Revalorizar el proceso electoral es un deber sagrado del ciudadano ya que el acto lo hace responsable de un destino común como Nación, porque jamás debemos olvidar que la indiferencia y la irresponsabilidad dieron lugar a la frivolidad de la década del 90, donde ricos y famosos accedieron a la función pública, así se farandulizó la política desprestigiándola para que gobernaran ministros de economía que nadie eligió (gestores del gran banquete, simbolizado en la pizza y el champán), banquete en el que los argentinos fueron convidados de piedra, que finalmente terminamos pagando, hipotecando el futuro de varias generaciones. De esta manera, mientras una minoría se enriquecía transfiriendo dinero a paraísos fiscales, la mayoría quedó raspando ollas populares, sin trabajo, sin esperanza. Así, en 2001, los que pertenecemos al mundo del trabajo terminamos arruinados y el país en default. Esta experiencia nos debe servir al momento de elegir candidatos y según donde estemos hoy parados socialmente y hacer una retrospectiva tomando en cuenta las condiciones y el contexto en que desarrollamos nuestra vida hace diez años, seguramente la realidad de cada caso en particular va a variar de acuerdo a la actividad, la profesión, la edad. Lo que sí es imposible negar lo acontecido esta última década, donde nadie puede ya disimular la evolución registrada; en el parque automotor, las obras públicas nacionales (Atucha II, Yaciretá, autopista Rosario-Córdoba, nueve universidades en el conurbano bonaerense, el fomento del turismo, la recuperación de la industria, el aumento en el consumo interno, la recuperación del empleo “sabiendo que cada año se suman nuevos aspirantes”, más de tres millones de nuevos jubilados, record de venta de electrodomésticos (especialmente TV y aires acondicionados). Un párrafo aparte, la recuperación de la aerolínea de bandera e YPF. Resumiendo, hoy como nunca el voto es en defensa propia más allá del extracto social al que pertenezcamos, porque los que pertenecemos al mundo del trabajo gracias a dios somos mayoría. Prohibido olvidar la carpa blanca de los maestros. Prohibido olvidar la muerte de tantos argentinos (Kosteki, Santillán, Pocho Lepratti). Prohibido olvidar los saqueos. Prohibido olvidar el lockout patronal de 2008, con estancieros tirando leche en las cunetas. Prohibido olvidar las ollas populares. Prohibido olvidar el corralito. Prohibido olvidar el destierro de científicos y profesionales.