Por años la academia relegó a Arturo Jauretche al rincón de los "malditos". A ese sitio incómodo desde el cual seguía diseccionando con su filosa pluma y fina ironía las zonceras que, en el campo de la historia, la política y la educación, impregnaban los distintos estratos sociales. Mañana, 25 de mayo, se cumplen 40 años de su muerte, una buena excusa desde la cual historiadores, intelectuales, dirigentes gremiales y políticos invitan a reflexionar sobre el legado y la actualidad de este pensador nacional, que libró una feroz batalla cultural contra la colonización pedagógica.
"Manual de zonceras argentinas", "Los profetas del odio" y "El medio pelo en la sociedad argentina" son algunos de los libros de este singular personaje que enseñó a ver el mundo "desde los propios intereses". Con una mirada "nacional y latinoamericana", como señala su biógrafo, el historiador Norberto Galasso.
Mirada pícara. Proponía una "sociología de estaño", por el material con que estaban hechas la barra de los bares. El análisis y la construcción del pensamiento desde la escucha cotidiana, reivindicando el saber popular y a cada sujeto como portador de un conocimiento más allá de su instrucción. Un dardo también para contraponerse a los sociólogos de la academia. Desde allí, desde esa mirada pícara y concreta, elaboró conceptos que calaron hondo en generaciones de jóvenes argentinos.
Como cuando contaba en "La colonización pedagógica" que Lincoln, su pueblo natal, había sido territorio de ranqueles. Sin embargo, y pese a las historias familiares de malones, su conocimiento de los indios era por las series de televisión sobre el Lejano Oeste norteamericano y por la enseñanza escolar sobre los aborígenes "descubiertos" por Colón. Así, "la escuela no continuaba la vida sino que abría en ella un paréntesis diario". Como una revancha del destino, hoy existen escuelas, institutos de formación, cátedras y hasta una universidad nacional que llevan su nombre.
La crítica a la cultura y la educación también se extendía a la formación universitaria y a lo que llamaba la "intelligentzia", intelectuales nativos pero de una mirada anclada en lo foráneo que impedía "la creación de un pensamiento propio de los argentinos".
"Si Jauretche viviera hoy y le pusieran delante una de las planillas que tienen que llenar los investigadores para su categorización yo creo que se desmaya. Porque realmente esas planillas podrían ser símbolo de la colonización pedagógica", sostiene Adriana Puiggrós, doctora en pedagogía, diputada nacional y ex directora general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires.
Para Puiggrós, Jauretche "realmente fue un visionario en ese sentido, porque cuando hablaba de la colonización pedagógica no solamente se refería al pensamiento heredado de la generación liberal del 80 o a Sarmiento, sino que además se refería a las universidades. Y si hay un lugar que está colonizado por el pensamiento neoliberal son las universidades".
Nido de zonceras. Araceli Bellota es periodista e historiadora y dio clases en la universidad. Reivindica a Jauretche y sostiene que incluso hoy "la colonización pedagógica se ve en nuestras calles, en la enseñanza escolar y hasta en los nombres de los parques".
Otro concepto clave del pensamiento jaurtecheano es el de zonceras, que describía como esa serie de "principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia con la apariencia de axiomas". Estaban presentes en el campo de la economía, la educación y la cultura, y entre ellas se destacaba la de "civilización o barbarie".
Si se hiciera hoy una lista de zonceras educativas sería amplia. Entre ellas, "la docencia es un apostolado" y que "a la universidad se va a estudiar, no a hacer política". Las zonceras también suelen esconderse detrás de argumentaciones que piden por el arancel o la restricción en el ingreso a las facultades. También en cierta construcción del pensamiento académico. Así lo entiende la historiadora Araceli Bellota, quien sin vueltas dispara: "La universidad es un gran nido de zonceras".
Destaca que "por suerte esto ha mejorado, por ejemplo con la creación de nuevas universidades en el Conurbano". Y cita el caso de la Universidad Nacional de Lanús, donde existe una cátedra obligatoria de pensamiento nacional que deben cursar los estudiantes de todas las carreras.
Una de estas instituciones nuevas en provincia de Buenos Aires es la Universidad Nacional Arturo Jauretche (Unaj), en Florencio Varela. Su rector es Ernesto Vi-llanueva, quien conoció al autor de "Los profetas del odio" cuando él estuvo en el rectorado de la UBA y Don Arturo al frente de la editorial Eudeba. Lo recuerda como "un tipo alegre, jovial y un incisivo polemista", que prefería "escuchar a los jóvenes antes que dar largos discursos".
Bellota y Villanueva rescatan como principal legado "esa perspectiva de análisis de ver al mundo desde lo particular y los intereses propios, en la economía, la cultura, la política y la educación". El rector de la Unaj sostiene por su parte que el texto sobre la colonización pedagógica "guarda similitudes con cosas que decía Paulo Freire".
"Aún hoy vemos sectores que lograron un ascenso social con una política determinada, y que sin embargo atacan sus propios fundamentos, como pisándose sus propios pies. Ese suicidio político y cultural de los sectores medios es colonización pedagógica", afirma Villanueva. Considera también de suma actualidad la zoncera de "civilización o barbarie, que sigue en la cabeza de muchos sectores y en miles de argentinos que soslayan al país y se denigran constantemente". Esa "admiración permanente por lo foráneo y el desprecio de lo propio", como expresa Bellota. De hecho la frase "este país de mierda" es una zoncera jauretcheana.
Profetas del odio. Puiggrós dice que aquello que Don Arturo denunciaba en "Los profetas del odio" hoy se ve claro en notas, mensajes y hasta editoriales de los grandes medios de comunicación. Bellota completa diciendo que "en parte ahí está la discusión que hubo sobre la ley de medios".
Tal vez por ello, la historiadora rescata una frase de Jauretche que ayuda a contrarrestar esa mirada pesimista: "El arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza". Para Bellota "lo de combatir alegremente no es ornamental, porque frente a los destinos que construyen los poderes hegemónicos para entristecer a los pueblos esto es central y revolucionario".
A cuarenta años de su muerte, el legado de Don Arturo, su aguda forma de pensarse y pensar a los argentinos sigue vigente. De hecho, al final del "Manual de zonceras" hay páginas en blanco, una invitación a animarse a "pensar en nacional" y sumar nuevas zonceras al debate. Para que esa forma de mirar el mundo siga viva. O como decía Jauretche, no sea un fuego que agoniza, sino que "está ardiendo la brasa y hay que soplar la ceniza".