Querido colega: Encontrarás que este libro (*) está lleno de preguntas. Claro, también tiene varias respuestas. Pero, especialmente, tiene muchas preguntas. ¿Por qué? (Ahí fue la primera).
Querido colega: Encontrarás que este libro (*) está lleno de preguntas. Claro, también tiene varias respuestas. Pero, especialmente, tiene muchas preguntas. ¿Por qué? (Ahí fue la primera).
Porque estar frente a las pantallas (1) implica situarse en un territorio de rapidez, muchos estímulos y distintos ritmos: los humanos y los de las tecnologías digitales. Nosotros leemos, pensamos, analizamos, contemplamos a un ritmo lento, y las computadoras realizan sus operaciones cada vez más rápido.
Y frente a la velocidad con que las pantallas nos "devuelven la pelota" luego de nuestros clicks, habría que preguntarse justamente por los desafíos _algunos visibles y otros no tanto_ que nos presenta esta interacción. Es que la rapidez no es la "mejor amiga" de las preguntas, del análisis, de la reflexión, del pensamiento.
En las pantallas todo parece fluir "naturalmente" y cada vez resulta más sencillo utilizarlas y transportarlas. De hecho, ya las llevamos de aquí para allá, a todos lados. Es más: algunos ni siquiera las apagan para irse a dormir. Están allí. Siempre. A cada instante.
Y justamente por eso, cuando todo parece natural, fácil, incluso gratis, vale la pena preguntarse mucho. O, al menos, un poco. Más aún cuando buena parte de lo que hacemos y pensamos está mediado por pantallas. ¿Mediado? Sí, los datos, las imágenes, la información que damos y recibimos aparece, desaparece, se enfatiza, se oculta y es presentada de algún modo elegido entre muchas otras posibilidades. Así, podríamos decir que la mediación de las pantallas es una intervención o, mejor, una traducción. A partir de ella, de cómo recibimos y de cómo podemos disponer de esa información, pensamos, decidimos, hacemos o no hacemos.
Productos para ganar dinero
Esta cuestión se pone más interesante si tomamos en cuenta que estos dispositivos son productos que alguien diseña, produce y vende para ganar dinero. Sí, tal como lo hacen los fabricantes y vendedores de zapatillas, de medicamentos o de helados. Todos productos que solo se comercializan si hay un número de personas que los elija y esté dispuesto a pagar por ellos. En este punto, alguien podría decir que nunca ha pagado para usar Google, YouTube ni Facebook, ni por leer los diarios en pantalla, ni por usar tal o cual programa para enviar sus correos electrónicos, ni por usar Twitter, ni por..., ni por...
Respondiendo muy preliminarmente a esta inquietud, podríamos decir que efectivamente sí paga algo o con algo, más allá de que este precio no sea evidente. Es indiscutible que no paga dinero a cambio de navegar por esos sitios, pero hay "algo" que efectivamente da a cambio o, si se prefiere, sin duda hay algo suyo que les sirve a las empresas propietarias de los productos que elige utilizar. Si no, tendría que pagar, por ejemplo, con su tarjeta de crédito. Porque Google o Facebook son empresas que buscan exactamente eso: dinero.
¿A cambio de nada?
Sí, existe un producto llamado Google que no es solo un programa o, si preferís, un link que escribís y que permite buscar informaciones en Internet, sino que es el nombre de una empresa que produjo, comercializa y administra "eso" que es mucho más que un simple programa que te facilita la búsqueda de informaciones. Algo similar podríamos decir de Facebook. Este producto, esta empresa, nos permite reencontrarnos con viejos compañeros de escuela, comunicarnos, buscar nuevos amigos, formar parte de distintos grupos a lo largo del mundo... a cambio de... ¿nada?
Estas y tantas otras son empresas a las que no les pagamos en dinero por usar los productos que llevan su mismo nombre. Pero, entonces, ¿quién les paga?, ¿quiénes son sus clientes?, ¿qué les venden? Algunas de las respuestas tienen que ver con "ese algo" de los usuarios que en algún momento se traduce en dinero. Si no funcionaran así, estas empresas no gastarían semejantes presupuestos para desarrollar, mantener y actualizar esos productos. Salvo, claro, que estas fueran entidades filantrópicas que solo buscaran crear instrumentos para que estemos más cómodos, más conectados, para que nuestra vida sea más fácil, mejor...
Si no te sonreíste y tenés alguna duda, consultá en Internet el valor de la acción de Facebook en la Bolsa y preguntate por qué será que es tan cara y, luego, dónde está su valor.
Desde este punto de vista, ¿no es cierto que convendría analizar un poco estas tecnologías, estos productos comerciales que intervienen en buena parte de lo que pensamos, decimos, leemos, miramos y escuchamos? Luego, ¿cómo se relacionan estos productos con nuestros derechos ciudadanos?
Sí, también convendría pensar un poco en las centenas de decisiones que tomamos diariamente con/en estos productos. Y para hacerlo, como te anticipaba, las preguntas son esenciales. Entonces..., ¡manos a la obra! Para comenzar, date un instante: ¿qué preguntas se te ocurren respecto de todas estas cuestiones?
(1) Decimos pantallas para facilitar la lectura, porque es una de las maneras de referirse a las computadoras y porque es lo que vemos cada vez que nos sentamos frente a ellas. De hecho, las pantallas pasaron a ser el elemento más visible ?por ser el más grande? de todos los que componen una computadora. En muchos casos, las pantallas se han transformado en lo que vemos de ellas. De este modo, solo recurriremos a categorías más precisas (programas, aplicaciones informáticas, interfaces, etc.) cuando resulte imprescindible hacerlo.
(*) Del libro "Decidir frente a las pantallas. Enseñar ciudadanía en tiempos de internet". (Mandioca Ediciones/Caminos de Tiza). Se puede descargar en forma gratuita del sitio del autor www.alejandrospiegel.com.ar