “Este año estamos transitando el 87º aniversario, manteniendo el legado fundacional y adecuándonos a los avances tecnológicos, con el objetivo nodal de difundir la lectura y la enseñanza de ajedrez”, dice el colaborador.
Como todo espacio social y cultural histórico de la ciudad, la Homero también tiene su tesoro. Se trata de una importante colección de libros sobre la temática del ajedrez, que es única en Rosario. Unos 60 volúmenes de autores y jugadores importantes como Bobby Fischer, Roberto Grau y Garry Kasparov. Matías cuenta que históricamente estos ejemplares acompañaron a muchos jugadores que pasaron por la institución, y que en la actualidad pueden consultarse en la sala porque son de libre acceso al público. Y agrega: “En todos estos años, estos libros facilitaron a muchos jugadores conseguir títulos y trofeos importantes que se exhiben en la biblioteca”. Además, la Homero cuenta con otra colección bibliográfica muy valiosa, se trata de la enciclopedia Espasa-Calpe, considerada patrimonio cultural por la institución.
Talleres y lecturas
Con un amplio abanico de asociados del barrio y alrededores, la institución recibe mayormente a visitantes adultos, aunque también sus espacios suelen llenarse de niños, niñas y adolescentes que asisten a distintas actividades o talleres. En coordinación con las escuelas de la zona, se realizan asiduamente actividades y visitas especiales que suelen copar el servicio de lectura en sala y los préstamos de libros a domicilio.
Con relación a sus recursos bibliográficos, Matías Pastor afirma que la biblioteca cuenta con más de 30 mil ejemplares para todas las edades y preferencias, y que lograron avanzar en un catálogo on line para hacer más accesible el servicio. Actualmente conservan los históricos talleres de ajedrez para chicos y grandes, a los que sumaron talleres literarios, de pintura, reciclado, restauración y tejido, charlas de diferentes temáticas y presentaciones de libros.
Como toda asociación civil sin fines de lucro, la Homero cuenta con el aporte de sus asociados como principal recurso. “También contamos con un subsidio municipal que es un aporte anual simbólico, una subvención provincial y el subsidio nacional de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip), que es el organismo que más acompaña a las bibliotecas populares con programas de fortalecimiento institucional y capacitaciones”, explica.
Biblioteca Popular Homero
Con una comisión directiva integrada por 13 miembros voluntarios y el apoyo de colaboradores externos, la biblioteca debió afrontar importantes desafíos desde su fundación. Matías hace memoria y destaca a la pandemia como uno de esos momentos críticos: “La imposibilidad de abrir las puertas a la comunidad fue sumamente difícil, sobre todo cuando veíamos que habilitaban algunas actividades y las bibliotecas siempre quedábamos afuera. Costó mucho no poder abrir, pero con el correr del tiempo y gracias a la lucha de casi 30 bibliotecas populares de Rosario logramos ser escuchados y volver a funcionar para que nuestros asociados pudieran retirar ejemplares para estudiar, distraerse y en muchos casos tener la compañía de un libro con quien compartir un café, un mate y ese sin fin de emociones que genera la lectura”.
Otro de los embates que debieron enfrentar tuvo lugar el año pasado, frente a la posibilidad de que entre en vigencia un artículo de la ley 27.432 que provocaría el desfinanciamiento de la Conabip, y con ello el desmantelamiento de las bibliotecas populares argentinas. Esta ley tuvo su origen en el 2017, durante la gestión presidencial de Mauricio Macri, y establecía un límite temporal a las asignaciones de recursos por parte del Estado a cultura y educación. Ese límite estaba fijado al 31 de diciembre de 2022, por lo que bibliotecas populares, teatros y centros culturales exigieron su urgente derogación. “Definitivamente logramos, entre las más de 2 mil bibliotecas populares existentes en el país, y otras instituciones del ámbito cultural, que ese artículo no entrara en vigencia y que no haya modificaciones en los próximos 50 años”, apunta el bibliotecario.